Login to ManoBook
icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
Diez años después

Diez años después

Luciansa Sommer

5.0
calificaciones
180
Vistas
5
Capítulo

Camila e Ignacio tienen una historia en común y una conexión única pero actualmente se encuentran enfrentados. Las circunstancias laborales hacen que sea imposible congeniar el permanente impulso de estar juntos con la necesidad de mantenerse alejados para poder continuar con sus vidas como las tenían planeadas. Entre despertares sexuales y jornadas cargadas de deseo, la pasión los llevará a elegirse mutuamente y sortear los obstáculos para dar rienda suelta a sus fantasías conjuntas.

Capítulo 1 Comenzando...

Camila

Siento el calor subir desde mis muslos mientras un sinfín de sensaciones invaden todo mi cuerpo, el sabor de su boca atacando la mía mientras nuestras lenguas lanzan en total conexión se suma a la sensación de su mano acariciando mi pecho, que al mínimo roce responde endureciendo el pezón y erizando la piel al mismo tiempo que su erección firme palpitaba contra mi centro. Cada movimiento hace que desee más tenerlo dentro de mí pero al mismo tiempo quisiera que este instante sea eterno, la energía entre ambos es infinita, perfecta y nuestros cuerpos responden a la perfección, haciendo que el calor del momento sea casi insoportable. Justo cuando su mano se desliza hacia mis bragas todo se interrumpe y una vez más su olor y su calor se evaporan, dejándome con el recuerdo de sus ojos azules incendiados de pasión.

Llevo la almohada sobre mi cabeza tratando de apagar el sonido del despertador y descargar un poco la frustración por haber perdido mi sueño. Por inercia miro el reloj aunque se perfectamente los números que reflejará, 07:00 ni un minuto más ni un minuto menos, como cada mañana. Suspiro fuertemente sacando todo el aire de mis pulmones y junto fuerzas para salir de la cama.

Como todos los días, me levanto, preparo el desayuno para dos, acomodo todo y despierto a Julián animándolo a iniciar su día también. Su pequeño cuerpito todavía adormecido entre las cobijas me hace pensar en la primera vez que lo vi. Tenía solo tres añitos y la desnutrición estaba a punto de tragarse su existencia. En aquel momento yo tenía veinticinco años, ya era médica y estaba realizando ayuda comunitaria en África cuando me tocó atenderlo, al minuto de encontrar sus ojos con los míos supe que no quería dejar de mirarlo nunca. El tono oscuro de su piel, su pelo de abundantes y pequeños rizos y sus ojos grandes y llenos de temor me enamoraron al instante y ahí mismo inicié los trámites para adoptarlo. Gracias a que todavía me quedaban seis meses allí los pude completar y traerlo conmigo, desde entonces somos dos contra el mundo y las noches pasaron de ser fiestas constantes a películas infantiles y canciones de cuna que calmaban sus miedos.

Luego de desayunar juntos y ya listos, nos encaminamos al ascensor hablando animadamente

–Casi olvido mis gafas mamá, las busco y vuelvo-, dice mi distraído niño alejándose del ascensor y entrando apurado al departamento. Un segundo sola me alcanza para reparar en la imagen que me devuelve el espejo. Mi largo cabello dorado con ondas marcadas y mis ojos marrones, sumados a una piel clara me hacen ser una mujer que se podría considerar de lo más normal de la Ciudad, lejos de molestarme, eso es algo que me alegra, nunca me gustó llamar la atención, suficiente tengo con verme obligada a hacerlo en el ámbito laboral. Ese pensamiento me hace recordar la jornada que me espera. Como siempre que inicio una auditoría, sé que me encontraré con reticencia y quizás hasta odio por parte del Centro Médico auditado. No puedo decir que mi trabajo me gusta pero para poder adoptar en forma definitiva a Julián, debo mantenerlo. En su momento fue la única contratación segura que conseguí y debo mantenerla vigente hasta que la burocracia diga que definitivamente no me quitarán la custodia.

Un abrazo apretado me saca de mi ensoñación y me recuerda que todo esfuerzo vale la pena, tenerlo a él en mi vida vale cada mirada de odio que un colega pueda lanzarme. Así, con la energía renovada, me dirijo al Centro Médico Shoeren, a iniciar el primer día de mi auditoría.

Ignacio

- ¿Realmente no había manera de evitar esta auditoría? Increpa Lorena desafiante.

Me limito a mirarla sin emitir sonido mientras en mi mente trata de recordar qué fue lo que vi en ella cuando iniciamos nuestra relación. Evidentemente la gente cambia mucho en tres años, porque a la fecha no encuentro casi nada que me haga desearla ni menos aún amarla como debería suceder con tu pareja, pero entonces mis pensamientos se detienen al ver el marrón de sus ojos, esos ojos que me hacen acordar tanto a otros. Pasaron diez años y todavía hay momentos en los que mi mente recurre su recuerdo para encontrar paz y más de una vez, excitación. Es increíble que una sola noche marcara tanto mi mente.

– ¿No me pensas contestar?- Una vez más, la voz de Lorena me sacó de la paz que había encontrado pensando en ella.

