La segunda oportunidad en el amor
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
El regreso de la heredera adorada
Enamorarme de ella después del divorcio
El lamento de amor
Divorcio denegado: el CEO frío no me deja ir
El Contraataque del Multimillonario Disfrazado
Atraído por mi mujer de mil caras
La Novia Más Afortunada
Cuando comencé la preparatoria, me sentía muy aterrada no solo por comenzar en otra ciudad lejos de mis amigos, de casi toda mi familia. Sabía que no tendría muchos amigos, porque no se me daba muy bien el concepto de hacerlo.
Todavía recuerdo aquel día, caminaba por los pasillos buscando mi salón, cuando él apareció en mi camino. En ese momento el mundo se detuvo para mí, quedé perdidamente enamorada de él sin que me hubiera dicho una palabra.
Cuando lo vi acercarse a mí con una sonrisa, mi corazón se detuvo, mi respiración comenzó a fallar, me encontraba tan aterrada que las palabras no hubieran salido de mi boca.
Nunca sentí tanta vergüenza en mi vida como aquel día, tuve que reunir tanto valor para dedicarle una sonrisa, repitiendo una y otra vez, dentro de mi cabeza lo que tenía que decir, un saludo rápido y conciso. Pero no pude decir nada, ya que solo pasó a mi lado ignorándome por completo, volteé de inmediato notando que se encontraba saludando a una mujer que estaba a unos metros de donde me encontraba, bajé la mirada cuando me di cuenta de que esa sonrisa no había sido para mí, para tratar de no sentir tanta vergüenza comencé a caminar casi corriendo por el pasillo.
Luego de unos minutos logré llegar a mi salón, fui presentada delante de todos, pensé que todo el salón me trataría diferente, de que me harían a un lado, pero no fue así. Fui aceptada como una vieja amiga que volvía al colegio, me hicieron sentir como parte de ellos.
Cuando nos encontrábamos en el receso, algunos compañeros fueron lo suficientemente amables de llevarme a recorrer las instalaciones del colegio. Al caminar por los pasillos de los salones de último año, pude verlo salir de un salón, me quedé examinándolo por unos segundos logrando que mis compañeros se dieran cuenta del rojo de mis mejillas.
Mi vergüenza creció aún más cuando me dijeron que se trataba de un profesor, el señor Fiore impartía las asignaturas de Física, Matemáticas, Economía e Historia, era uno de los profesores más cascarrabias del colegio, podía entenderlo por cómo había sido recibida, estoy segura de que tenía que ser muy autoritario para lograr mantener a raya a todos sus alumnos. Pero todos, absolutamente todas las personas que se encontraban acompañándome, lo describían como un dictador, alguien que los odiaba que solo iba a su salón para impartir su clase, y largarse.
Una chica hizo una broma acerca de que nunca lo habían visto sonreír, sin pensarlo mucho dije que lo vi hacerlo. Para no sentirme tan abochornada, tuve la suficiente confianza de decirles lo que había sucedido, pero claro sin mencionar que me había parecido el hombre más atractivo del mundo.
Cuando llego el viernes me encontraba un poco inquieta, tendríamos física, con el profesor Fiore. Melanie mi nueva amiga no paraba de observarme, luego de unos días pude decirle lo que sentía, pero pidiéndole que no se lo dijera a nadie que lo mantuviera como un secreto, ella al principio no le pareció raro porque más de una chica del colegio se sentía atraída por el profesor, pero él había sido bastante claro con todas dejándole saber que nunca tendría una relación con una alumna que fuera más allá de las puertas del colegio.
Mi amiga antes de comenzar con la clase me levantó de mi asiento para llevar sus manos a mi cintura, me asusté un poco cuando levantó mi falda descubriendo un poco más mis piernas. Traté de bajar nuevamente la falda, pero ella no me lo permitió, detuvo mis manos para luego decir que: “Así no lograrás llamar su atención”.
Cuando el profesor entró al salón solo dio un corto saludo para caminar al escritorio, llevó su mirada por todo el salón, aproveché ese momento para sacar los libros, pero al levantar la mirada lo encontré contemplándome sin algún temor que lo vieran haciéndolo.
