Viernes, 1 Noviembre del 2019.
Hace un año, terminé con mi novio de aquel entonces... Su nombre es Johan, y lo dejé al descubrir su infidelidad.
Hoy, mientras celebraba con mis mejores amigos el ascenso que obtuve en mi trabajo, me enteré de que mi ex se a comprometido con la mujer por la cual, nuestra relación de dos años se fue al vacío.
Una parte de mí no puede evitar estar feliz por él, en serio. Pero al mismo tiempo, esa otra pequeña parte sobrante en mi interior no puede evitar sentir tristeza, pues no solo perdí a mi novio, sino también, a mi mejor amigo por más de diez años.
No estaré en el día más importante de su vida y darse cuenta de ello después de creer tontamente por dos años que sí lo vería, al ser yo la mujer que caminase al altar y no otra... Duele, mucho.
Intentamos salvar nuestra amistad, a pesar de su engaño. Pero fue imposible, pues de alguna forma. Johan la antepuso a ella de nuevo antes que a nuestra amistad, cosa que ya ni debe sorprender puesto que por ella me dejó prácticamente.
Duele pensar que le di todo de mí, más allá de nuestra relación... Hablo de nuestra amistad, estuve para él siempre al igual que él para mí en nuestros peores momentos y ahora... En momentos tan felices, ya no más. Su escencia en mi vida ya no está más.
¿Por qué?
Esa pregunta me la hago todos los días.
Como es de suponer, al enterarme sonreí aparentemente muy feliz por él, aunque por dentro, me lastimaba lo ya mencionado pero no quería evidenciarlo delante de mis amistades.
Luego, minutos más tarde... No pude evitar tomar hasta sentir que el alma se me iba entre tragos.
Y heme aquí, de camino a mi casa siendo llevada por mi ahora mejor amigo Sebastián, un compañero de trabajo, el cual conocí hace cinco años y quién a sido sin duda alguna, la mejor bendición en mi vida, sobre todo, en estos últimos tiempos tan cambiarios.
Después de estar acostada en el asiento trasero de su lindo auto por largos minutos, decido sentarme y mirar por la ventana al sentir que el sueño venía por mí de nuevo.
Cuando Sebas estaciona su auto frente a mí edificio, cierro los ojos y suspiro, en este estado y momento, lo menos que quisiera es estar sola.
Pero la vida por desgracia me premió con abundante soledad, y no es que no me guste mi espacio pero...
Cuánto quisiera tener a mi madre linda cerca para recibir su consuelo y caricia. Ese abrazo tan único y acogedor que solo nuestras bellas madres pueden dar, abrazo cargado de fuerza y veracidad. Como el abrazo igual de potente y genuino de mi difunto padre, siempre tan comprensivo y obsesivamente protector.
Cuanto extraño eso de él ahora, esa protección y seguridad que me transmitía y brindaba.
Al bajar del auto, me tambaleo, gracias a un nuevo mareo que por poco y me deja en el suelo, pero logro equilibrar mi postura segundos después y aclarando mi garganta, alzo la mirada al cielo.
Está nublado... Como mi corazón y recuerdos de todo lo bonito que alguna vez tuve y ahora se ha ido.
Escucho la puerta del auto de mi amigo cerrarse y él aparece como un ángel a mi costado. Su mano tibia, arropa la mía un tanto fría por el clima y dejando de mirar al cielo, bajo la mirada hacia nuestras manos entrelazadas.
— No quisiera estar sola... —Susurro en un hilo de voz.
— Planeaba volver después de llevar a Jessy a su casa. —El murmura contra mi hombro mientras me abraza y me lleva de las manos a la entrada de mi edificio.
— Olvidé despedirme de ella, discúlpame ante Jessy por favor.
— No pasa nada, no te preocupes.
Asiento mientras paso mi llave magnética y veo como las grandes puertas de vidrio se abren, ladeo una sonrisa al conserje, el señor Richard, quien me saluda con ese gran entusiasmo que lo caracteriza como siempre, mientras al mismo tiempo se pasea por toda el área de recepción.
— Que tenga feliz noche, señorita Paoli.
— Igualmente, Richard.
Junto a mi amigo Sebastián, me detengo frente a las puertas del ascensor y me vuelvo para mirarlo a los ojos.
— Gracias por acompañarme, no te hubieras molestado.
— Como crees, no es nada. —Dice y suspira— Pero no me agradezcas, porque aún no te dejo en la puerta de tú departamento.
