Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
El réquiem de un corazón roto
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
El dulce premio del caudillo
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
La tormenta apareció en el horizonte, como un oscuro pronóstico del caos que sobrevendría en la vida de Laura. Apenas podía creer las palabras que acababa de escuchar de su marido, Daniel. Su corazón se apretó, sus manos temblaban por lo que estaba por suceder. El torbellino de emociones que se estaba formando dentro de Daniel era tan intenso como la lluvia que comenzaba a caer afuera. Sabía que estaba a punto de romperle el corazón a su amada esposa, Laura, pero sentía que no tenía otra opción.
Esa noche, después de acostar al pequeño Pedro, Daniel se sentó junto a Laura en el sofá de la sala, tomándole las manos temblorosas. El silencio en el ambiente solo aumentó la tensión en el aire.
— Hola Laura. — comenzó Daniel con la voz ahogada. — Necesito decirte algo muy difícil, pero importante, para ti y para mí.
El corazón de Laura comenzó a acelerarse al intuir lo que se avecinaba. Su mirada se encontró con la de Daniel, buscando alguna señal de esperanza. Su rostro revelaba una mezcla de tristeza y culpa.
— Conocí a alguien más. — confesó Daniel, su voz sonaba débil. — No reemplaza lo que tenemos, pero despertó sentimientos que no podía ignorar.
Laura sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies, mientras las palabras de su marido resonaban en su mente. Era como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.
— Sé lo doloroso que es esto para ti y no hay palabras que puedan describir cuánto lo siento. — continuó Daniel. — Pero prefiero ser honesto y afrontar las consecuencias, que vivir una mentira y terminar destruyendo todo lo que hemos construido juntos.
Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de Laura, mientras la tristeza la invadía. La sensación de abandono era tan abrumadora que parecía asfixiante. Pensar en criar sola a su hijo era una realidad que nunca imaginó que tendría que afrontar.
— ¿Cómo pudiste hacerme esto, Daniel? — Ella sollozó. — Juramos ser fieles unos a otros, en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud. ¿Cómo puedes abandonarme así?
Daniel tomó el rostro de Laura entre sus manos, tratando de secarle las lágrimas. Su propio corazón estaba desgarrado por tener que tomar esta decisión.