Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Novia del Señor Millonario
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
El réquiem de un corazón roto
El dulce premio del caudillo
No me dejes, mi pareja
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Los Mellizos del CEO
Mi nombre es Ximena Isabel McCarthy, vivo en la tierra de las oportunidades y del sueño americano, bueno, para algunos, porque otros tienen que trabajar el doble o el triple para alcanzarlo, mi apellido es sumamente conocido a nivel nacional, ¿por qué? Deja te cuento una pequeña historia.
Mi padre es Arthur McCarthy su familia venía con el sueño de lograr grandes cosas en el país, mi padre es irlandés, por lo que creció en una familia católica, todos pelirrojos, con grandes ojos azules y piel blanca como la porcelana. Cuando recién llegaron a la ciudad, no contaban con mucho, pero mi padre nunca fue tonto, entró a trabajar justamente a una acerera en Pittsburgh, donde aprendió el negocio con mucho esfuerzo y trabajo. Desde muy joven aprendió a transformar sus ideas en dinero, por lo que mi padre creó lo que se conoce como el imperio McCarthy con ayuda de un amigo en otro país.
Cuando por fin se volvió millonario conoció a Evelyn, mujer de prominente belleza, pero bajísima moral, con ella tuvo a mis dos hermanos Lilian, quien recibió toda la herencia genética, pelirroja, ojos azules y piel blanca. Dos años después mi padre tuvo a mi segundo hermano Mark, él completamente diferente a Lilian, blanco, cabello castaño, ojos verdes.
Me han platicado que mi padre amaba a Evelyn con locura, hasta que un día llegó a casa del trabajo y la encontró con otro hombre en su cama, ellos tuvieron un terrible divorcio y meses después encontró al que dice es el amor de su vida: mi madre, Carolina Domínguez, mexicana luchando por el sueño americano. Ella era su cocinera en la mansión McCarthy. Pues que les digo, se enamoraron, se casaron y un año después nací yo, Ximena Isabel por el nombre de mi abuela materna.
Yo no recibí ojos claros ni cabello rojo, mi piel es apiñonada, cabello oscuro y ojos que dicen que son negros como la noche. Obviamente a mi llegada, causé en mis hermanos cierto malestar y descontento, pues era la hija de la otra…, pero no fue hasta que cumplí seis años que la bomba explotó.
Nos encontrábamos en la mansión. Estaba jugando muñecas sola en mi habitación, en eso escuché que mi hermano Mark y su mejor amigo corrían por el pasillo.
—¿Qué hacen Mark? —pregunté a mi hermano con inocencia.
Mi hermano en ese tiempo tenía diez años.
—Estamos jugando a las escondidas —respondió.
—¿Quieres jugar? —preguntó el otro chico.
Él es Alex, el mejor amigo de mi hermano en su vida. Cumplen años el mismo día y ambos tienen la misma edad, eso era de locos. En fin, mi hermano nunca jugaba conmigo, pero era pequeña e ingenua y tontamente confié en ese par.
—¿En verdad? —dije emocionada por la invitación.
—Claro Ximena vente —respondió Mark con una sonrisa maliciosa.
Ambos me tomaron de los brazos y los acompañé, llegamos a un cuarto donde mi madre tenía varias cajas y un baúl antiguo con el que mi padre llegó a América, Mark lo abrió.
—Métete ahí —dijo mi hermano.
Eso me llenó de terror, ver el interior del baúl oscuro y pequeño me aterró.
—No, ya no quiero —respondí llena de miedo.
—No te estamos preguntando —dijo Alex amenazante y con una mueca perturbadora.
Entre los dos chicos me metieron al baúl y colocaron la cerradura, yo golpeaba y gritaba con todas mis fuerzas, pero no me hacían caso.
—¡SÁCAME DE AQUÍ MARK! ¡AUXILIO MAMÁ! —gritaba con desesperación.
Eso no emblandeció ni el corazón de Mark y mucho menos el de Alex, ambos se fueron del lugar dejándome sola, sofocándome en el baúl.