— No es necesario, ya estoy aquí. Nada malo va a pasarme, anda... Regresa al auto que Jessy, a de estar ansiosa. Ya no quiero abusar más de tu generosidad.
— ¿Abusar? —Sebastian resopla— Eres mí amiga, la mejor del planeta. Tú abusa de mí todo lo que quieras.
Sonrío, pues esas últimas palabras son mi pan de bromas para él cada día, con decirle que soy la mejor amiga de su vida lo manipulo para mí conveniencia, en tonterías, claro está. Y ahora, él me las devuelve y como balde de agua fría.
Tras mí amigo, veo venir hacia el ascensor al nieto de mis vecinos, el señor y la señora Blanch del apartamento de al lado, y aprovecho su llegada para volver a correr a mi amigo.
— Ya vete... Ahí viene un vecino. —Señalo hacia el susodicho y este al verme frunce el entrecejo y luego de ver a Sebastián, ladea una sonrisa— Hola, Thomas...
— Hola, Lucey. —Su voz tan suave pero ronca a la vez, me recuerda lo hombrecito que ya está— Hola. —El saluda a mi amigo al mismo tiempo que asiente la cabeza.
— Hola, Thomas. —Sebastian le corresponde el saludo con un apretón de manos.
— Fíjate que tengo una situación... Y necesito de tú ayuda. —Digo arrastrando las palabras, el efecto del alcohol volvió de nuevo— Le estaba comentando a mi amigo Sebastián, que ya podía irse...
Thomas sonríe y dejando de mirarme, ladea una mirada rápida hacia a Sebas.
— El no quiere hacerlo porque está preocupado, quiere acompañarme hasta la puerta de mi casa por temor a que me quede dormida en el ascensor o en el piso del pasillo.
Bromeo con eso último a lo que Thomas sonríe a medias, pero mi amigo Sebastián no.
Aunque ignoro su mala cara para proseguir:
— Pero le estoy asegurando que estaré bien. ¿Cierto? —Dejo de mirar a mi amigo y suelto de su mano— Porque ahora llegaste tú, como todo un angelito del cielo y me acompañarás hasta la puerta de mi casa ¿Verdad? —Hago un puchero al mismo tiempo que le hago ceñas con las manos.
No tengo mucha confianza con el nieto de mis vecinos, lo conocí cuando me mudé al edificio, era todo un adolescente en desarrollo para aquel entonces. Y desde un principio, él junto a sus abuelos han sido muy amables conmigo, de hecho, durante un tiempo solía merendar en las tardes con la señora Dinora, él a veces nos acompañaba, cuando no tenía clases o prácticas de fútbol. Pero todo eso acabó cuando tuve mi primer ascenso y por lo tanto, nuevo horario de trabajo.
Aunque mi cariño por los señores nunca cambió, siempre que los veo los saludo y les prometo visitar cada que me invitan. Es una lastima que el tiempo no me alcance, ya que durante el día trabajo sin descanso y en las noches cuando libro, estoy muy cansada.
Aunque eso puede y debería cambiar.
Pues lo bueno, es que ahora con este nuevo ascenso puedo disponer de mi tiempo mucho mejor, así que quizás y en algún momento, retome mis meriendas con la señora Blanch.
Debo planificarme y muy bien.
Hoy en día, apenas y me saludo con Thomas cada que nos cruzamos en los pasillos o en el ascensor.
Pues este comportamiento que estoy teniendo con él no es habitual en mí y ante ello, le echaré la culpa a mi estado de ebriedad.
Y espero, que a pesar de ello, él haya ignorado mi abuso de confianza y entienda mis señales.
— Sí, claro —Dice mientras guarda su casco en un estuche negro y luego toca el botón del ascensor— No tengo problema en acompañarla. —Dice esto último a Sebastián.
Suelto un chillido y hago un saltito a lo que tropiezo con mi propio pie y caigo de costado sobre el pecho de Thomas, quien me sujeta antes de caer al suelo y en el proceso, él deja caer el estuche donde guardó su casco.
— A salvo. —Dice y sonríe levemente mientras me sujeta con fuerza.
— ¡Ya ves! —Digo entre risitas mientras enderezo mi postura— Puedes irte tranquilo.
Pero Sebastián niega con la cabeza y vuelve a tomar de mi mano.
— Insisto. —Gruñe— Mira como estás, es más. Debería llamar un taxi para que venga por...
