UN AÑO ANTES
Evangeline miró a los dos hombres delante de ella, extremadamente altos y
musculosos quienes la observaban con una sonrisa burlona. Enseguida supo que iba a morir, sus piernas temblaban y no hizo más que retroceder, fue entonces cuando sintió a otro más detrás de ella. Gimió aterrada e involuntariamente giró la cabeza encontrándose con un par de ojos índigo que hicieron que su pulso se acelerara incluso más que anteriormente cuando había corrido para alejarse de ese par de hombres. ¡Estaba perdida!
Ese hombre estaba hecho para el pecado, podía ver que su cuerpo fibroso a través de la ropa era más alto que el par a sus espaldas, quizás un metro noventa. De su rostro apenas podía ver su perfil por la luz de la luna que apenas llegaba, sin embargo lo poco que vio hizo que su garganta se secara.
¿Podría haber un hombre más guapo en el mundo? Como decía su hermana ¡Era caliente como el infierno! ¿Es real?
Se preguntó Evie, estaba allí ante ella tan imperturbable y en un silencio tan aterrador que la hizo volver a la realidad.
¡¿Por qué seguía allí comiéndose a ese hombre con la mirada cuando lo que debía hacer
era huir?!
Estaba claro.
Él la había dejado sin defensa alguna al mostrarse ante ella con ese bello rostro de ángel oscuro.
¡Maldita fuera su suerte, ese día ni siquiera se había pintado los labios!
¡Basta de tonterías Evie! -Se reprochó- ¡No quieres llamar su atención, sólo quieres huir! ¡Huye!
Pero la verdad era muy distinta a la realidad.
Nuevamente giró su vista hasta los hombres que la habían perseguido anteriormente y dio un paso para escapar pero tan rápido como lo hizo ambos estaban en segundos a su lado.
Para su sorpresa no la tocaron porque el hombre con el que se había quedado embelesada los había golpeado en un parpadeo dejándola completamente estupefacta. ¿No era uno de ellos? Se preguntó sorprendida.
Cuando él apartó la vista de ambos sus ojos se fijaron en ella una vez más y un destello brilló en ellos.
—No deberías estar sola a estas horas de la noche.
Pero Evangeline ni siquiera podía articular palabras, su presencia era tan imponente que de cierta forma la intimidaba un poco.
Como si él pudiera leer sus pensamientos sonrío tendiéndole la mano y antes que fuera consciente de lo que hacía, ella la tomó.
Algo saltó entre ellos como una especie de magnetismo, oculto ante los ojos de ella pero
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claro antes los de él.
Draco apretó los dientes al sentir sus dedos de seda abrazarse a su mano.
Él ansiaba su toque más que nada en el mundo pero no podía asustarla ahora que la había encontrado.
Esa mujer sería su tesoro y la cuidaría del mundo entero incluso si eso significaba su propia destrucción.
—Muchas gracias por salvarme —habló mediante un titubeo.
Su tono de voz dulce lo encendió por completo sumándole el olor a vainilla que desprendía de su piel.
Sonrió tratando de frenar su libido, la haló y pronto salieron de aquel callejón oscuro llegando hasta su auto.
—Es mi deber salvar a las chicas hermosas del peligro —dijo con diversión a lo que ella respondió con una sonrisa y un sonrojo absolutamente adorable—, permítame escoltarla a su castillo, princesa.
Su voz ronca sonó como una caricia que le tocaba el alma, lo sintió tan cerca que se estremeció.
Ella nunca había sido tan atolondrada, intrépida y mucho menos confiada como sus hermanas pero algo en él le quitaba el recelo, le daba confianza.
Por una vez dejaría de ser la prudente de las hermanas Rain, aunque después de todo él la había salvado, se merecía su confianza ¿O no?
—Soy Draco, prometo llevarte sana y salva a casa, además de mantener las manos alejadas de ti… a menos que no quieras eso.
