Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Novia del Señor Millonario
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
El réquiem de un corazón roto
El dulce premio del caudillo
No me dejes, mi pareja
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Los Mellizos del CEO
Música: Private Emotion, Ricky Martin
Septiembre de 2017
Virginia no podía dormir, los recuerdos se agolpaban en su memoria. Llevaban allí mucho tiempo, escondidos, como adormecidos. Despertar esos recuerdos, implicaba un viaje a lugares muy dolorosos. Lugares a los que no deseaba regresar. No sabía si podría soportar poner en palabras todo lo que necesitaba decir.
Esa mañana su hija de 13 años, le había pedido conocer todos los detalles de su llegada al mundo. La joven había pasado meses recopilando datos a través de su abuela, que se mostraba todo lo esquiva que podía. En unas horas la niña regresaría a su hogar buscando respuestas. Después de todo las necesitaba, eran su historia también. Si bien siempre supo quién era su padre, no lo conocía, para ella era un fantasma de una foto, del cual no se hablaba mucho , salvo en contadas ocasiones y de manera superficial.
Detrás del silencio de su madre, había una historia llena de pasión que había cambiado el curso de la vida de Vir y la había llevado a vivir el amor más grande que había conocido.
Virginia trató de no llorar, aunque tenía atragantada una angustia que hacía mucho tiempo no sentía con esa fuerza. Caminó despacio hacia la planta baja donde estaba su estudio, abrió la caja fuerte , de allí sacó una caja de madera, con dos iniciales grabadas “V & G”, Roma 2004.
Sabía que una vez que la abriese, todos los recuerdos volverían a golpearla con intensidad, pero debía hacerlo. La abrió lentamente; mientras revisaba los papeles, encontró el anillo dorado entrelazado a uno más pequeño, ambos grabados. Faltaba una tercera pieza, que es la que llevaba colgada en una cadena dorada desde hacía años, desde siempre, según recordaba. Abrió su relicario, una hermosa pieza plateada en una larga cadena, lo usó desde los 18 años y durante mucho tiempo. El relicario tenía una foto de ella jovencísima junto a un hermoso joven rubio, muy alto y con ojos de cielo. La foto había sido tomada en una playa preciosa, ambos sonreían felices.
Los recuerdos se presentaban desordenados en su mente mientras tomaba una hoja, era una carta, comenzaba diciendo “mi pequeña, sos todo lo que está bien en mi vida, soy el hombre más feliz del mundo desde el día que te conocí” … no pudo seguir, las lágrimas se apoderaron de ella. Lágrimas amargas, que sabían al dolor de la ausencia más larga, contenidas durante mucho tiempo, tanto que se habían convertido en parte de su alma.
Cerró la cajita y por primera vez en años, la abrazó atesorándola contra su cuerpo y subió a su habitación con ella, mientras pensaba por dónde empezar a contarle a su hija. Si, alguna vez había sido muy feliz, la niña era el resultado de un amor maravilloso, merecía saberlo todo.
La primera luz de la mañana la encontró sin haber pegado un ojo. Su memoria, la había llevado por un recorrido de su vida, que preferiría no haber tomado. El sabor agridulce de los recuerdos, le habían provocado un persistente insomnio. Había intentado escuchar música y prepararse una infusión, pero nada resultaba. La angustia había persistido durante la noche sin darle tregua. Esa vieja enemiga que alguna vez había amenazado con quedarse para siempre. Continuó dando vueltas en la cama mientras las imagénes se apoderaban de su mente. A toda velocidad recordaba los días en los que la felicidad era una constante, donde la vida se presentaba simple ante ella. Los días donde el futuro incierto era una promesa de una vida de a dos.