Se calla al escuchar la bocina épica de su auto.
Y digo épica porque, créanme, lo es. Solo mi amigo tiene la bocina con más volumen de toda la ciudad de Portland.
Los tres nos volvemos para mirar hacia la misma dirección y efectivamente nuestra amiga Jessy, baja la ventanilla de la puerta del copiloto y hace señales con ambas manos.
— Ningún taxi, anda ve... —Lo insito— Te prometo que estaré bien.
El sonido de las puertas del ascensor abriendose frente a nosotros nos hace girarnos para ver como una pareja junto con sus dos niñas y mascota, salen de este.
¡Con razón la demora!
— Buenas noches. —Dice la pareja en unisono y con una sonrisa a lo que sonreímos de vuelta.
— Buenas noches, señor y señora Vallestare. —Les saluda Thomas.
La pareja vuelve a sonreír.
— Vamos niñas. — Dice la mujer y una de las gemelitas hace un gesto con los labios.
— Mamita, que sonido tan perturbador.
— ¿De quién será ese auto? —Pregunga el señor Vallestare al conserje y este mira con disimulo hacia Sebastián.
Sin poder evitarlo, suelto una carcajada y en ese momento mi amigo se sonroja por completo.
— Okey, esta bien. Ya, me voy... —Dice mientras toma de mi mano y me guía dentro del ascensor, donde ya Thomas esperaba por mi— Te quiero. Por favor, llámame si necesitas algo. —Dice antes de irse y me da un beso en la mejilla— Y por favor, déjala en la puerta de su casa, que no se duerma en el camino.
— No te preocupes. —Thomas le sonríe y se estrechan las manos.
— Adiós. Buenas noches.
— ¡También te quiero! —Grito entre risas mientras lo veo correr hacia la puerta del edificio y se vuelve a despedir lanzandome un beso con la mano.
Cuando las puertas del ascensor se cierran al momento en que Thomas deja de pulsar el botón de parada, me vuelvo hacia él y le miro.
— Disculpa mi atrevimiento... —Digo entrecortada— No tenía otra opción, di muchas molestias y a mi amigo le estaba esperando una conquista en su auto.
Él asiente y mordiendo su labio inferior, musita en tono burlón:
— No te preocupes, no me molesta. A fin de cuentas, somos vecinos y para eso estamos. —Su mirada tan azulada por fin se topa con la mía— Estoy para cuando necesites ayuda.
— Gracias... —Susurro y bajo la mirada hacia el suelo.
Apoyando mi espalda contra la pared de acero inoxidable del ascensor, cierro los ojos y reflexiono sobre todo lo vivido.
Mi vida es fantástica, tengo salud, una hermosa familia que me apoya, un trabajo que amo y del cual he logrado obtener muchas cosas, como; estabilidad económica, conocimiento, experiencia y una bonita casa. Incluso buenos contactos, y todo por mi cuenta. Gracias a este maravilloso don que la vida me dió.
Pero nada de eso es suficiente para hacerme sentir mejor, todo apesta, emocionalmente hablando.
Algo falta, algo muy grande.
Alguien...
Mi alma lo siente, mi alma lo clama y es por ello que no puedo evitar sentir lo que estoy sintiendo.
Y como siempre, nunca falta hacerse la peor pregunta de todas ¿Por qué?
¿Por qué nuestra felicidad siempre debe depender de alguien más?
¿Por qué depende de lo que alguien pueda o no dar?
Porque, simplemente no somos libres como el viento, libres... Como las aves, como las plantas que se mueven con el paso del tiempo sin tener que depender o ser feliz por alguien más.
Aunque, pensándolo bien... Sin plantas no hay viento y sin viento no hay plantas que nos den oxígeno a nuestro planeta. Por lo tanto, dependen unos de otros.
Quizás mi sentir no es tan loco, después de todo.
Es parte del ciclo de la vida y de la naturaleza misma.
Como quizás solo necesite distracción, hacer algo que me haga olvidar el hecho de que mi ex mejor amigo, con quién lo compartí todo durante diez años de mi vida, está por casarse y no podré estar con él.
Después de jurar ante la tumba de sus padres que siempre lo protejeria y él a mí, que nuestra amistad sería invencible a pesar de todo. Heme aquí, sola, sin él... Llena de éxitos por dónde mire, pero sin la compañía de quién fue mi pilar cuando perdí a mi padre y él, a los suyos.