Nunca le gustaron los tipos de fácil sonrisa, de palabras bonitas y de boca sucia. Tipos que evitaba a toda costa porque todo en ellos gritaba peligro, revolución y corazones rotos. Él representaba todo lo que Alondra detestaba, pero aun así no podía evitar verlo, recorrerlo con la mirada, desear pasar sus dedos por aquellos músculos brillosos, aun así no podía evitar ver el reloj y esperar que sean las doce para las diez para poder salir y verlo pasar. León merecía ser admirado, era una obra de arte que pocos entendían y ella, una artista que necesitaba una sacudida y salir de su zona de confort.
Nunca podré olvidar como lucías ese día,
No vi tu rostro, pero con la sonrisa de tus labios tuve suficiente para mis sueños de esa noche.
Cerró los ojos cuando la clase por fin finalizó, ese día le había costado mucho más, el ir a la cafetería y luego correr hacia la estación con dirección a la universidad, la había dejado cansada. Era un ritmo que aún no se acostumbraba a llevar, y sus momentos de paz era efímeros, que a veces lloraba por eso.
Trabajar en la cafetería era un ingreso seguro, y más para la larga lista de cosas que pedían en la universidad, pero el estudiar y trabajar era algo que seguía provocando un terrible estrés y ansiedad, ¿Quién paga esas emociones negativas? Su cuello y sus escasas uñas, ni siquiera las dejaba crecer cuando ya estaba comiéndoselas.
Iba bien en la universidad, no era de las mejores, pero tenía notas aceptables, como también destacaba en lo que le gustaba, pintar. Amaba pintar como también danzar, entre sus materias, había elegido llevar danza, solo un curso, para probar, no necesitaba nota, era su forma de liberarse y tratar de mantenerse activa, y que su peso no se elevara. Tenía suficiente con pesar ochenta y nueve kilos, no quería subir, así que bailar le permitía liberarse.
Ese día no tenía danza, solo los viernes, dos horitas que las disfrutaba bien y luego se iba corriendo a su clase de dibujo de naturaleza muerta, traspirada y con dolor de cuerpo, trataba de alejarse de todos sus compañeros y sumergirse en su aventura.
-Me gusta, Alondra, has mejorado mucho -la joven alzó la mirada y esbozó una sonrisa al ver a su profesor frente a ella, admirando el boceto que había hecho-. En comparación del primer dibujo, has avanzando muchísimo.
-He estado practicando mucho, profesor, ¿lo vale no?
-Por supuesto que sí. ¿Cómo vas con pintura?
-Tengo claro que no soy buena por completo, pero los rostros con mi sello me han salido mejor -la chica sonrió-. Hoy me llega mi nuevo caballete de mesa ¡estoy emocionada!
-Mucha suerte y deja de andar corriendo, me sorprende que no te hayas caído.
-¡Nos vemos la próxima semana! -la joven guardó todo en su mochila, tomó su celular y luego salió corriendo, hizo como que abrazaba sus pecho, era una manera de que sus pechos no rebotaran y llamaran la atención.
Agradecía que la estación no estuviera tan lejos, así se le haría más fácil poder subir, tomar un asiento y llegar a casa. Seis y veinte estaría por ahí, tiempo suficiente para que llegue su pedido y luego para verlo a él.
Tal como esperaba, viajó junto a la ventana, con sus audífonos puestos y tranquila. Estaba ansiosa, todos los días cuando se acercaba la hora, se ponía así. Y ¿Cómo no? Ella había estado saliendo cada noche con la excusa de que hacía calor, solo para verlo pasar, unos segundos, escasos segundos para que su corazón se volviera loco.
¿Así se sentía la atracción hacía una persona?
Cuando llegó, agradeció que su pedido llegara diez minutos después. Desocupó el lado de su mesa y sacó el pequeño caballete, colocó un nuevo bastidor y al costado su cajón con acrílicos y pinceles. Vaya paraíso, se veía demasiado hermoso, fue una compra estupenda.
-Como corres para verlo eh. -la voz de Caro la hizo sobresaltar, dejó el lápiz a un lado y sonrió viendo a su amiga llegar, dejó tirada la mochila, para después lanzarse a la cama.
-Y a ti te gusta pasar tiempo en el restaurante, ¿no?
-Ah, graciosa nos salió la niña.
-¿Qué tal las clases?