Mis padres estaban en el despacho revisando algunas cosas sobre un negocio que mi madre abriría próximamente. Mi padre era para ese entonces un hombre de cincuenta años fuerte de físico, cabello rojo, ya con algunas canas y mi madre era una mujer de estatura media, morena clara con rasgos latinos, cabello castaño y enormes ojos negros.
—Es increíble el lugar que escogiste para el restaurante en Nueva York —dijo mi padre Arthur McCarthy.
—Gracias, nada de esto hubiera sido posible sin ti —expresó mi madre con una sonrisa, besando la mejilla de mi padre.
En ese instante entró una mujer regordeta de la edad de mi madre y también de rasgos latinos, junto a ella iba su hija de nueve años, quien también tenía sangre latina corriendo por sus venas.
—¿Qué pasó Lupe? —preguntó mi madre.
—Ya llegaron los de la basura, empezaron a subir cosas al camión. Preguntan si se llevan todo —expresó Lupe con preocupación.
—En un momento salgo —contestó mi madre, mientras Lupe daba la vuelta para salir —. Iré a ver que se puede rescatar de tus cosas viejas —dijo mi madre besando a mi padre.
Ella salió del lugar y él miró su reloj con preocupación.
—Dios es hora de llevar a las chicas al ballet —dijo mi padre saliendo del despacho—. ¡LILIAN!
Mi hermana salió sin expresión alguna con la mochila al hombro, con su cabello rojo rizado alborotado, en ese momento ella tenía trece años.
—¿Dónde está Ximena? —preguntó mi padre.
—No lo sé, pero ya sabe que debe estar lista a las cuatro cuarenta y cinco —remarcó Lilian el horario.
Mi padre subió corriendo las escaleras y no me encontró. Justo en ese momento Mark pasaba por ahí.
—¿Dónde está Ximena? —cuestionó mi padre a Mark.
—No lo sé papá —respondió mi mentiroso hermano.
Lupe iba subiendo las escaleras.
—Señor, ¿apoco va a tirar a la basura su baúl viejo? —preguntó Lupe.
Al oír eso Mark se puso pálido, pues pensó que su pequeña broma estaba a punto de convertirse en un desastre total.
En el jardín de la mansión mi madre estaba con los trabajadores de limpia, que se encontraban justo en ese momento levantando el baúl conmigo adentro, sólo que yo ya no hacía ruido alguno pues estaba inconsciente.
Mi padre corría a toda velocidad junto con Mark para detener lo que los trabajadores iban a hacer con el baúl, tirarlo a la compactadora.
—¡CAROLINA PAREN! ¡PAREN! —gritaba mi padre con desesperación.
Mi madre se percató del agobio de mi papá, haciéndoles señas a los empleados de que bajaran el baúl.
—¿Qué pasa? —preguntó mi mamá.
—Ximena está en el baúl —respondió mi papá con agitación.
Cuando abrieron el baúl estaba inconsciente, dicen que por el poco oxígeno que tenía dentro. Me tuvieron que internar, mi madre pasó la noche conmigo. Mi padre estaba dando la peor reprimenda de su vida a Mark, pero eso no sirvió de nada, durante esos seis años de mi vida, entre mis dos hermanos la hicieron imposible, por lo que mi mamá tomó la que dijo, fue la decisión más difícil de su existencia. Ella ya no quería causar problemas a mi padre con sus hijos, así que nos fuimos a vivir a Nueva York solo ella y yo. No se divorciaron, mi padre iba todos los fines de semana y nos juntábamos para las festividades, pero la vida nunca fue normal para nadie.
Pasaron dieciséis años desde aquel percance con Mark, ahora ya éramos adultos o estábamos en el proceso de maduración.
Mi padre se encontraba desayunando en la mesa con sus dos hijos adultos. Arthur, ya tenía sesenta y seis años de edad, sin embargo, seguía teniendo un físico fuerte, su cabello ya no era rojo, era blanco.
—Lilian revisa estos contratos, necesito que queden en esta semana —ordenó mi padre mientras tomaba un sorbo de café.
Mi hermana era una mujer impresionante, tenía veintinueve años de edad, su cabello rojo rizado, perfectamente peinado, una imagen cuidada desde los pies a la cabeza, esbelta, mostrando como siempre su frialdad y seriedad.
