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Embarazándome del CEO

Embarazándome del CEO

Jade F. C. J

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Capítulo

Una noche loca bastó para que Roberta se enredara con su futuro jefes, ambos, sin conocerse tuvieron una aventura en una fiesta sin saber que a partir de esa noche Roberta quedaría embarazada de su jefe, si, su jefe porque Roberta al siguiente día tenía su primer día de trabajo en la empresa de Ricardo Grayson, el dueño de un imperio. Roberta y Ricardo prefieren dejar esa noche en el pasado, pero entre trabajar juntos y chocar con sus personalidades se va dando una atracción entre ambos que no puede ser porque Ricardo está comprometido con otra mujer y se casará en dos meses. Sin embargo, Rebeca se da cuenta de que está embarazada de su jefe y no tiene ni la menor idea de cómo afrontarlo.

Capítulo 1 La noche loca

—¡No lo puedo creer! —chillé como una loca.

—¿Que? —Tara me preguntó. Estábamos en la exposición de arte de un famoso pintor cuando me llegó la notificación de trabajo a mi celular.

—Me aceptaron en la empresa —susurré.

—¿A cual de todas?

—A la empresa Grayson —leí la carta. Decía que me presentara mañana mismo porque el jefe estaba necesitando a su secretaria urgentemente. —Mañana mismo a trabajar —la miré con horror, esta gente no da tiempo de nada.

—Así son en esas empresas. He escuchado un poco sobre la empresa Grayson, según dice la maneja un hombre joven y guapo pero que es muy malhumorado.

—No me importa quien la maneje, tengo trabajo, Tara, por fin podré salir de esa miseria —alardeé. Si, estaba harta de que en mi casa me hicieran menos y que por eso se podían meter en mi vida y decirme lo que se les diera la gana.

—Felicidades, amiga. Lo mereces al fin.

—Necesito ropa —le dije como sorprendida—no tengo ropa para ser una secretaría en una empresa tan importante.

—Estamos en la exposición, espera que termine.

—Hmm no creo, mejor vámonos.

—Pero la universidad... —la jalé del brazo y nos escabullimos hacia la salida.

—Luego le preguntamos a Mario que tal fue, ya vez que esta que babea por ti y hace cualquier cosa para verte contenta.

Ella rodó los ojos.

—Creo que ir de traje sería bueno. De esos que son muy femeninos pero a la vez juveniles.

—Hmm no creo. Mejor cómprate vestido adheridos al cuerpo que lleguen a las rodillas. Así he visto en las películas —se encogió de hombros mientras caminábamos por las calles de Seattle.

—Quizás tengas razón. Al fin y al cabo solo seré secretaria.

Ella asintió.

—Mira, esta tienda se ve bien —le digo, tomándola del brazo para ir dentro—estoy emocionada —comenté—por fin tendré algo fijo y seguro.

—Y de seguro te pagarán bien. Muy bien.

—Eso creo. Ojalá. Espero que si.

Me medí muchos vestidos, gasté mis ahorros en verme bien para esa empresa así que espero que valga la pena. Me compré varios vestidos bonitos y sexis a la vez, compré zapatos de tacón. En mi primer pago me compraré más cosas.

—Creo que me quede sin algo de dinero —reí nerviosa.

—¿Que te parece si vamos a celebrar esta noche?

—¿De fiesta? Pero mañana tengo que trabajar.

—Lo sé pero hace mucho que no vamos a fiestas y esta es una buena excusa para ir. Anda di que si.

—Pero no voy a tomar —le advertí con mi dedo.

—Nooo —salimos de la tienda y nos fuimos a casa.

Noche de la fiesta, 9:30 PM

—¡Otro! ¡Otro! —gritaban para que me tomara otro shot más, tuve que hacerlo. Ya llevaba como cinco con este, debería de parar.

Tara estaba en su mundo, buscando con quien bailar, coqueteando con el bartender y dejándome a mi sola. A la par mía se puso un chico bastante guapo, usaba traje, su corbata estaba deshecha como si el mismo se la quisiera arrancar. Pidió una botella de whiskey mientras se llevaba las manos a la nuca. Tenía bonito perfil. La verdad es el hombre más guapo que han visto mis ojos. Dios, que manos.

—¡Roberta, ya vuelvo! —me dice, señalándome al chico que estaba junto a ella. Claro, se va con un hombre y me deja sola. Que buena amiga la que tengo.