Evangeline se ruborizó furiosamente mirándolo como si no creyera lo que acababa de decir.
—Yo...soy Evangeline ¡Y definitivamente quiero que mantengas las manos alejadas de mí!
Pero aquello era mentira y ambos estaban conscientes de ello.
¡Estaba en casa!
Su corazón se agitó enseguida por la emoción y los nervios que sintió al ver a través del
cristal de la ventana el inmenso lugar al que llamaría hogar a partir de ese momento. 6 Siempre había soñado con casarse con un hombre como Draco, caballeroso, educado, seductor, guapísimo y con ese toque de misterio que lo hacía aun más tentador ¡Y los dioses la habían escuchado!
Ahora se encontraba felizmente casada con ese hombre quien sonreía al verla con la mirada fija en la entrada.
Junto con llegar Draco abrió la puerta para ella quien no pudo evitar removerse ansiosa por conocer a la familia de su esposo mientras que él lucía tan relajado y seguro como era de costumbre.
Evangeline dirigió su mirada alrededor, el lugar parecía tranquilo pero un aire de frialdad y oscuridad lo envolvía haciendo que ella frunciera el ceño, nunca pensó que un hombre tan cálido como Draco pudiera vivir en un sitio tan sombrío.
Sacándola de sus pensamientos él tomó la mano pequeña de ella y sin titubeos entró por la gran puerta.
De repente un escalofríos cruzó por su piel ocasionando que se intimidara no obstante sabía que debía acostumbrarse pues a partir de ese momento ese sería su hogar.
Draco quien era consciente de la inminente lucha que tenía su esposa entre correr y aferrarse a él le apretó la mano para después llevarla a la amplia sala donde estaban cinco personas que formaban parte importante en su vida.
Sabía que ella estaría nerviosa porque no tenía ni idea de cómo la iban a recibir en casa, si ella supiera que era importante que estuviera allí para todos ellos, pero podía entender su duda ya que a pesar de que ambos se habían casado Draco no invitó a nadie de su familia, sabía que la pregunta que rondaba por su cabeza era si su familia aprobada su matrimonio.
Ella no tenía porque saber que le deba igual lo que ellos pensaran de ambos sencillamente porque ellos se pertenecían el uno al otro y nadie nunca podría separarlos ni siquiera las necedades de su familia.
—Evangeline, esta es mi familia, Ziam mi hermano, Chrysanthe y Cyrene mis primas, Kyrios mi mejor amigo y Rhodo mi tía, ya les había hablado de mi esposa.
Un silencio incómodo se formó y bajo las miradas críticas de la familia de Draco, en ese momento se sintió una completa intrusa siendo escudriñada bajo esas miradas se ruborizó notablemente y se removió sin soltar la mano salvavidas de su esposo antes de atreverse a hablar.
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—Estoy encantada de estar aquí al fin.
Pero nadie respondió ante su titubeo sin embargo no dejaban de mirarla con el ceño fruncido como si le reprocharan algo en silencio. Fácilmente se daba cuenta de que no les gustaban en absoluto su presencia allí, mucho menos que estuviese casada con Draco.
Entonces su esposo entró en escena halándola.
—Vamos. 7 Soltó su mano y envolvió la de él en su estrecha cintura conduciéndola por un pasillo oscuro como casi todo en esa casa que la ponía de nervios.
¿Quién pintaba las paredes de negro? Sumándole que mantenían las ventanas tapadas con gruesas cortinas vinotinto que no dejaban entrar ni siquiera un rayo de luz.
— ¿Por qué esto está tan oscuro Draco? Me estoy poniendo nerviosa.
Le escuchó reír e inevitablemente ella misma sonrió, adoraba su risa ya que pocas veces podía deleitarse escuchándola, sólo cuando estaban a solas cosa que nunca había entendido de él.
—Este es el estilo de mi prima Chrysanthe —aclaró Draco—, cuando quieras puedes cambiar todo.
— ¿En serio? —preguntó con ojos brillantes.