Xiang Si
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Libro y Cuento de Xiang Si
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La furia del rechazo: El regreso de una esposa
Gavin Estaba parada frente al Palacio del Ayuntamiento, aferrada a la solicitud de matrimonio, esperando al hombre que había amado durante cinco años. Llegaba tarde. Otra vez.
Esta era la nonagésima novena vez que Damián Garza elegía a alguien más por encima de mí. Pero esta vez, una foto en mi celular lo mostraba sonriendo con su novia de la preparatoria, Sofía Beltrán, la mujer que nunca había superado.
Cuando regresé a su mansión, Sofía estaba acurrucada a su lado, mientras su madre sonreía radiante. Su madre, Cecilia, le dio a Sofía un brazalete, una reliquia familiar, ignorándome como si yo fuera una de las sirvientas. Damián, en lugar de disculparse, me agarró del brazo, acusándome de hacer un berrinche. Todavía creía que tenía el control.
Le mostré la solicitud de matrimonio rota, diciéndole que ya no quería nada de él. Su respuesta fue arrastrarme a mi cuarto, empujarme contra la pared e intentar besarme. Le dije que me daba asco.
Entonces, mi padre se desplomó. Damián, al ver la chamarra que un guardia de seguridad me había dado, se negó a dejarme llevar a mi padre moribundo al hospital, alegando que Sofía estaba teniendo un ataque de pánico. Su madre, Cecilia, ponchó las llantas del coche con un cuchillo y arrojó las llaves a una fuente, riéndose mientras mi padre dejaba de respirar.
Mi padre murió. En el hospital, Damián me estrelló la mano contra la pared, diciéndome que eso era lo que pasaba cuando lo desobedecía. Él todavía no sabía que la cicatriz en mi espalda era del injerto de piel que le doné.
¿Por qué sacrifiqué todo por un hombre que me veía como una propiedad, que dejó morir a mi padre? ¿Por qué me quedé cinco años, solo para que me trataran como basura?
Llamé a Alejandro, mi hermano adoptivo, el director general del Grupo Del Valle. Era hora de volver a casa. Era hora de que Damián Garza pagara por todo. Cinco Años De Mentiras
Gavin Durante cinco años, Mateo dedicó su vida a Elena, la mejor amiga de su difunta madre, quien, tras un supuesto accidente, quedó postrada en una silla de ruedas.
Él, un joven aspirante a chef, pausó sus sueños para cuidarla, enamorado en secreto, soportando sus caprichos y excentricidades.
Pero una noche de tormenta, un diluvio en la Ciudad de México, al regresar con sus "medicamentos especiales", una risa furtiva lo detuvo en la puerta.
Era Elena y su amiga Sofía, y las palabras que escuchó ahogaron su alma: "Claro que sí, todavía no he terminado, faltan las humillaciones. Hoy es la número noventa y nueve" .
La parálisis de Elena, el sacrificio de Mateo, todo era una farsa, una cruel venganza por algo que ocurrió cuando él era solo un niño.
¿Un niño? La culpa. El nombre de Rodrigo. "Ese mocoso tuvo la culpa" , escupió Elena, "por su culpa, perdí mi única oportunidad" .
Cinco años de su vida, borrados. Un amor convertido en cenizas.
La llegada del "Dr. Ricardo" , un actor que remedaba al amor perdido de Elena, y el explícito desprecio de ser reducido a "el que ayuda" , la humillación de una reverencia forzada en el suelo sangrante, desató algo más oscuro.
La ignominia de ser enviado al almacén, la traición definitiva en el callejón, donde fue brutalmente agredido en su nombre; Elena quería el castigo final.
"Es la última vez" , susurró Mateo, con una voz helada en la noche.
Borró a Elena de su vida. Borró el pasado. Se arrojó al vacío, no de un puente, sino de una vida de tormento para renacer de las cenizas.
Con la ayuda de su tía Carmen, Mateo escapó a un nuevo mundo, sanando heridas y encontrando el verdadero amor en Camila.
Pero el pasado no se rendía. Elena, ahora realmente paralítica, reapareció, persiguiéndolo, acosando a Camila, reabriendo viejas heridas.
Fue el momento de la verdad. Mateo la confrontó, pero aquella "pobre víctima" se atrevió a confesar: "Te amo, Mateo" .
La palabra "asco" fue la única respuesta a tanta depravación, a tanto tormento.
Fue el final. Su última petición: "Desaparece" .
La promesa de una vida nueva, sin sombras, en los brazos de Camila, mientras los fantasmas del pasado finalmente encontraban su propia justicia. Ruinas de un Amor de Siete Años
Gavin Estaba todo listo para la noche perfecta.
Siete años con Luciana, mis amigos en el salón, la cena preparada y en mi bolsillo, el anillo.
Pero Luciana no llegó.
La llamé y una voz arrogante, ajena a ella, me respondió: era Iván, su protegido.
Dijo que estaba "ocupada" ayudándole en su estudio.
Minutos después, el golpe de martillo llegó: una publicación en Instagram de Iván, una foto de Luciana riendo con la leyenda "¡La musa perfecta! ¡Enamorado! ❤️".
El aire se me escapó de los pulmones, la humillación me asfixió.
Cuando ella apareció, tarde en la noche, actuó como si nada, me pidió la cena y luego, ante mi ultimatum de quedarse o irse con él, me tachó de celoso y posesivo antes de cruzar la puerta, de su brazo.
¿Cómo podía una persona ser tan cínica, tan vacía?
¿Siete años de amor para esto?
¿Para ser reemplazado por un aspirante a artista que se atrevía a reírse de mí?
Fue el clavo en el ataúd de mi pasado.
Esa misma noche, decidí que no había nada más para mí en Sevilla.
Tomé la maleta y me marchaba, dejando atrás los escombros de lo que creí que era mi vida.
Pero lo peor de su traición, estaba aún por llegar.