La clase trascurrió con normalidad, en uno de los ejercicios Melanie necesitaba ayuda, pero como no quería pedirle ayuda al profesor me preguntó si yo podría ayudarla. Al terminar los problemas que nos había dejado el profesor Fiore, él se levantó de su asiento para seleccionar a algunos compañeros para que pasaran al pizarrón.
Cuando pasó a mi lado sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, estaba tan cerca que podía sentir su perfume y el calor que emanaba su cuerpo. Cerré los ojos por un momento, pero los volví a abrir cuando dejó caer sobre mi escritorio una tiza blanca, levanté la mirada encontrándome con su penetrante mirada que provocó una incomodidad en mis partes íntimas que traté de detener presionando mis muslos.
Me levanté para caminar hacia el pizarrón para resolver el último problema, mis manos estaban temblando no por frío o por los nervios, sino porque todavía sentía su mirada sobre mí. Al conseguir el resultado del problema, el timbre comenzó a sonar dejándonos saber que la semana de clases había terminado, y que comenzaba el tan esperado fin de semana.
En un abrir y cerrar de ojos el salón se encontró casi vacío, solo quedábamos nosotros tres. Mi amiga se apresuró a arreglar sus cosas, yo traté de hacer lo mismo, pero la voz del profesor Fiore me detuvo.
Con un poco de miedo caminé hasta su escritorio, mientras mi amiga se encontraba en la entrada del salón esperándome.
—Bájate la falda —mi corazón se detuvo al escuchar eso —La llevas muy corta.
Nunca había creído en el amor a primera vista, ni en los cuentos de hadas, pero al ver al profesor Fiore, me sentía en casa.
Pasé mi primer año en ese colegio viéndolo, esperando que lo había comenzado a sentir por el profesor Fiore desapareciera, pero eso nunca sucedió.
Al llegar a mi segundo año en el colegio quise hacer algo diferente, quería que me notara, que supiera que existía. Como una acosadora comencé a buscar alguna excusa para estar cerca de él.
Un día cuando me encontraba entregando unos papeles en dirección, logré escuchar que era su cumpleaños, tuve que hacer un poco de tiempo hasta que conseguí escuchar su edad, y que a pesar de tener 31 años todavía se mantenía soltero.
Ese día al salir del colegio corrí a casa, tomé mis ahorros y volví a salir en busca del mejor regalo del mundo. Luego de mucho caminar, entrar a tiendas, no convencerme con nada, comencé a preguntarme si el regalo perfecto existía.
Me decidí por un hermoso reloj, pero cuando intenté comprarlo me di cuenta de que mis ahorros no pagaban ni la mitad de su valor. Tuve que volver a casa con las manos vacías, sintiéndome triste por no tener el dinero para comprar ese reloj, ya me había imaginado al profesor Fiore usándolo con esas camisas preferentemente planchadas que siempre solía usar.
Estaba segura de que mis padres no me darían tanto dinero para un regalo, así que tendría que buscar la forma de conseguirlo. Al cabo de unos días logré conseguir trabajo en una pequeña tienda que le pertenecía a los abuelos de Melanie, por los cálculos que había sacado, tendría que trabajar durante unos meses para reunir el dinero que me faltaba para comprar el reloj.
Mi trabajo era prácticamente limpiar, reponer los productos y solo de vez en cuando me encargaba de la caja.
Luego de unos meses de mucho trabajo al fin pude recaudar el dinero, solo tendría que trabajar la última semana del mes. Ya se me había hecho costumbre salir corriendo del colegio cuando finalizaban las clases, para llegar a tiempo a mi labor diaria.
Me encontraba agregando algunos productos al estante cuando ese aroma llegó hasta mí, conocía muy bien esa colonia y a quien pertenecía. Al girar me encontré con el profesor Fiore caminando por el pasillo, nunca tuve ganas de meter mi cabeza dentro de una caja, como en ese momento.
—Disculpe —cerré los ojos rezando para que no lograra reconocerme —¿Dónde se encuentran los duraznos en almíbar?
—Del otro lado del pasillo, señor —traté de distorsionar un poco mi voz, para que no me reconociera.
