Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
El réquiem de un corazón roto
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
El dulce premio del caudillo
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
"Edward, no quiero casarme con George. Ese hombre tiene un grave problema. Aunque me quitara la ropa frente a él, sé que se mantendría serio y pediría que me fuera... ¡Es impotente!"
"No puedo evitarlo, cariño. Dejó en claro que le gustas y no pude convencerlo. Si no fuera por eso, ya habría terminado con Sigrid hace mucho tiempo. Tu hermana me aburre. ¡Ella y yo hemos estado juntos durante casi tres años y nunca dormimos juntos! Vamos, déjame besarte antes de que llegue la limusina que te llevará a la boda."
Luego solo se escuchó la respiración pesada del hombre y la mujer.
Sigrid Vincent, que estaba parada al otro lado de la puerta, se quedó helada. Aunque no había tenido relaciones s*xuales con su novio, no era completamente ignorante al respecto. El hombre y la mujer en aquella habitación claramente habían comenzado un acto que le resultaba difícil de describir.
Lo peor es que el hombre en la habitación era su novio, y aquella mujer era la novia de George Toland, su hermana...
Sigrid giró la cabeza con cautela y miró al hombre que estaba a su lado. Él medía alrededor de 1,8 metros de altura, 20 centímetros más alto que ella. Tenía rasgos faciales perfectamente cincelados y tan tridimensionales como una escultura. Sus labios finos y sexys estaban ligeramente fruncidos, sin ningún rastro de sonrisa.
Sigrid se sentía estresada siempre que estaba con su cuñado. La forma en que ese hombre miraba a la gente hacía que Sigrid sintiera como si él fuese capaz de ver a través de las personas. Parecía que todos eran transparentes frente a él.
Como si sintiera la mirada de Sigrid, su cuñado inclinó la cabeza y la miró con condescendencia.
En el momento en que sus ojos se encontraron, Sigrid se asustó tanto que le temblaron las pantorrillas.
"Era solo que... ¡Le temía a esa mirada!" pensó para sí misma.
¡Lo que más temía era que su cuñado la mirara así! Parecía que, incluso vestida, no podía ocultar su cuerpo frente a él, y era como si supiese qué tipo de ropa interior estaba usando... Ella sabía que no podría esconderle ningún secreto.
Sigrid tragó saliva y retrocedió sin dejar rastro. Se obligó así misma a encontrarse con aquella mirada profunda del hombre, y dijo: "No te vayas a enojar. Mi hermana solo está siendo tonta. ¡Ciertamente te ama mucho!"