La vida en una gran metrópolis pesa, como si la gravedad de planeta estuviera sobre si misma, el bullicio de las multitudes, los coches y los puestos de comida que saturan el aire con sus olores se convierte en una pesadilla. Permanecer horas atrapada en un tráfico infernal genera un mal humor que podría destruir a cualquiera.
Sin embargo, ella no era cualquiera. Había vivido al borde del precipicio durante toda su vida, desafiando constantemente su capacidad de supervivencia. A sus 19 años, era completamente independiente, habiendo perdido a sus amados padres cuando apenas tenía 15 años.
El dinero de su herencia había sido congelado por los bancos, y solo recibía una pequeña suma mensual para sobrevivir. Vivía en una casa grande, pero siempre se quedaba en su cuarto, el más pequeño de la casa, construida por su padre con sus propias manos.
Aún recuerda la primera vez que durmió en esa casa, sin pintura y oscura, careciendo de puertas. Pero poco a poco, su hogar se transformó en el más grande y hermoso del barrio, gracias al esfuerzo y talento de su padre, un constructor con pocos estudios que se convirtió en uno de los mejores arquitectos del país. Su madre administraba la empresa, y su hermana había seguido los pasos de su padre, convirtiéndose en una experta en la materia.
Pero Jeanne era diferente. No era una persona estática, sino que amaba viajar y lo hacía cada vez que tenía la oportunidad. Desde los 12 años, se propuso recorrer el país completo, y durante las vacaciones arrastraba a sus padres a todo tipo de lugares, donde probaban la comida local y conocían los centros espirituales. Para ella, era el mayor deleite que podía existir.
Jeanne había llegado temprano a su sesión con el psicólogo, quería tener tiempo para sentarse y reflexionar sobre su futuro, sobre lo que quería hacer ahora que había terminado la escuela secundaria. Mirando por la ventana, pensó en cómo había llegado hasta ahí, en su soledad y en la tragedia que había marcado su vida. Pero Geovany, su psicólogo, estaba allí para ayudarla a seguir adelante.
- ¿Lo has pensado? -, preguntó el hombre interrumpiendo sus pensamientos. Jeanne se sorprendió al escuchar su voz y lo miró con curiosidad. - ¿Pensar qué? -, preguntó ella, aún confundida por la conversación.
- Que pasará ahora que te vas a graduar de la escuela secundaria -, dijo él con una sonrisa amable. - Quiero estudiar, por supuesto, solo que aún no decido -, respondió ella, tratando de mantener su voz en calma.
- ¿Te inclinarás por la construcción? -, preguntó Geovany con curiosidad. - No, nunca lo haría. Ese mundo fue el que mató a mi familia y ahora, gracias a ti, puedo respirar sin la presión en el pecho -, respondió ella con tristeza en su voz.