"Acabemos con este matrimonio".
Esa frase bastó para que Christina Jones pasara a ser una mujer abandonada por una familia adinerada. Tres años de lealtad a su esposo, Brendon Dawson, no le reportaron más que desamor.
El día que debía haber sido su tercer aniversario, fue a la oficina de Brendon, ansiosa por invitarlo a celebrarlo. Al entrar, sus ojos se posaron inmediatamente en un collar adornado que brillaba sobre el escritorio.
Pensó que era para ella; sin embargo, Brendon notó su mirada y cerró la caja con un gesto descuidado.
"Yolanda volvió. Es su regalo", dijo el hombre con voz fría, asegurándose de que no quedara lugar para malentendidos.
En ese instante, todo quedó dolorosamente claro. Christina bajó la vista y sus gafas de montura gruesa no lograron ocultar el dolor y la decepción que se reflejaban en sus ojos.
La antigua novia de Brendon, Yolanda Mitchell, había regresado y reclamado su lugar en su corazón. Mientras tanto, Christina se dio cuenta de que, después de tres años con ese hombre, nunca perteneció del todo a ese mundo, jamás se sintió amada, siempre estuvo al margen, y ahora la dejaban de lado como si fuera algo viejo e innecesario.
La irritación hizo que Brendon frunciera el ceño, y su paciencia se agotó al ver a Christina de pie en silencio, con los hombros caídos.
"Me aseguraré de que recibas una compensación. Acabemos con esto y sigamos adelante. No te engañes pensando que perteneces a un mundo donde nunca tuviste lugar", dijo con voz fría y definitiva.
En realidad, Brendon nunca había encontrado ningún defecto en el aspecto, la figura o la forma de llevar la casa de Christina.
El problema era que, sencillamente, le aburría. A sus ojos, ella era como un plato insípido, fácil de apartar, incapaz de saciarlo. La eficiencia en el hogar no la convertía en la mujer que él deseaba.
El silencio de Christina solo hizo que Brendon frunciera aún más el ceño, y dijo con frialdad: "Tienes tres días para decidirte. No pongas a prueba mi paciencia, no esperaré para siempre".
Sin vacilar, Christina respondió: "No necesito más tiempo. Firmaré ahora mismo". Con calma, tomó el bolígrafo y escribió su nombre en los papeles del divorcio.
Juntos, pasaron por el trámite en el juzgado y pronto todas las formalidades legales quedaron atrás.
Al salir, la muchacha sintió una pesada opresión en el pecho, pero también emergió una extraña sensación de libertad.
La esperanza de llegar a conquistar el corazón de Brendon se había desvanecido; ya no malgastaría su vida en una relación unilateral.
A partir de ahora, no habría más oscilaciones entre la esperanza y el desamor, ni más heridas autoinfligidas por amar a un hombre que no podía corresponderle.
El dolor persistente era como morir por mil pequeños cortes; mejor acabar con todo de una vez. Ahora por fin había terminado, y era irreversible.
Un repentino timbre del celular de Brendon interrumpió los pensamientos de Christina.
Él contestó, y la preocupación se dibujó rápidamente en su rostro.
"¿Qué? ¿Yolanda fue hospitalizada? ¡Voy para allá!".
Sin despedirse, corrió hacia su auto y se alejó a toda velocidad, sin detenerse ni siquiera para ofrecerle a Christina llevarla o mirarla por última vez.
Siempre que se trataba de Yolanda, lo abandonaba todo, absorto en pensamientos sobre ella.