Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
El réquiem de un corazón roto
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
El dulce premio del caudillo
"Tenemos que divorciarnos", declaró Braiden Collins.
Llevaban tres años de casados. Pero el hombre se mantenía tan reticente como siempre. Su voz no transmitía calidez, sino un escalofriante desapego.
Emily Morris estaba detrás de Braiden, contemplando su alta figura. El reflejo de su expresión indiferente en los ventanales le provocó un escalofrío en lo más profundo de su alma.
Sus manos, antes relajadas a los costados, se habían convertido en puños temblorosos.
Había llegado el momento que había temido.
Cuando él se volvió para mirarla, sus rasgos se hicieron aún más pronunciados. A pesar de los años que habían estado juntos, la visión de su rostro perfectamente esculpido seguía asombrándola.
"¿Tenemos que hacerlo?". Las palabras apenas lograron emerger de los labios de Emily. Estaba luchando por pronunciarlas; su voz era una mezcla de desesperación y un ápice de esperanza.
Braiden entrecerró ligeramente los ojos mientras la observaba. La falta de maquillaje no ocultaba la belleza natural de la joven, aunque tenía los ojos rojos por la emoción.
No era convencionalmente llamativa, pero su tez clara y la inocencia de su mirada la convertían en una presencia reconfortante.
Con ojos claros y enrojecidos, ella miró a su esposo. Debajo de su ojo derecho, un pequeño lunar resaltaba su belleza y su cabello negro enmarcaba gentilmente su rostro.
Sin embargo, para Braiden, no era más que una mujer común y corriente. Había cumplido sin culpa su papel de esposa, pero él simplemente no la amaba.
Hacía tres años, un accidente automovilístico lo había dejado con una grave lesión en la columna, por lo que era posible que no pudiera volver a caminar. Ese pronóstico había sido desalentador. Tuvo que enfrentarse a la posibilidad de quedar parapléjico para siempre. Durante ese terrible período, las circunstancias lo obligaron a separarse de la mujer que amaba. Ante la insistencia de su madre, aceptó un matrimonio arreglado y se casó con una doctora que podía cuidarlo indefinidamente. Había elegido a Emily debido a que no venía de una familia prestigiosa y tenía una naturaleza tranquila.
"Me has cuidado durante tres años, así que te ofreceré diez millones de dólares como compensación". La voz de Braiden carecía de emoción, como si no le tuviera nada de afecto. "A menos, por supuesto, que quieras algo más...".
"¿Por qué?", lo interrumpió ella por primera vez. Sus ojos llorosos brillaban con determinación y desgana. "¿Por qué me estás pidiendo el divorcio ahora?".
Su pregunta quedó suspendida en el ambiente. Mañana sería su tercer aniversario de bodas. Había imaginado celebrar este y muchos más en el futuro, ya que soñaba con pasar toda una vida junto a él.
"Tú sabes que no te amo a ti", declaró el varón fría y distantemente, sin ofrecer nada de esperanza. "Natalia ha vuelto y planeo casarme con ella".
Esa revelación golpeó a Emily como un rayo, dejándola temblando.
El matrimonio en el que había vertido todo su corazón durante tres años se desintegró fácilmente ante la mención de Natalia Powell.
"Señor...". La repentina llegada del mayordomo rompió el silencio. "¡La señorita Powell vomitó y tosió sangre!".
Adoptando una conducta completamente diferente, Braiden pasó rápido junto a su esposa y fue a la habitación de invitados. "Preparen el auto", ordenó con voz ronca y urgente. "Iremos al hospital".
Poco después reapareció llevando tiernamente a una frágil mujer en brazos. Natalia estaba envuelta en una manta que Emily había bordado.