No sé en qué estaba pensando cuando decidí aceptar a ésta enana como secretaria, aparte de estúpida, está más ancha que la puerta de mi oficina.
Sus ojos azules y su hermosa boca grande la ayudan un poco, pero ese poco no me convence para verla en la empresa de nuevo.
Hoy mismo la despido.
-Eres todo un actor porno, Lorenzo. -dice lamiendose los labios.
-Eso lo tengo claro señorita, y que usted y yo estemos follando, no significa que deba llamarme Lorenzo, para usted sigo siendo señor Lombardi -digo subiendo la cremallera de mi pantalón.
-Disculpe. -dice ordenando su cabello.
-Puede retirarse -señalo la puerta -Algo más, está despedida -digo sin mirarla.
-Pero... ¿por qué? -pregunta sorprendida.
-Porque soy el dueño de la empresa y yo así lo he decidido -digo recostándome en mi silla mientras la observo fríamente.
Ella me mira mal y recoge sus bragas del piso.
-Esto no se va a quedar así, imbécil -dice poniéndoselo de mala gana.
-Cómo digas, chiquita -digo abriendo unos correos.
Sale dando un portazo y continúo respondiendo correos.
Veo en mi reloj de más de mil dólares que son las 11:20 en diez minuto tengo una reunión importante con Hanna Cruz. Debo convencer esa puta de venderme su empresa.
Los 10 minutos pasaron rápido, mi chófer se estaciona en un restaurante muy lujoso y me abre la puerta para que salga.
-Yo te llamo, gracias -digo arreglando los dos botones de mi chaqueta antes de tomar el maletín.
-De acuerdo señor -dice cerrando la puerta.
Una joven poca atractiva, pero con buenos senos me conduce hasta la mesa en donde está Hanna y me hala la silla para que me siente.