Me apresuré a prepararme para la primera fiesta de celebración de la vuelta al cole, solíamos llamarla el ritual del año escolar, pero no era más que una excusa poco convincente para que los jóvenes se atiborraran de comida. El reloj marcaba las 18:50, si no terminaba en menos de cinco minutos llegaría tarde. Estaba rizando frenéticamente mis rizos para terminar más rápido, lo cual no estaba funcionando, hasta que el crujido de la puerta me despertó y me hizo dejar de rizar el pelo. Por un breve momento pensé que era mi madre, hasta que Felipe entró por la puerta.
- Hola, ya estás aquí - sonreí al verle entrar en mi habitación.
- Sí, mi princesa, estás muy guapa. - Dijo tirando de mí por la cintura.
Llevaba un vestido negro que resaltaba mis curvas, el maquillaje era ligero, sólo utilicé una base de maquillaje y un delineador de ojos de gatito, junto con un lápiz de labios morado, que combinaba mucho con lo que llevaba.
- ¡Pareces un príncipe, como siempre! - Le devolví el cumplido.
- Sabes que me encanta cuando me haces un cumplido, ¿verdad? - preguntó, susurrando, lo que me puso la piel de gallina.
- En cuanto le contesté, comenzó un beso, tranquilo y lento, sin ninguna prisa, que me hizo jadear, él conocía en todos los sentidos cuales eran mis puntos débiles, y su suave beso era uno de ellos, estaba locamente enamorada de él, pero como todo lo bueno dura poco, el beso se acabó por la maldita falta de aire.
- Vamos o llegaremos tarde", advirtió.
Me miré por última vez en el espejo y me arreglé el pintalabios que acababa de manchar y tras coger mi bolso bajamos juntas al piso de abajo donde me despediría de mi madre. La sala de fiestas estaba a treinta minutos en coche de mi casa y a una hora andando, pero llegaríamos rápido ya que Felipe vino en su coche. Cuando llegamos a la planta baja mi madre estaba viendo una película con un cubo de palomitas en la mano, esto era lo que más hacía cuando echaba de menos a mi padre.
- Mamá, ya nos vamos. Prometo volver antes de medianoche. - Advertí
- Muy bien, hija mía, ten cuidado en el camino de vuelta y no consumas demasiado alcohol -Mi madre habló como si me rogara.
- No te preocupes, yo la cuidaré bien, suegra -le tocó el turno a Felipe, y si por él fuera, no tocaría ni una gota de alcohol en mi boca, porque conocía perfectamente mi relación con el alcohol.
- Entonces confiaré en ti, Felipe.
- No te preocupes Doña María.
- ¡Adiós mamá, hasta luego!
Después de despedirme de mi madre, nos dirigimos a su coche y, tras abrir la puerta, pude sentarme. Eduardo era dos años mayor que yo, lo que traía pequeñas ventajas, por ejemplo, podía conducir y llevarme a algunos lugares que le pedía sin necesitar el chofer particular de mi familia. Le habían regalado el coche por su decimoctavo cumpleaños, era lo suficientemente responsable como para conducir un coche.
Nos conocimos en el primer año de la escuela secundaria, en exactamente tres meses estaremos saliendo por dos años y nuestra fiesta de compromiso también sucederá, él me había pedido oficialmente en la fiesta de fin de año, lo que me hizo muy feliz. A diferencia de lo que la gente piensa, mi vida no fue tan buena como mi familia la hace parecer. Mi padre es un juez de renombre en nuestra ciudad, lo que le lleva a realizar varios viajes a lo largo de los días, dejando sola en casa a su supuesta esposa perfecta y a una hija sana, lo que era mentira, mi madre no era más que una mujer triste e infeliz y una hija depresiva.
Felipe me devolvió lo que mi padre me había quitado, mi felicidad. En estos casi dos años estaba volviendo a ser quien era antes, una chica sonriente, a la que le gustaba ayudar a la gente, pero como consecuencia de los actos y atrocidades del padre me había cerrado al mundo, y sólo quedaban a mi lado los mejores amigos.
- ¿En qué has pensado tanto? Ni siquiera te pareces a mi prometida - preguntó Felipe riendo, sacándome de mis pensamientos.
- Sobre las cosas de mi vida y cómo me ayudaste a mejorar - fui sincero.
- Y siempre estaré a tu lado, para ayudarte cada día más - dijo lo que hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas y luego me hizo abrir una enorme sonrisa.
- Gracias por estar siempre conmigo". Me dio un largo beso nada más terminar la frase, lo que me hizo sonreír tontamente.
Nada más llegar al lugar, ya se oía la música a todo volumen y algunos adolescentes ya borrachos en la puerta de la casa donde se celebraba la fiesta. Fuimos juntos al parking y cuando salimos del coche, no tan cerca de la fiesta, había una chica de gafas profundas acorralada por dos chicas del grupo de baile, patética la chica nueva, ¿qué había hecho para cabrear a Aline tan rápido?
- No deberías hacerle esto -Felipe apareció mágicamente al lado de la chica haciéndome sentir un poco celoso, ¿en qué momento se fue de mi lado y no me di cuenta?
- Corta eso Felipe, esa ciega derramó refresco en mi falda, quédate en el lado en el Trix que es mejor que tú - dijo Aline enojada.
- ¡Vamos amor, esto no es asunto nuestro! - Lo atraje hacia mí.
- Pero no te gustaría que esto le pasara a tus amigos, ¿verdad? - preguntó en voz baja, lo que me hizo fruncir el ceño.
- Somos demasiado populares para que eso ocurra, ¡vamos! - Acabé ordenándole, lo que le hizo parecer asustado, e incluso yo me asusté por la forma en que había hablado.
Pisé con firmeza el suelo, aquella escena me había molestado, era raro que defendiera a alguien tan bien como responderme, más aún a una completa desconocida como aquella chica. Nada más entrar en la casa, el lugar estaba lleno de pelotas y vasos de bebidas en las mesas, y de lejos pude ver a mis amigos, lo que me hizo sonreír y saludar ligeramente.
- Mis amigos están en la mesa de las bebidas, hablaré con ellos y nos encontraremos pronto -advertí
- No olvides que tenemos que volver antes de medianoche.
- No te preocupes, antes de las 10:00 me reuniré contigo -me despedí con un beso y fui a reunirme con mis amigos y él se encogió de hombros.
Me acerqué y veo a Lucas devorando un vaso de bebida y como siempre la victoria quejándose de él, sabía lo frágil que era y aun así intentaba beber.
- Por supuesto que estaríais aquí -dije riendo.
- Este idiota sabe cómo es cuando se trata de beber y todavía se pone así -Victoria le golpeaba la espalda mientras se atragantó con su bebida.
- Sólo tiene diecisiete años y ya está así, ¡tu hígado puede soportarlo! - Cada vez que Lucas ingería alcohol, aunque fuera una pequeña cantidad, vomitaba horriblemente, por no hablar de que también se emborrachaba rápidamente.
- Mira quién habla, tú tampoco soportas nada, Beatrix -rebatió, lo que me hizo levantar las cejas por su atrevimiento.
- Qué atrevido.
- ¿Dónde está Felipe? ¿No viniste con él? - preguntó Victoria mientras lo buscaba.
- Sí, probablemente esté con sus amigos ahora mismo.
Lucas estaba sentado en una silla de madera a nuestro lado, estaba adormilado aún con todo el ruido que hacía, pero cómo podía hacerlo, por Dios, pero lo sabía, ya era el efecto del alcohol en su cuerpo y el siguiente paso era esperar el vómito.