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Hace siete años, mi prometido, Don Dante de la Vega, me envió a la cárcel para pagar por un crimen que cometió mi hermana adoptiva, Ximena. Lo llamó un regalo, una forma de protegerme de un destino peor.
Hoy, me recogió del reclusorio solo para abandonarme en la hacienda de mi familia. ¿Su razón? Ximena estaba teniendo otro de sus "episodios".
Mis padres me informaron que me quedaría en la bodega del tercer piso, para no molestar a la frágil niña que me robó la vida.
Celebraron su "recuperación" con una cena de lujo, mientras a mí me trataban como a un fantasma. Cuando me negué a unirme, mi madre siseó que era una malagradecida, y mi padre me llamó envidiosa.
Asumieron que no podía entender sus susurros venenosos. Pero la cárcel fue mi universidad. Aprendí a leer a la gente, a descifrar el lenguaje oculto en sus silencios. Entendí cada palabra.
Fue entonces cuando me di cuenta de que no era solo un sacrificio; era desechable. El amor que una vez sentí por todos ellos se había convertido en cenizas.
Esa noche, en la polvorienta bodega, me conecté a un canal encriptado que había configurado años atrás. Un solo mensaje me esperaba: "La oferta sigue en pie. ¿Aceptas?". Mis manos, llenas de cicatrices pero firmes, teclearon la respuesta: "Acepto".
Capítulo 1
Sofía POV:
El hombre con el que estaba prometida, Don Dante de la Vega, me dijo que siete años en prisión eran un regalo. Dijo que era su forma de protegerme, una misericordia en comparación con la alternativa que mis padres estaban considerando.
Eso fue hace siete años.
Hoy, me esperaba fuera de las puertas de un penal federal, recargado contra el capó negro y pulido de una camioneta blindada. El sol de Sinaloa resplandecía en los cromos, una luz brillante y cegadora que nunca alcanzaba la quietud helada de sus ojos. Se veía exactamente igual: imposiblemente guapo, brutalmente sereno, un rey con un traje hecho a la medida que probablemente costaba más que el presupuesto anual de toda esta prisión.
Yo era la que había cambiado. La chica que entró, la que lo había amado con cada pedazo fracturado de su alma, estaba muerta. La había enterrado en algún lugar entre el tercer y cuarto año, justo después de una picada en la lavandería por una barra de jabón robada.
—Sofía —dijo, su voz un murmullo grave que una vez hizo que mi corazón se acelerara. Ahora, era solo un sonido. Me abrió la puerta del copiloto—. Se acabó. Te llevo a casa.
Casa. La palabra era una risa amarga que me tragué.
Me deslicé en el lujoso asiento de piel, el aroma de él —sándalo y poder— llenando el pequeño espacio. Era sofocante. Mientras conducía, el silencio entre nosotros se estiró hasta convertirse en algo delgado y letal, un alambre tenso listo para cortar.
Mi mente regresó a esa noche. La noche en que mi mundo se acabó.
Mi hermana adoptiva, Ximena, estaba drogada, fuera de control. Había tomado mi coche y atropellado a un pez gordo de la familia Beltrán, destrozando la frágil tregua que el padre de Dante había negociado. Una vida por una vida. Esa era la ley de nuestro mundo. Una venganza de sangre se avecinaba.
Pero la familia Garza no podía permitirse una guerra. Y Ximena, mi hermosa y frágil hermana, fue considerada demasiado preciosa para ser sacrificada.
Así que me eligieron a mí.
—Solo son siete años, Sofía —me había susurrado mi madre, Isabel, con sus manos frías sobre mis hombros—. Un pequeño sacrificio para evitar un baño de sangre.
Mi padre, Marco, había sido más directo.
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