El violento estallido de un balazo resonó con fuerza y sorpresa en la sala de aquella elegante casa haciendo que todos los asistentes al lugar, dejaran lo que estaban haciendo para voltear a verse confundidos, un segundo balazo les indicó que había sido en la parte alta de la casa, y con toda seguridad en una de las recámaras.
Como si se hubieran puesto de acuerdo, los invitados a aquella reunión, corrieron hacia las escaleras y subieron en busca del origen de los disparos, ansiosos y nerviosos.
Se dispersaron por el pasillo de las recámaras y comenzaron a abrir las puertas, que se encontraban a su paso, en medio de sus nervios, todos y todas, actuaban de manera precipitada.
Luisa, una de las asistentes al lugar, no pudo contener el grito de horror que surgió de su garganta al momento de ingresar a la recámara y ver el cuerpo, medio desnudo y sangrante de Estela Rivas, tendido en la cama con los brazos en cruz y una mueca de horror en el rostro.
En el suelo, muy cerca de la cama, se encontraba el cuerpo, vestido, de la conocidísima Viridiana Montero, yacía inconsciente, con una pistola en la mano derecha.
Atraídos por el grito, todos ingresaron de manera precipitada, a la recámara, para contemplar aquella dantesca escena, la mayoría se mostraban sorprendidos, otros estaban aterrados y las mujeres entre gritos y lamentos comenzaban a llorar por la impresión de ver a las dos mujeres.
Javier Contreras, se abrió paso entre sus ex compañeros y avanzó hasta la cama y con su mano derecha le buscó el pulso en el cuello a Estela, luego le revisó la muñeca y al final les dijo a todos:
—¡Está muerta! —su voz se escuchó sepulcral y contundente.
De inmediato se arrodilló junto al cuerpo de Viridiana, y repitió el mismo procedimiento:
—¡Viridiana aún vive! —les dijo a sus compañeros con emoción— llamen a una ambulancia y a la policía… y sálganse del cuarto, que nadie toque nada para no entorpecer las investigaciones.
Como si aquel grupo de amigos fuera una sola persona, de forma mecánica, todos caminaron hacia atrás, dando varios pasos y obedeciendo la orden que les había dado Javier.
Sabiendo que todos lo observaban con verdadera atención y mucho interés en lo que haría, Contreras, se levantó y se paró junto a la puerta para proteger el lugar, resguardando la escena del crimen para cuando llegaran los peritos y demás personal especializado.
La gran mayoría de los que estaban presentes, eran abogados y todos conocían los procedimientos policiales para preservar la escena de un crimen, así que lo que Contreras, hacía en ese momento, era delimitar el lugar y mantenerlo a salvo de ser contaminado.
Mientras Javier, montaba guardia, los demás comenzaron a comentar sobre lo que habían visto y oído en las últimas horas, sacando sus propias conclusiones sobre lo sucedido en esa recámara, en donde el resultado era, una muerta y otra… ¿herida? Nadie lo sabía en realidad.
Todos conocían a las dos hermosas mujeres, las protagonistas de aquella tétrica e impactante escena y sabían de lo que eran capaces de hacer cuando se proponían algo, de ahí que no les pareciera extraño que las cosas se hubieran salido de control con esos fatales resultados.
La hipótesis era muy clara en la mente de los presentes, ellas, habían discutido y el carácter arrebatado y violento de Viridiana, la había llevado a jalar del gatillo para matar a Estela, lo que nadie podía explicarse era por qué se encontraba tirada en el piso inconsciente.
O estaba muy borracha y había perdido el conocimiento por el alcohol, o se había desmayado por la impresión de lo que acababa de hacer, de una o de otra manera, las cosas estaban claras: había asesinado a Estela, la cual, además, era una de sus más cercanas amigas.
Viridiana, nunca supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, despertó en la camilla de una ambulancia que la trasladaba al hospital a toda velocidad y con la sirena abierta mientras los paramédicos le proporcionaban los primeros auxilios, buscando encontrar algún daño que tuviera.
Abrió los ojos y se dio cuenta que tenía una aguja clavada en su brazo derecho, la cual le suministraba suero en la vena, además, tenía una mascarilla de oxígeno en nariz y boca, su mente no coordinaba bien, todo era muy confuso, no entendía en donde se encontraba y mucho menos por qué.
Poco a poco se fue relajando y de pronto, como un potente golpe, recordó todo lo sucedido minutos antes, gritó con desesperación al tiempo que su mano izquierda se elevó para quitarse la mascarilla, justo cuando intentó levantarse de la camilla, todo en un solo movimiento.
Unas manos, fuertes y expertas, la sujetaron por los hombros con determinación, impidiendo que lograra lo que intentaba hacer, mientras una voz varonil y suave se escuchaba decir:
—Cálmese… todo está bien… está usted a salvo… necesito que se tranquilice.
Sin poderlo evitar volvió a recostarse con pesadez, tenía tantas preguntas por hacer, sólo que, al querer hablar la mascarilla de oxígeno se lo impedía y eso la molestó.
Quería saber qué había pasado con Estela, su amiga, se sentía angustiada por haberle disparado en un arranque de coraje, motivada por la ira, esperaba que todo estuviera bien y que por su embriaguez hubiera fallado el disparo y no la hubiera herido, no lo soportaría.
Tuvo que aguantar la impotencia que la invadía por no saber qué había pasado, y aún sin estar plenamente consciente, ahora sabía que tenía que calmarse y esperar la oportunidad para que le dieran información sobre el asunto, mientras tanto, debía dejarlos que siguieran con el procedimiento.
Llegaron al hospital y en la misma camilla la condujeron hasta la sala de urgencias, el médico comenzó a hacerle una revisión general con rapidez, eficiencia y profesionalismo.