Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Destinada a mi gran cuñado
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
"Mmm...", murmuró suavemente Sadie Hudson, abriendo los ojos, solo para encontrarse con una intensa mirada.
Noah Wall, su marido, había regresado; en ese momento, despedía un ligero olor a alcohol.
Él selló su reencuentro con un beso dominante, que su esposa se vio obligada a aceptar con renuncia.
Por su parte, ella sintió que la inquietud la invadía e intentó retroceder.
"Quédate quieta", retumbó la profunda y seductora voz del hombre, teñida de un encanto cautivador al que era difícil resistirse.
Por un momento, Sadie se tensó, mientras en su interior se debatía entre luchar o rendirse.
Ese día celebraban su segundo aniversario, y ella decidió no arruinarle el ánimo. Por eso suspiró, cerró los ojos y se derritió en su abrazo.
El fuerte aroma de la colonia del hombre enmascaraba el olor a alcohol y la chica se sintió envuelta por esa fragancia, que atravesaba su corazón con su potente atractivo.
En los ojos de Noah apareció el deseo, apenas vio que su cónyuge cedía; de hecho, sus acciones se volvieron cada vez más atrevidas.
Sadie estaba a punto de recuperar la compostura, cuando un jadeo salió de los labios de la chica; luego, suplicó con fragilidad: "Por favor, no seas tan brusco... porque yo...".
No pudo revelarle que estaba embarazada, pues justo en ese momento sonó el celular del hombre, rompiendo la densa tensión y cortando de golpe el momento íntimo entre ellos.
En las pupilas de Noah todavía ardía la pasión, hasta que vio la pantalla de su celular. Acto seguido, se levantó y comenzó a vestirse, sin que sus movimientos delataran nada del fervor que lo había invadido momentos atrás.
"¿Te vas?", preguntó Sadie, con una mezcla de confusión y preocupación, mientras apretaba con más fuerza su camisón.
"Sí", respondió él, con un tono casual y distante, que insinuaba que no respondería más preguntas.
"Pero...".
"Vuélvete a dormir", la interrumpió su marido. Momentos después, se inclinó hacia delante y le plantó un beso en la frente a su esposa, en lo que fue un gesto tierno, pero fugaz.
Luego, sin mirar atrás, salió del cuarto.
Sadie se quedó viendo la puerta después de su partida, con el corazón apesadumbrado. Se convenció de que se había ido para atender una emergencia del trabajo.
Sabía que siempre tenía que ser comprensiva, pues si mostraba la mínima señal de molestia, él se alejaría aún más.
Después de todo, ella lo había amado durante una década y el convertirse en su esposa era un sueño hecho realidad, así que no podía esperar más de su relación.
Con eso en mente, suspiró, se refrescó rápidamente y regresó a la cama, con una mano sobre su vientre. Con una sonrisa esperanzadora en el rostro, dijo: "Cariño, papá no quiso dejarnos solos. Así que, por favor, no se lo reproches, ¿de acuerdo?".
Apenas había pronunciado esas palabras cuando su celular vibró, por culpa de una alerta de noticias. El sonido la sobresaltó.
"El director ejecutivo de Grupo Wall fue visto en el aeropuerto a altas horas de la noche, supuestamente para recoger a su misteriosa novia", decía el titular.
Este iba acompañado de una imagen de Noah en la entrada de la terminal privada del aeropuerto, vestido con un traje negro. Su postura era impecable e irradiaba una innegable autoridad; además, su mirada era suave y transmitía una calidez que Sadie nunca había visto antes.
La sorpresa cruzó el rostro de la mujer, mientras su corazón latía dolorosamente en su pecho; la dura sensación estuvo a punto de robarle el aliento. Le costó un esfuerzo considerable recuperar la compostura. Aferrándose a una pizca de esperanza, abrió el enlace, con dedos temblorosos.