—Está bien papá, pero creo que esto necesita más tiempo, hay cosas en ellos que no me gustan —contestó mi hermana seria.
A un lado de mi padre se encontraba Mark que era todo un galán, él tenía veintisiete años, su físico era fuerte, pero jamás musculoso, digamos que marcado y alto.
—Papá, ¿crees que toda esa gente es buena? Hay un montón de malagradecidos —comentó mi hermano de forma incisiva.
—Tienes razón hijo, empezando por ti —dijo mi padre con voz autoritaria, Mark lo miró molesto—. ¿Acaso no lo ves?, ustedes tienen todo, dinero, salud y trabajo, que daría esa gente por estar en la posición en la que están ustedes.
Mark cambió su rostro a seriedad y bajó un poco la mirada al oír a mi padre.
—No es eso papá, es sólo que pienso que eres muy inocente, la gente es mala, es una porquería —dijo mi hermano con el rostro duro.
—Me gustaría que dejaras de decir eso, no todos son así… deberías ser más como tu hermana Ximena, ella es una persona sencilla y vive sin muchos lujos —respondió mi padre.
—Sí, tan sencilla que no se pudo tomar un tiempo para venir a verte el día de tu cumpleaños —dijo Lilian como tratando de hacer notar lo mal hija que era.
—Yo le pedí que no viniera, sé que Nueva York está cerca, pero ella tenía que estar en la escuela, era importante.
—No papá, lo que pasa es que lo que no sea ballet no es importante para ella —espetó Lilian.
Arthur volteó molesto a verlos y ambos se quedaron callados.
—Miren… estoy harto de que hablen así de su hermana, ¿creen que no me doy cuenta de que no la quieren? Es su hermana, acéptenlo, aunque no sea hija de la misma madre, me duele en el alma que nunca hayan entendido mi sentir por Carolina, pero un día confío en Dios, comprenderán todo lo que les digo —externó mi padre poniéndose de pie—. Ahora si me permiten, tengo que hacer una llamada importante a Connor O'Brien.
Mi padre se retiró y mis hermanos se miraron entre sí.
—Creo que admira a Connor. ¿No? —comentó Mark sarcástico para molestar a Lilian.
—No sé qué pretendes Mark, pero no me molestarás. Admiro a Connor O’Brien, a sus quince años se quedó con los negocios de la familia y ha sabido cuidar los nuestros también, es un chico admirable, duplicó el dinero de su familia —dijo Lilian retirándose.
Mientras tanto en Nueva York, yo me encontraba en una audición para ser la figura principal del ballet de Julliard, es una de las mejores escuelas de danza del país. Había estudiado con ellos, pero nunca había audicionado para un papel protagónico.
Chris, mi novio, se asomó por la cortina viendo a la multitud.
—Dios están todos los maestros… ¿Crees que nos elijan? —preguntó nervioso.
—Pues eso espero, porque no sacrifiqué los días de fiesta con mi familia por nada —respondí con seriedad.
—No creo que te hayas perdido de mucho, tus hermanos realmente te detestan.
No pude evitar verlo con molestia, mientras calentaba.
—Ellos no me odian, sólo… piensan que mi madre les robó a su padre y ya sabes todo lo que conlleva eso —respondí tomando mi pierna estirándola hasta mi cabeza—, pero espero que en algún momento me empiecen a tratar mejor.
Comenzó a sonar mi celular, corrí a contestar.
—Es mi papá… —dije queriendo contestar, pero se había perdido la llamada—. ¿Qué raro?
—Lo más seguro es que se le marcó el teléfono, eso le pasa todo el tiempo a los adultos mayores —respondió Chris.
La asistente entró a donde estábamos y dijo:
—Chris, Ximena. Les toca.
—Ya vamos —respondió Chris, en lo que la asistente salió—. Estamos listos, lo hemos hecho un millón de veces.
Ambos nos tomamos de las manos y suspiramos, salimos al escenario para interpretar Romeo y Julieta, realizamos toda la secuencia del balcón, yo era una bailarina asombrosa, alta, delgada y con largas extensiones, eso me daba presencia en el escenario. Chris me levantaba y hacíamos todo a la perfección, tanto que al finalizar, todo mundo aplaudió, ambos sonreímos y salimos corriendo del escenario con mucha emoción.
