Isla de Mull, Escocia 1325
Duncan Blair se levantó de su cama. Al poner los pies sobre el suelo, sintió frío. Se acercaba el invierno y las temperaturas en las tierras altas empezaban a bajar de forma considerable. Lo que aumentaba aún más el cansancio de su pueblo, la guerra se había extendido más de lo planeado, y las fuerzas escocesas disminuían cada vez más, volverían a perder si no unían fuerzas.
Las batallas por la independencia del territorio escocés se habían estado dando a lo largo de treinta y dos años. De hecho, Duncan no había conocido la paz entre esas dos naciones, pues, apenas y había nacido cuando comenzó el conflicto.
Caminó hacia la chimenea y avivó el fuego casi apagado, se colocó el tartán, echó el manto sobre su hombro y miró hacia el lecho, donde dormía Gina, la mujer que calentaba su cama desde los últimos meses. Era una joven muy apetecible, poseía un cuerpo seductor, senos abundantes y un carácter jovial y sumiso. Le encantaban las mujeres y el placer que estas le proporcionaban. Le parecían criaturas frágiles y dóciles, a las que podía manejar a su antojo. Por eso odiaba a las jóvenes de carácter rebelde, prefería a las sumisas que acataban sus órdenes sin rechistar. Y Gina era una de esas jóvenes muy sumisas y entregadas al placer.
El sol estaba a punto de aparecer en el horizonte, por lo que se apresuró en ponerse las botas y se encaminó hacia la puerta.
—Duncan— lo llamó Gina desde la cama, con los ojos entrecerrados por el sueño—. ¿Adónde vas tan temprano?
—Tengo que reunirme con mi padre en el salón —contestó él con sequedad.
Gina asintió y siguió acostada en su cama, Duncan sonrió de medio lado, le gustaba Gina, nunca protestaba y siempre estaba a su disposición, esperaba que su futura esposa fuera igual.
—¿No tienes que regresar a tus deberes? — preguntó Duncan.
—Iré en un momento — respondió ella y con eso Duncan salió de su habitación.
Caminó por los pasillos del castillo Blair y bajó las enormes escaleras de piedras hasta llegar al gran salón donde se reuniría con su padre, el laird del clan Blair.
Al llegar al salón, encontró a su padre sentado junto Donell Blair, su primo, y a su lado estaba Drostan, su mejor amigo. Alcanzó la mesa donde se reunían los hombres, los saludó con un movimiento de cabeza y se sentó junto a ellos.
—Sabes que hoy llegan las hijas del laird McAllen ¿verdad? — preguntó su padre mirándolo seriamente.
—Ajá.
—Como también sabes que debes elegir a la que será tu esposa en menos de un mes.
—Lo sé, pero espero que el viejo McAllen cumpla también su palabra enviando a sus hombres — dijo Duncan, en realidad lo que más le importaba era terminar con la guerra, y ganarla, por supuesto.