PARTE 1
Con esta pequeña historia sabrán donde todo empieza y los sueños que nuestros protagonistas han tenido toda su vida...
En una tierra lejana, donde la magia envolvía al mundo, donde los brujos, ángeles, demonios, hadas y un sinfín de diferentes criaturas tenían sus propios dominios y podían coexistir de alguna manera, aunque siempre corría el peligro de desaparecer.
Una noche una joven y poderosa bruja llamada Aneysha salió a recoger diversos ingredientes que solo se podían encontrar cuando la luna estaba en su gran esplendor, como era en ese momento.
Cuando tomó el sendero desde su cabaña hasta la montaña de los deseos, fue imposible para ella no admirar el paisaje, esa noche la luna aclaraba todo, le daba un toque más mágico de lo que era, se sentía diferente, Aneysha se dijo que tenía que tener cuidado, porque podría aparecer cualquier criatura en la cual este sea su momento para nacer o evolucionar.
La joven llegó a la cima de la montaña sin problemas y empezó a recoger flores astrales, que son de color gris, contenían un gran poder de sanación, ella era una bruja solitaria sin reglas, podía hacer magia blanca como negra sin problemas.
Cuando ya tenía todos los ingredientes que había ido a buscar, algo le llamó la atención, un pequeño resplandor salía de una cueva, la curiosidad o tal vez algún magnetismo la sedujo para acercarse a saber qué era lo que proyectaba aquella luz.
Entró en el lugar sin miedo, ya que la capa con la que andaba, con solo unas palabras podría volverse invisible y protegerla, mientras se iba adentrando vio plumas doradas en el camino, como también se dio cuenta que la luz se iba apagando poco a poco y si no se daba prisa no sabría qué o quien la contiene.
Al llegar a lugar exacto se encontró con bello ángel hecho un gran hombre, portaba cuatro alas, era un querubín, era difícil toparse con algún ángel en la tierra, este en particular estaba herido, la joven se dio cuenta porque tenia una flecha incrustada en el brazo derecho, sin pensarlo fue corriendo a tratar de ayudarlo.
— Déjame ayudarte — le dijo con voz suave la joven.
Cuando el ángel posó sus ojos peculiares de un color verde pasto, llenos de tranquilidad, magnetismo y un atractivo sin igual, fue imposible para la joven no quedar hechizada, pero también para el ángel, el ver esos ojos violetas de la bruja tan diferente a cualquier otro que hubiera visto, también se sintió atraído sin poder evitarlo.
— ¿No me harás daño? — preguntó el ángel rompiendo la conexión, por dos motivos, sentía mucho dolor a la par de miedo.
— Te prometo que no, solo quiero ayudarte — él confió en ella y asintió — ¿Puedes caminar?
— Poco, pero sí.
— Pues, vamos que te llevaré a mi cabaña — lo ayudó a levantarse con poco esfuerzo, dado que el ángel era grande y fuerte.
— Esconderé mis alas para que caminemos mejor — asintió y quedó maravillada al ver como estas desaparecen con un resplandor dorado.
Caminaron de vuelta por el sendero hasta la cabaña de la joven, ella igual iba pendiente de algún peligro, podría defender al ángel si había problemas.
Llegaron sin inconvenientes, esta le cedió su cama para que él pudiera acostarse y ella tratar con su herida.
El ángel pensó en que la cabaña era muy acogedora, limpia y hogareña, era tosca, hecha de fuertes troncos y forrada con hojas, se veía que un fuerte viento no podría derrumbarse.
— Sacaré la flecha, muerde esta madera para que aguantes el dolor.
— No lo necesito — su seguridad hizo que le creyese.
Ya la joven tenía a un lado unos trapos para limpiar el sangrado y un preparado con la flor gris para ayudarlo a sanar más rápido.
— Bien, a la cuenta de tres la saco, ¿listo? — el ángel asintió — Uno, Dos… — y la sacó sin llegar al tres.
El ángel no gritó del dolor, pero si se desmayó, la joven con manos rápidas empezó a tratar la herida y cuando terminó vendo el brazo con maestría.
Sin darse cuenta la joven se quedó mirando al ángel mientras le acariciaba la cara, ella se decía que era demasiado hermoso, su pelo largo negro como la noche con mechones rojos lo hacían ver un guerrero a pesar que su cometido era la plenitud del conocimiento, la joven suspiraba por tanta belleza y sintió como su corazón latía fuertemente como si reconociera que el era el dueño de este, se sintió muy confundida…
El ángel tenía un mes en la humilde cabaña de la joven bruja, sanando la herida producida por la flecha, después de que se la sacaran y administran el medicamento de la flor, el durmió por una semana seguido, por un momento la joven se preocupó, pero se recordó que son seres celeste y que cada quien tiene su forma de sanar, en su caso como Bruja, si la hieren, tiene que esconderse por muchos días, porque se debilita tanto que parece una humana más y sería muy fácil matarla.
En todo ese tiempo los jóvenes no hablaron más allá de pasarle comida y administrarle el medicamento de la flor, pero ya hacía una semana que el ángel estaba completamente sano, callado y mirando al techo perdido en sus pensamientos, la bruja se hacía la que no lo notaba y lo trataba igual, hasta que el decidiera por lo menos decir su nombre o que le atormentaba, pero al pasar tantos días se estaba cansando y decidió que le iba a preguntar, hasta que el al parecer lo notó y antes de que la joven le dijera algo, él empezó a contar su historia.
— Soy un ángel querubín, enviado a la tierra con la misión de investigar a los seres que la habitan, desde humanos, hadas, brujos, bestias… hasta los demonios que se han colado y sin dejar de mencionar a los ángeles que son destinados a vivir entre ustedes.
— Y… ¿Cuál es tu nombre?
— ¿Mi nombre? — el joven sonríe — tanto tiempo sin decirlo ni usarlo, cuando fui creado no me colocaron un nombre, pero cuando llegué aquí hace ya unos largos años, un ser humano muy especial me nombró Kaspian, y como me gustó decidí dejarlo.
— Kaspian… es muy lindo y se parece a ti.
— ¿Por qué lo dices? — preguntó curioso el joven ángel.
— Pues… te ves como un guerrero, fuerte y valiente, como el nombre transmite — al joven ángel se le iluminan sus hermoso ojos verdes y la bruja se siente avergonzada por tan intensa mirada.
— ¿Y el tuyo cual es? — esta vez el joven decide levantarse de la cama y sentarse al lado de la bruja.
— Mi nombre es Aneysha, mis padres, que el señor oscuro los tenga a su lado, me pusieron ese nombre al nacer.
— Lo siento por tu perdida.
— Mas lo siento yo, que murieron por protegerme.
— Creí que los brujos se protegen entre sí — dijo confuso Kaspian.
— No cuando eres diferente — murmuró la bruja.
— ¿Cómo así? — el ángel se sentía confundido, pero la joven no quería contarle sobre ella, además él no había dicho porque estaba herido o que pasó.
Aneysha se levantó ignorando completamente la pregunta del ángel, este entendió que no tenían la suficiente confianza para hablar de sus vidas o lo que han pasado.
Con los días compartiendo juntos la Aneysha sentía una fuerte atracción por el ángel y éste a su vez también, pero ninguna daba un paso, porque lo veían de una forma que no debería suceder por ser “diferente”, al menos es lo que pensaba el ángel.
A los tres días ya la bruja estaba cansada de que Kaspian no le dijera si estaba en peligro o que iba hacer, porque el se estaba acomodando mucho y al parecer no quería irse de la cabaña que ella con mucho esfuerzo y magia logró que nadie pueda encontrar.