En el aeropuerto de Pittsburgh, Amy una de mis mejores amigas, esperaba a Alex, su hermano, sí, ese mismo Alex, el mejor amigo de mi hermano y quien me encerró en ese baúl.
Amy era igual de alta que yo, cabello castaño ondulado, con ojos cafés y muy menudita. Al ver que entre la multitud apareció Alex, explayó una enorme sonrisa y gritó:
—¡Alex, hermano!
—Hola hermosa, como te extrañé. ¿Qué tal las cosas por acá? —preguntó Alex, mientras caminaban al auto.
—Bien, mi papá hoy tenía una junta importante y me mandó por ti —respondió Amy.
Alex puso un rostro triste al escucharla.
—¿Y mamá cómo está? —preguntó Alex.
—Pues… en casa, pero volvió a recaer hace unos días —contestó Amy, molestando a Alex con su respuesta—, lo sé, obvio que ella y mi papá discutieron nuevamente porque lo dejó en mal frente a sus amigos.
—Esperemos que esta vez me escuche para que se interne —contestó Alex subiendo al auto al mismo tiempo que Amy.
En Nueva York, Chris veía bailar a las demás parejas, yo estaba preocupada por la llamada de mi padre.
—No hay competencia, nos quedaremos con el papel principal —dijo Chris mirándome, sonreí nerviosa.
En ese momento mi celular volvió a sonar, esta vez lo tomé con rapidez, pero al ver que era Lilian mi hermana quien me marcaba me aterró.
—¿Qué pasa? —preguntó Chris.
—Es Lilian… —dije nerviosa mientras contestaba—. ¿Bueno?
Mi rostro cambió de golpe, mi pecho sentía que se desgarraba.
—No puede ser cierto yo acabo de hablar con él en la mañana, de hecho hace media hora… —dije a Lilian, pero ella me interrumpió—. Entiendo.
Estaba destrozada por lo que Lilian me acababa de decir, colgué. Odiaba mostrar dolor frente a los demás, Chris me miraba esperando una respuesta.
—Mi papá acaba de morir —dije con voz apagada.
—¿Qué? ¿Qué fue lo que pasó?
—Dice Lilian que aún no sabe, pero cree que fue un infarto —contesté, al terminar de hablar Chris me abrazó y me aferré a él.
—Lo siento tanto. Imagino que te irás después del resultado.
Lo miré atónita, «¿Cómo podía pensar semejante cosa?», me pregunté.
—Claro que no, yo… —No pude terminar de hablar, comencé a levantar mis cosas y él me miraba aterrado.
—¿Qué es lo que haces? —preguntó incrédulo.
—Me voy, tengo que estar en Pittsburgh —dije desesperada, pero Chris me tomó del brazo—. ¿Qué haces?
—No seas tonta. ¡Echarás todo a perder! —exclamó Chris.
Yo solo lo miré, no podía estar ahí.
—Tú puedes conseguir el papel, yo tengo que estar con mi padre y con mis hermanos.
—Si te vas de esta sala, te aseguro que te vas a arrepentir —espetó Chris, pero salí, no me importó nada—. ¡XIMENA! ¡MALDITA SEA!
Mientras en casa de Amy, Alex, quien iba llegando de viaje, entraba a la habitación de su mamá.
—Mamá —dijo Alex con voz dulce.
Emily al ver a su hijo se alegró y con una enorme sonrisa corrió a abrazarlo.
—Hijo, te extrañé tanto —expresó, Alex sonrió —, pero cuéntame. ¿Qué tal Londres?
—Todos bien, aunque casi no salí, fue más estudio que fiesta —contestó Alex con una pícara sonrisa.
Amy entró a la habitación de su madre.
—Lo bueno es que ya estás aquí, ya quiero que le presentes a tu hermana algún amigo del hospital, porque lo que concierne a tu padre puff… —dijo Emily haciendo una cara de desagrado.
—¡Mamá! —exclamó Amy avergonzada.