-El profesor dice que tomo buenas fotos, pero que soy floja. ¿Tú qué crees? -después de eso, la conversación fue trivial, comieron algo y avanzaron con sus respectivos trabajos, cuando la pintora terminó, el tic nervioso se hizo presente.
Alondra miró el reloj disimuladamente y dio un sorbo al judo de naranja, ese día había tenido libre en la cafetería y en la universidad, así que había adelantado algunos trabajos y luego había dormido, ya no recordaba la última vez que durmió más de nueve horas, como deseaba vacaciones. Muchas. Su familia tenía pensado viajar esas vacaciones a la playa, tal vez por fin pueda pagar su boleto e ir con ellos.
Doce para las diez de la noche marcaba su reloj así que se miró al espejo y arregló su cabello, sonrió y siguió a su amiga que iba contándole sobre su día en el trabajo y los exámenes pesados que se acercaban. Ambas se sentaron afuera de su casa con una botella de vino y dos copas, mañana entraban tarde a clases, así que no les vendría mal relajarse y dejar el estrés aun lado. Chocaron sus copas y Alondra levantó la mirada viendo que se acercaba un camión blanco, su pecho latió con desesperación que terminó votando vino en el suelo, Caro empezó a reírse pero ambas se quedaron calladas cuando él levantó la mano y dijo:
-¡Hola chicas, feliz noche! -Alondra apretó sus muslos y jadeó.
Él pasaba siempre doce minutos para las diez, levantaba la mano saludando y esbozando una sonrisa, juraría que nunca en su vida había visto sonrisa tan bonita. Su cabello lóbrego era estrujado por una gorra, la playera amarilla apenas y cubría sus músculos. Detestaba el color amarillo, pero le encantaba la sonrisa que le lanzaba.
Sacudió su mano y la chiquilla sonrió como boba viéndolo estacionar en la tienda de la esquina, ahí donde dejaba mercancías y luego se iba. Si supo que se llamaba León Fleiderman era porque Caro le había preguntado a uno de los ayudantes, había deseado saberlo desde el inicio e incluso con su amiga le habían inventado nombres, fuertes como él, y cuando supieron cómo se llamaba; ambas suspiraron. Nombre fuerte para hombre fuerte, ¿Cómo sus padres supieron que aquel nombre le haría justicia?
Sacudió la cabeza y vio el camión alejándose recordando la sonrisa que les había regalado, le había obsequiado a ella, aun su corazón latía tan fuerte que parecía que en cualquier momento se escaparía de su pecho para ir en busca de León, pedía a gritos el ser calmado o en todo caso de darle cuerda para que latiera con más fuerza. Ambas amigas entraron a su casa y la que aún estaba frenética entró al baño para darse una ducha de agua muy fría.
¿Cómo sería ser tocada por él? ¿Por aquellas manos callosas? Con solo imaginarlo, su cuerpo se sacudía y terminaba calentándose aún más, mordió su labio inferior avergonzada escuchando la música de fondo que su amiga había puesto y sin poder evitarlo empezó a tocarse, cerrando los ojos e imaginando que quien la acariciaba y besaba era León.
Un gemido escapó de sus labios cuando masajeó su sexo, apretó sus piernas y echó la cabeza hacia atrás sintiendo el agua helada relajar sus músculos pero no bajando su calentura. Masajeó con fuerza y rapidez, para después soltar un chillido que fue amortiguado con el agua de la ducha y la música en la sala, jadeó y pegó su frente a la cerámica de la habitación tratando de relajar su respiración, sus hormonas y cuando estuvo lista salió cambiada y secando su cabello, Caro miró las mejillas rojas y una risita escapó.
-Te gusta León.
-Y a ti Nicolás, ¿Qué tal besa? -Bromeó tirándose en la cama y cerrando los ojos para recordar la sonrisa de aquel hombre que le empezaba a robar el sueño desde hace meses-. Es mucho mayor que yo, él es imponente.
-¿Has visto esos musculoso? -Se le hizo agua la boca a Caro pero al final de cuentas era Nicolás quien le encantaba, aunque León era muy atractivo, era para su amiga-. Imagínate una noche de pasión con él, creo que me obsesionó con ese pedazo de hombre.
