POV GABE
Oí que llamaban a la puerta y entró Jorel. Mi hermano era la única persona en la tierra que se atrevía a entrar en mi despacho sin llamar. Y no se molestó en ser anunciado, como si su presencia fuera lo bastante importante como para no necesitar ninguna formalidad.
- Recibí tu mensaje. - Se sentó frente a mí y cogió un bolígrafo de la mesa- ¿Cuánto has pagado por esto?
- Menos de lo que pagas por una prostituta. - Apenas aparté la vista de lo que estaba haciendo en el ordenador.
- Yo no salgo con prostitutas. Soy lo bastante hombre como para que, afortunadamente, no necesite pagar a nadie para satisfacerme sexualmente, como "algunas y algunos" por ahí. - Se rió libertinamente.
Minimicé la pantalla importante en la que estaba trabajando y la miré:
- No recuerdo haberte dado el derecho siquiera a "pensar" sobre lo que hago o dejo de hacer. - Lo dejé muy claro.
- Cuando levantas la ceja así, pareces un viejo. - Continuó burlándose de mí.
Respiré hondo e intenté meterme en la cabeza que Jorel era un idiota y que me sería útil, sobre todo ahora:
- A mis 30 años, no creo que sea viejo. Pero existe la madurez, que no se aprende en la universidad.
- Sabes que me he perdido unas cuantas lecciones. - Se rió, encontrando divertido que no le importara nada en la vida excepto los coños.
- La gente toma decisiones en la vida. Si la tuya fue ser un idiota sin futuro, recordado por el número de coños que se comió a lo largo de su vida, me importa una mierda.
- ¿Me has llamado para hablar de mi estilo de vida? - su cuerpo se arqueó ligeramente hacia delante, con cara de desinterés.
- No. En realidad, te he llamado para decirte que te vas a casar. ¡Felicidades!
Maximicé la página en el ordenador, volviendo a trabajar en el análisis del importante proyecto que tenía que terminar al final del día para aprobarlo o desaprobarlo.
Oí que Jorel se reía, pero no me molesté en mirar su estúpida cara. Porque sabía que haría lo que le dijera. "Todos" me obedecían y mi hermano no sería diferente.
Seguí leyendo la letra pequeña delante del ordenador, y su molesta risa fue disminuyendo hasta que cesó:
- ¿Por qué me has llamado?
- Ya lo he dicho. - me limité a decir, sin querer desgastar mis cuerdas vocales.
- No me voy a casar. Si has leído eso en algún sitio web por ahí, es mentira. De hecho, para eso es para lo único que sirven estos putos sitios de cotilleos hoy en día, ¡para destruir la reputación de tipos buenos como yo! - Su tono de libertinaje me irritó profundamente.