Novia del Señor Millonario
Cariño, déjalo y ven conmigo
El regreso de la esposa no deseada
Yo soy tuya y tú eres mío
Tesoro de CEO
Mimada por el despiadado jefe clandestino
La segunda oportunidad en el amor
La venganza de la heredera genio oculta bajo la máscara
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Mi encuentro con un misterioso magnate
Una mujer con camiseta blanca y jeans salió con una maleta de la estación de tren de Douburgh.
Su delicado rostro enrojeció ligeramente bajo la luz del sol, momento en el que se colocó un mechón rizado detrás de las orejas. Era una mujer de ojos brillantes, nariz delgada y labios color cereza que contaba con una belleza natural.
"¡Hola! Es usted Annabel Hewitt, ¿verdad? Soy el chófer enviado por la familia Benton".
Annabel asintió antes de seguirlo hasta el auto sin más, pues estaba agotada.
Durante el trayecto, el hombre lanzó miradas furtivas a la mujer, quien cerró los ojos mientras descansaba en el asiento trasero.
Esta era la prometida de Rupert Benton.
El soltero más codiciado de la ciudad tenía solo veintiún años y ya era el CEO del Grupo Benton, lo cual le hacía destacar entre sus iguales. Además, era una persona vigorosa, ingeniosa y sensata, lo que provocaba que mucha gente del mundo de los negocios le tuviese miedo.
Su abuelo, Bruce Benton, fue quien se encargó de buscarle una esposa, y eligió a Annabel, una chica de campo.
Con las manos en el volante, el chófer echó otro vistazo al rostro inocente de la joven y chasqueó la lengua, imaginando lo mal que lo pasaría como miembro de la familia Benton.
Annabel abrió lentamente los ojos y observó la extraña ciudad con una expresión tranquila.
Muy pronto, el automóvil llegó a la residencia de la familia Benton, y el chófer se encargó de su equipaje.
Annabel apenas puso un pie dentro de la casa cuando apareció una mujer bien vestida que la examinó de pies a cabeza con una mirada de absoluto desdén.
"¡Tracy!".
"Sí, señora Benton".
Nada más recibir la señal, Tracy comenzó a rociar el desinfectante sobre Annabel.
La elegante mujer era Erica Benton, madre de Rupert. "Sus zapatos y cabello", ordenó con las manos apoyadas en su cintura. "Rocíalos también".
El rostro y cuerpo de Annabel quedaron cubiertos con gotas de desinfectante, y el fuerte olor hizo que le picase un poco la nariz. "¿Pero a ti qué te pasa?", le espetó con frialdad.
Erica casi enloqueció.
"Sabía que eras una chica de campo, pero esperaba un mínimo de modales. Está claro que eres la típica mujer grosera y malhablada que crían por allí. Hago esto porque no quiero que traigas ningún virus o bacteria a esta casa. ¿Acaso pretendes infectarnos con alguna de sus enfermedades?".
Annabel no era de la clase de mujer que aguantan mierdas de nadie, y se habría largado en ese mismo instante si no hubiese hecho un trato con su abuelo.