-Vaya cuerpo, es muy guapo -Caro se puso de pie dejando la laptop en la mesa de noche y apagó las luces, ambas dormían en la misma habitación pero en diferente cama. Esa noche ninguna podía dormir, cada una era presa de un hombre diferente que alteraba su mundo, aquel equilibrio que les había costado tanto encontrar.
Después de un rato Alondra se quejó, gimiendo y dando palmazos a diestra y siniestra, Caro gruñó enterrando su rostro en la almohada haciéndose una idea de lo que suceda.
-¡Alondra, cierra el pico! ¡Quiero dormir!
-¡Hay zancudos! -gruñó encendiendo las luces para buscar los aspíreles contra aquellos detestables bichos, rebuscó entre todos los cajones pero no los halló-. ¡No hay nada!
-Ve a comprar.
-Acompáñame, por favor. -se quitó la playera ancha y se puso una blusa, arregló su cabello y se giró viendo a su amiga aun tirada, y ahora roncando-. ¡Bien! ¡Iré sola!
Tomó las llaves y el dinero, salió de la casa y se dirigió a la tienda de la esquina, gracias a dios aún estaba abierta, pero ya a punto de cerrar, el señor de la tienda le dijo que esperara que buscaría en el almacén de atrás.
Alondra terminó tomando un chocolate y sentándose en la silla para esperarlo, pero con lo que no contó es que León apareciera en la puerta con una caja pequeña de aceites, él al verla dibujó una sonrisa y la muchacha tembló, era mucho más alto de lo que parecía a lo lejos y más musculoso, ¿Cuánto medía? ¿1.90? ¡Eso no importaba ahora! León dejó la caja en el suelo y se quitó la gorra que aplastaba su cabello y la volvió a poner en su lugar, la playera sin mangas se aferraba a su cuerpo y Alondra no pudo evitar recorrerlo con la mirada, ver su piel brillosa y luego aquellos ojos oscuros fijarse en su cuerpo, y apenas se había arreglado.
-Hola chica, creí que las niñas debían estar ya en su cama --murmuró con la voz ronca caminando hacia la joven, Alondra se puso de pie con rapidez y forzó una sonrisa para mostrarse segura pero eso era imposible, estaba temblando como gelatina.
-Creo que hoy quise ser una chica mala. -contestó ella y no supo de donde salió tanto valor, León soltó una carcajada provocando que Alondra diera un pequeño salto en su lugar.
-Llevo semanas viéndolas sentadas en el mismo lugar, sonreír cuando las saludo, quiere decir que ¿No las molesto? -se acercó, se inclinó y la joven pudo ver de cerca unas pequeñas manchas en su rostro, pero aquello lo hacía ver más sexy, aquella barba espesas rodando su quijada, su cabello que no tenía tanto cuidado como los hombres que solía conocer, un tipo con manos lastimadas y callosas que no se ponía alguna crema. Un macho como decía Caro-. Soy León.
-Alondra y mi amiga es Caro -los ojos del hombre brillaron y al ver una pequeñas patillas al filo de sus ojos supo que pasaba los treinta y eso la calentó aún más.
Él alzó las manos y dio un paso hacia ella, la muchacha cerró los ojos cuando dejó un beso en su mejilla, su boca húmeda recorrió aquella zona que se calentó de inmediato, la barba picó pero le gustó y pudo sentir su pecho duro junto al suyo. Quiso calmar su respiración cuando León se separó y le echó un vistazo a sus mejillas coloridas y al labio que mordía con fuerza, él levantó su mano y pasó dos dedos por sus labios llenos y de color rojo que poseía la muchacha.
Alondra observó sus ojos, sus cejas, su nariz y su boca. Nunca había sentido tanta pasión por un hombre, salvo por los actores de cine o cantantes, no por alguien real, alguien que veía en la calle, alguien que vestía sencillo y trabajaba mucho. Jadeó cuando se acercó aún más pegando su pecho contra el suyo, y ella no llevaba sujetador, sintiendo sus pechos pesados y los pezones endurecidos por su cercanía, por el olor que desprendía su cuerpo.
Retrocedió asustada y tuvo que sostenerse de la silla para no caer, los ojos salvajes de León la observaron y cuando escuchó la voz del señor de la tienda, se alejó y se despidió. Sus manos temblaban cuando tuvo que pagar el espiral. Ni bien salió de la tienda lo presionó contra su pecho y apresuró el paso, debía contarle a Caro, debía hacerlo, pero sus planes se vieron interrumpidos cunado lo vio recostado en la puerta de su casa, tenía las manos metidas en sus pantalones azules desteñidos, se había quitado la gorra y deseó tanto meter sus manos entre aquel cabello que apenas tenía atención.