—Muchas gracias, señorita Brown —estampé mi cabeza contra el estante —No olvide la tarea del viernes, que tenga buen día.
Luego de aquel acontecimiento estuve escondiéndome del profesor Fiore durante lo que quedó de esa semana, al llegar el viernes no pude hacer nada para evitarlo. Un poco avergonzada tuve que soportar la clase del profesor, trataba de no observarlo por mucho tiempo, ya que recordaba aquel día donde me encontró en el trabajo.
Al finalizar su clase, ya no hacía falta que saliera corriendo porque mi trabajo ya había finalizado. Mi amiga me tomó del brazo para caminar a la salida, me detuve en medio del salón cuando él me pidió que me quedara un momento, Melanie solo se fue, sin esperarme cerrando la puerta detrás de ella.
—No la vi en su trabajo, señorita Brown —me di la vuelta para verlo —Si me hubiera dicho que tenía trabajo después de la escuela, me hubiera asegurado de no ser tan exigente con las tareas.
—Era un trabajo temporal, señor —levantó su mirada —Ya no trabajo en ese lugar.
—Tu trabajo fue uno de los mejores —me tendió mi hoja —Felicidades.
—Gracias —lo tomé con un poco de nervios —No vemos.
Salí corriendo con una sensación rara en mi vientre, observé la hoja donde había un pequeño mensaje en la parte superior “Los duraznos en almíbar estaban vencidos, solo por eso tienes medio punto menos”.
—9,50 — bajé la hoja sin poder esconder una sonrisa.
Cuando compré el reloj trataba de buscar alguna forma de darle el regalo, sin que supiera que se trataba de mí, por supuesto.
Tuve que llegar antes al colegio para dirigirme al salón donde tendría clases en unos minutos, esperé un momento cerca del salón, rogando para que saliera por un café o algún lugar, que me dejara suficientemente tiempo para poner el regalo entre sus cosas.
Sentía que mi corazón se iba a detener en cualquier momento, cuando lo vi salir del salón con dirección a la pequeña tienda para comprar un café, supe que mis ruegos habían sido escuchados.
Abrí con mucho cuidado su maletín para dejar su regalo junto con una nota deseándole feliz cumpleaños. Antes de salir del salón mi mirada se puso en un libro que se encontraba en el escritorio, sin pensarlo mucho lo tomé, saqué velozmente una pluma para dejar un pequeño mensaje en la última hoja del escrito.
“Mis días son mucho más lindos desde que apareciste en mi vida”.
PD: Me gustas.
Dejé el libro nuevamente en su lugar para salir corriendo, desde una distancia prudente pude ver como notó ese envoltorio de regalo en su maletín, y la expresión de confusión que puso cuando encontró el regalo. Al ver la sonrisa que dejó asomar por sus hermosos labios, fue la recompensa que tuve, de todos aquellos días de trabajo.
Al día siguiente esperé poder ver el reloj en su muñeca, pero no lo utilizó, por un momento pensé que no le había gustado, así que armándome de mucho valor dejé una nota en su escritorio preguntándole si no le había gustado mi regalo.
Cuando el profesor Fiore vio la nota en su escritorio llevó su mirada a todo el salón, con una expresión de molestia, tomó la anota para hacerla bolita arrojándola en el cesto de basura.
Ese día volví a mi casa muy triste, me arrojé en mi cama a llorar, sintiéndome una completa idiota. Pensando que mi regalo también había terminado en la basura como aquella nota. Durante los meses que quedaron de clase, terminaba escondiéndome del profesor Fiore.
Cuando llegó mi último año, mis asignaturas con el profesor Fiore habían aumentado, eso quería decir que no me podría seguir ocultando de él. Traté de que todo volviera a la normalidad dentro de mí, pero mi corazón seguía latiendo cada vez que lo veía.
Mi corazón se terminó de romper cuando los rumores de que el profesor Fiore tenía una relación con una compañera de trabajo llegaron a mis oídos. No pude contener mis lágrimas en ese momento, cuando mis compañeros comentaron que ella le había regalado un reloj bastante costoso por su cumpleaños.