—Dame un jugo por favor —le dije al chico. Estaba muy cerca del hombre guapo junto a mi, me estaba poniendo nerviosa porque podía distinguir su perfume varonil entre tantos olores. Carraspeé porque no sabía que más hacer. Quería hablarle.

El chico me dio mi jugo y tomé un poco. Miré al hombre junto a mi tomar su whiskey, se miraba pensativo o preocupado.

—¿Oye estás bien? —quise saber. En ese momento en que se giró a verme me quedé estática ante lo que veía. Madre mía, era el hombre más perfecto que había visto. Su cabello negro estaba despeinado y eso le daba un mejor toque, sus ojos eran negros y sus labios se curvaron en una sonrisa. Las mangas de su camisa estaban recogidas hasta los codos. Su porte, ese sí era un verdadero hombre. ¿Como será en la cama? Me quise abofetear por pensar esas cosas.

—Lo estoy —respondió.

—Es que te veías medio preocupado —le sonreí nerviosa. Ni siquiera sabía que hacer.

—¿Así que te preocupas por un desconocido? —murmura.

—Eso creo. A veces es mejor platicar con una desconocida que con alguien que ya conoces, ¿no crees?

—Quizás tengas razón. ¿Crees que tengo problemas?

—No lo sé —me acerqué—¿Los tienes?

—Quizás. —se acercó peligrosamente—Pero quizás puedas ayudarme de otra forma.

—¿De que forma?

—Si vamos arriba lo averiguarás —me dijo, sabía a lo que se refería. Este hombre guapo y atractivo me estaba haciendo una propuesta indecente. No lo conocía y probablemente jamás lo volvería a ver de nuevo. Entonces, ¿por qué frenarme? Yo quiero y tal parece que el también quiere.

—Creo que aceptaré tu propuesta —sonreí malévola. El chico me tomó de la mano y ambos nos levantamos del asiento. Subimos las escaleras y nos metimos a un cuarto que parece conocía muy bien. Encendió la luz y lo primero que hizo fue besarme.

Sus labios, sus labios cabían perfectamente con los míos. Eran apetecibles y nuestros movimientos coordinados. Me sorprendió cuando metió su lengua si. Nos quitamos la ropa desesperados, el chico me lanzó a la cama, en su mirada había deseo puro. Se subió a mi y me siguió besando el cuello, hasta llegar a los pechos.

Una verdadera noche de pasión.

A la mañana siguiente desperté en mi casa, en mi cuarto. La alarma sonó a las seis de la mañana. Mi cabeza me dolía y no me quería levantar para nada. Casi no recordaba como llegué a casa, solo recordé la noche de pasión que tuve con ese hombre misterioso que lastimosamente jamás volvería a ver. ¿Será que frecuenta mucho ese bar? Quizás me de una vuelta por allí el sábado. Pero era lunes y tenía trabajo que hacer. Me levanté y me duché rápidamente. Cuando salí me puse uno de los vestidos que había comprado, me alisé el pelo y me lo amarré en una coleta alta. Me puse los tacones, me maquillé, tomé mi bolso y salí. En mi casa vivíamos todos, estaban mis abuelos, primos y tíos. La verdad no me llevaba con ninguno y solo quería salirme de allí algún día. Salí de casa sin decirles nada y busqué un taxi rápidamente. Tenía hambre, ni siquiera desayuné.

—A la empresa Grayson por favor —le dije al taxista. En mi mente solo estaba lo que ese hombre y yo hicimos anoche. Jamás lo olvidaré. Ese sí es un verdadero hombre.

Momentos después el taxi se estacionó y bajé. Frente a mi estaba un enorme edificio. Jamás había venido por aquí. Avancé hasta llegar al ascensor, según tenía que ir hasta el octavo piso. Cuando llegué al octavo piso no sabía a dónde ir.

—Hola, —le dije a una chica en un escritorio—Soy Roberta White y vengo para el puesto de trabajo.

—¿Secretaria? —quiso saber la chica, muy elegante y bonita por cierto.

—Si, ese.

—Ven conmigo por favor —se levantó de su asiento y caminó por un pasillo hasta llegar a otra oficina. Las puertas eran grandes y afuera había un escritorio vacío. —el señor Grayson está necesitando con urgencia a una chica y por eso te hemos llamado. Este será tu escritorio pero ahora te tendrás que reportar con el señor Grayson quien será tu jefe. Suerte.

—Gracias.

Me acomodé la ropa y toqué la puerta de la oficina.