Cuando la vio llegar, se enderezó y una sonrisa traviesa tiró de sus labios.
Ninguno habló, Alondra tragó saliva y trató de ingresar pero León tiró de ella pegándola a la pared, era muy pequeña, incluso al tener unos kilos de más, la muchacha se veía chiquita entre aquel enorme cuerpo. El hombre levantó su mano rozando sus dedos por su mejilla, acariciando con suavidad, la muchacha gimoteó y él ya no pudo resistirse, pegó su cuerpo y rodeó su cintura levantándola un poco para después estampar sus labios contra los suyos y morderlos, lamerlos, mordisquear hasta que la muchacha entre abrió los labios dándole permiso para que ingresara su lengua, temblorosa dejó caer el espiral para los zancudos y subió sus manos a su ancha espalda, enterrando sus dedos y pegándose aún más. Sus piernas temblaban como gelatina, y solo el beso estaba causando eso.
León enterró su lengua en su boca, recorriendo cada espacio, saboreando para después bajar la boca y recorrer el lóbulo de oreja, succionó robándole un gemido a la muchacha que temblaba entre sus brazos, siguió bajando recorriendo con su boca con su cuello hasta que llegó hasta las comisuras de sus pechos los cuales solo estaba cubiertos por una blusa, él rozó su boca sintiendo los endurecidos pezones pidiendo atención y él quería dárselo, todo lo que quisiera, porque estaba hambriento por aquella niña de ojos grandes y oscuros.
Alondra enterró sus dedos en su cabello como pudo cuando León la levantó sin esfuerzo, como si ella no pesara absolutamente nada, en aquellos momentos no le importaba que estaban afuera de su casa, y mucho menos que alguien pudiera verla ahí, tocándose con un hombre que por primera vez había cruzado palabras.
-Voy a follarte Alondra, voy a comerme aquel coño cremoso -gruñó y el cuerpo de la joven se calentó, pero en ese momento odió las palabras que utilizó, lo empujó y León la miró desconcertado.
- ¡Eres un vulgar!
- ¿Y qué esperabas princesita? ¡Soy un camionero, no estudié modales como los niños buenos de tus amigos! -siseó León ofendido, acomodándose la ropa y dando un paso hacia atrás. Ninguna mujer se había molestado por su vocabulario ¡Al contrario! ¿Pero qué pasaba con esa niña?
Alondra arregló su ropa y metió la llave en la cerradura de su puerta, León tomó su mano tirando hacia él pero la joven se soltó y estrelló la puerta en su cara, el hombre gruñó molesto por la dureza en sus pantalones y también por la mirada que le había lanzado.
¿Y, qué les pareció?
En Instagram me encuentro como: @Jamesamzwatt
Capítulo 1 LA PRIMERA VEZ
08/05/2024
Capítulo 2 ÉL ARDE COMO EL INFIERNO
08/05/2024
Capítulo 3 HAMBRIENTO
08/05/2024
Capítulo 4 BAJAR AL INFIERNO
08/05/2024
Capítulo 5 EL SALVAJE
08/05/2024
Capítulo 6 PENDIENTE
08/05/2024
Capítulo 7 NO TE PERTENEZCO
08/05/2024
Capítulo 8 QUE TIENES TÚ
10/05/2024
Capítulo 9 ME QUITAS EL ALIENTO
10/05/2024
Capítulo 10 DISCRETO Y HERIDO
10/05/2024
Capítulo 11 DEJARLO IR
10/05/2024
Capítulo 12 TIERRA DE AMOR
10/05/2024
Capítulo 13 ES AHORA O NUNCA
10/05/2024
Capítulo 14 BÉSAME ANTES DE IRTE
10/05/2024
Capítulo 15 PANTALONES AZULES
10/05/2024
Capítulo 16 CREO RECORDAR ESOS OJOS
10/05/2024
Capítulo 17 EPÍLOGO
10/05/2024
Capítulo 18 EXTRA: LA NOCHE PELIGROSA
10/05/2024
Capítulo 19 EXTRA: CAPTURADO
10/05/2024
Otros libros de JamesA
Ver más