El sonido del teléfono interrumpió el silencio absoluto del despacho de Valentina Duarte. Había estado trabajando toda la mañana, enfrascada en los números de su empresa familiar, intentando encontrar una solución a los crecientes problemas financieros que amenazaban con destruir el legado de su familia. La llamada era de su madre.
"Valentina, necesitamos hablar", dijo la voz temblorosa de su madre al otro lado de la línea. "Recibí una carta... es de Alejandro Montenegro".
Valentina sintió que un nudo se formaba en su estómago. Alejandro Montenegro. El nombre resonó en su mente con la misma intensidad con la que lo había escuchado años atrás. ¿Cómo era posible que después de todo este tiempo, él volviera a entrar en su vida?
- ¿Qué dice? -preguntó, tratando de mantener la calma, aunque su voz traicionó una pequeña fisura de ansiedad.
-No lo sé exactamente, pero menciona algo sobre un contrato... y un matrimonio. Es mejor que lo leas tú misma.
Una sensación de frío recorrió su cuerpo mientras colgaba el teléfono. Se levantó de su escritorio y caminó hasta la mesa de la sala de estar donde la carta descansaba, doblada meticulosamente. Al abrirla, sus ojos recorrieron rápidamente las primeras líneas y el texto, escrito con una caligrafía impecable, empezó a tomar forma en su mente.
"Valentina Duarte,
Me complace informarte que después de años de reflexión, he decidido brindarte la oportunidad de salvar tu familia. Te ofrezco un contrato de matrimonio, que, de ser aceptado, resultará en la salvación financiera de tu empresa y de la fortuna de los Duarte.
No obstante, existe una cláusula especial que debes considerar antes de aceptar: será necesario que me des un hijo."
Sus manos temblaron al sostener el papel. Estaba claro que Alejandro no había cambiado. La frialdad y el control con los que siempre se había caracterizado seguían presentes, incluso en las palabras escritas con tanta precisión. Pero lo que realmente la sorprendió no era el contenido de la carta; era el hecho de que después de tanto tiempo, él aún se atreviera a buscarla.
Alejandro Montenegro. El hombre que había sido su amor, su peor error, y la razón por la que su vida había cambiado para siempre.
El recuerdo de aquellos días era vívido en su mente. Había sido joven, tan joven, y su corazón había estado completamente entregado a él. Alejandro había sido todo lo que había querido en ese entonces: inteligente, ambicioso, y con una mirada tan profunda que parecía ver más allá de lo que uno mismo era capaz de entender. Sin embargo, esa relación, ese amor, terminó de la peor manera posible. La traición de Valentina había destruido todo lo que habían construido juntos. Ella no podía olvidar cómo lo había dejado atrás, sin explicaciones, huyendo de una situación que no estaba lista para enfrentar.
¿Y ahora él regresaba de esta manera?
La mente de Valentina estaba llena de preguntas. ¿Por qué Alejandro, después de todo este tiempo, había decidido ofrecerle ese contrato? ¿Qué lo había motivado? La posibilidad de salvar a su familia, de recuperar lo perdido, era tentadora, pero la condición... era algo que nunca hubiera imaginado.