-No Lorena, no pienso contestarte porque realmente no puedo creer que me estés preguntando eso. Si hubiera manera de evitar la auditoría, ¿no crees que lo hubiera hecho? ¿O acaso se te ocurre que a mí me gusta la idea de recibir un auditor sabiendo que lo único que busca es detallar al mejor nivel posible nuestros errores para que nuestro Centro se cierre o se venda por migajas?

- ¿Necesariamente tiene que ser así? Digo, quizás el auditor indica que estamos haciendo las cosas bien o nos marca los errores a solucionar para mejorar- Interviene Lucía, que como siempre, ve la vida en tonos de rosa. Supongo que la pediatría exige eso, un espíritu lleno de amor que permita no bajar las esperanzas aunque día a día deban ver a padres perdiendo a sus hijos.

- No hermosa, lamentablemente esto funciona así: Si un auditor resuelve siempre a favor de la continuidad de los Centros auditados comienzan a duda que sea bueno en su trabajo o hasta en el peor de los casos, que este aceptando “ayuditas” para salvarlos. Si un auditor resuelve en contra, no tiene consecuencias sino un premio por tener los huevos para hacerlo. ¿Quién en su sano juicio preferiría ser sospechado de corrupto en vez de recibir un premio solamente para ayudar a personas que ni conoce?- Acota Marcos, con su característica galantería hacia el género femenino. Aunque es mi mejor amigo y le confiaría mi vida, no logro entender esa actitud de macho alfa que lleva todo el tiempo. Su cabello rubio siempre peinado a la perfección y los ojos verdes ya deberían ser suficientes para mantener su autoestima elevada, pero él le suma horas enteras de gimnasio que hacen que las mujeres vean su esfuerzo a metros de distancia y prácticamente se tiren a sus pies desarmándose en suspiros. Cualquiera diría que mi actitud es por envidia pero en verdad no. Dejando de lado la humildad, tengo que reconocer que mi cuerpo también despierta suspiros, después de todo, las horas de gimnasio las comparte conmigo. Además, mi cabello oscuro que contrasta con mi tez blanca y mis ojos azules hacen que no tenga nada que envidiar a su atractivo.

- Marcos tiene razón, lo mejor que podemos hacer es buscar que el auditor quiera terminar su trabajo cuanto antes y se vaya dejándonos el camino libre para ver cómo salimos de las deudas que nos dejó Soler.- Intento finalizar la conversación. El tema no me gusta ni un poco.

Soler era el director del hospital que tuvo una denuncia por mala praxis y en vez de afrontarla con su seguro, la afrontó con fondos del hospital. Según él, correspondía hacerlo de esa forma, por haberse tratado de errores compartidos, pero la realidad era que había sido un mero acto de corrupción, y se vio obligado a afrontarlo de esa forma ya que, negligentemente, estuvo omitiendo los pagos a su seguro particular. Lo peor no fueron las deudas que dejó al Hospital sino la traición hacía nuestro equipo. Todos lo veíamos como un líder, como el patriarca de esta familia, a la que quebró con su actitud haciendo que hasta hoy pasemos por un importante dolor cada vez que se lo nombra.

- Seguramente se tratará de un viejo barrigón, no será nada difícil hacerle la vida imposible con solo subir al mismo ascensor a diario- aporta Marcos con su habitual cuota de humor, haciendo referencia a su atractivo físico.

- Diste en la tecla… “Hacerle la vida imposible”, eso es lo que tenemos que hacer-. Suma Lorena, con la frialdad que hace ya tiempo la acompaña.

- No me siento cómoda con eso, ¿vos opinas como ellos Ignacio?- me increpa Lucía

Por un minuto me cuesta admitir que estoy de acuerdo con Lorena y Marcos, siento que con esta actitud me alejó muchísimo de la persona que me considero. Generalmente intento no hacer mal a nadie, pero en este caso no veo otra salida.

–Si Lu. Lamentablemente no veo otra opción.- Reconozco finalmente.

Su mirada refleja una decepción que me quiebra. Es mi mejor amiga desde hace más de quince años y la quiero como a una hermana. Compartimos valores y eso hace que yo sepa perfectamente cómo se siente ella con relación a que estemos haciendo esta especie de pacto secreto.

- Esta bien. Somos un equipo, si tres de los cuatro miembros de esta junta creen que ese es el camino, los sigo. – sentencia mi amiga bajando los hombros en señal de derrota. Sus ojos negros bajan la mirada y pareciera que su flequillo llega hasta ellos para evitar que veamos que en el fondo no está convencida. La entiendo, tampoco yo lo estoy, ojalá encontrara otra manera, pero creo que no la hay.

En ese momento suenan unos suaves golpes en la puerta y los cuatro nos miramos y acomodamos en las sillas.

-Pase.- atino a decir.

Y en cuánto la puerta se abre, siento que mi corazón va a explotar y por un segundo, el tiempo se para.

Es ella.

Esta justo enfrente mío y yo solamente puedo pensar en correr a besarla, pero un instante de lucidez me hace frenar esa voluntad en seco cuando me doy cuenta que en su mirada parece no haber nada. Por el contrario, con toda naturalidad, saluda formalmente… para iniciar su auditoría.

Seguir leyendo

Quizás también le guste

Otros libros de Luciansa Sommer

Ver más
Capítulo
Leer ahora
Descargar libro