—Adelante —escuché decir del otro lado. Abrí la puerta y avancé dentro. La oficina era grande, espaciosa, lujosa y muy bonita. Olía muy bien. Había un hombre de pie hablando por teléfono mientras veía por el vidrio hacia los edificios vecinos. Me daba la espalda así que no podía distinguirlo bien. —Si, te estaré llamando para cualquier cosa. Vale, te llamo luego, adiós. —colgó la llamada y se giró a mi.

Ambos quedamos de piedra al vernos.

No. Puede. Ser.

Mi corazón latió más a prisa al ver al hombre con quien pase la mejor noche de mi vida frente a mi, con un traje perfectamente planchado y su cabello ordenado.

—¿Tú? —inquiere.

Salí de mi trance y reaccioné.

¡Que incómodo!

—Si, yo —reí nerviosa. —lo siento, no es ninguna trampa ni nada por el estilo. Yo recibí la confirmación de trabajo ayer y por eso estoy aquí hoy.

El chico pareció estar pensativo, me miró de arriba abajo con descaro y después avanzo hasta la silla de su escritorio.

—Siéntate —me dice.

Me senté un poco incómoda. Las imágenes de lo que hicimos anoche empezaron a bombardearme la mente. Mi mente me está traicionando.

Piensa en la biblia, Roberta, piensa en la biblia.

—Bueno, si es cosa de trabajo está bien. ¿Trajiste tu currículum?

Asentí, dándole los papeles. Estaba tan serio, no parecía el hombre salvaje y romántico de ayer.

Me mordí el labio inferior tan fuerte que casi lo hago sangrar.

—Deja tu labio en paz —me dice y lo miré rápidamente.—Oye, se que es raro e incómodo pero estamos aquí para trabajar y la verdad hay mucho que hacer. Lo que pasó anoche fue solo eso un momento de una noche. Ambos estuvimos de acuerdo, ¿no?

Medio asentí.

Quisiera repetirlo, quise decirle pero me echaría.

—Tengo muchos papeles que arreglar —me dice, dándome unas carpetas. La secretaria de Daniela te guiará estos días lo que tienes que hacer.

Asentí de nuevo.

—Soy Ricardo Grayson.

—Yo soy Roberta White.

—Roberta... —saboreó mi nombre-... bueno, tu escritorio está afuera.

—Si, claro —me puse de pie, tomando las carpetas.

—Aguarda —Ricardo también se puso de pie y vino hacia mi, tenerlo tan cerca. Su olor, ere olor que me vuelve loca. —No pido que olvidemos lo que pasó anoche porque fue muy bueno, solo quiero que quede en el pasado. Soy tu jefe y tu mi secretaria.

Quería decirme que jugáramos en la cama a ser el jefe y la secretaria pero no me atreví. Es que anoche el me hizo sentir tan bien, tan confiada.

—Claro, no te preocupes —reí—no fue nada. Estaré afuera por si me necesita, jefe.

Me giré sintiendo su mirada en mi espalda o en mis glúteos. Abrí la puerta y salí. Dios, ¿en que me vine a meter? Puse las cosas en el escritorio y tomé algo de aire. Noté que a la par había un garrafon de agua así que agarré un vaso y me tomé dos vasos de agua. Sentía mi garganta seca.

Según Ricardo tengo que ir donde Daniela, quien supongo que es la chica que vino hace rato para que ella me asesore.

—¿Como te fue? —Daniela apareció en mi escritorio y se sentó en la silla de mi lado.

—Bien, el me dijo que me asesorarías.

—Si, por eso estoy aquí —tomó los papeles y empezó a explicarme las cosas que tenía que hacer. Mi mente estaba dividida entre aprender y Ricardo. En eso una mujer alta, esbelta, delgada y muy guapa apareció por el pasillo.

—¿Ricardo está en su oficina? —le preguntó a Daniela.

—Si, señora Leticia.

—¿Y ella quien es? —me miró a mi.

—Es la nueva secretaria del señor Grayson.

—Hmm —parece que no le dio nada de gracia que yo fuera su secretaria. Abrió la puerta sin tocar y se metió a la oficina de Ricardo. Me cayó súper mal. La sentí con aires de grandeza y así.

—¿Quien es ella?

—Es accionista de la empresa y prometida del señor Ricardo —me dijo. Y fue como si me echaran un balde de agua fría.

Ricardo está comprometido. No puede ser porque anoche pasábamos la mejor noche de nuestras vidas juntos, bueno, no se si la de el fue la mejor pero para mi lo fue. Ricardo se va a casar y no se por que me sentía triste al saber eso.

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