Amanda era una chica dulce, tierna, buena pero con un carácter bastante fuerte, y la verdad lo sufría mucho. Pero además de esas cuestiones personales era de esas románticas empedernidas, escribía poemas, relatos de amor y tragedias, a veces pecaba de inocente… Tenía 16 años cuando lo conoció, ese morocho le había robado el corazón.
Ella escribió poemas, cuentos, cuanto su imaginación inventó a ese amor que no fue. Facundo nunca la quiso como ella quería, siempre la vió como amiga. Amanda no pudo hacer nada contra eso, lo amó en secreto, él lo sabía pero nunca lo mencionó, de todos modos bastaba con ver como se encendía su mirada cuando se encontraba cerca de él.
Aún así fueron buenos amigos, tenían una afinidad increíble, las largas charlas. Una vez cuando salieron a bailar, ambos un poco ebrios, dió lugar a la siguiente conversación:
–Me acuerdo del día en que nos conocimos en el recreo, que te lleve por delante, nunca me hubiera imaginado que seríamos así tan íntimos–dijo Facundo.
—¡Ay! ¡Por Dios! ¡Qué pésima memoria! ¡Nos conocimos en ese viaje de estudios! –Contestó Amanda
Facundo haciendo gestos de burla
–¡Qué gordita esta! tenés razón–asintió él.
Mientras Amanda ríe divertida, le contesta
–¿Gordita? Perdón si vos estas re flaquito–dijo con ironía–¿no te ves esos rollitos?
–No estoy gordito, estoy pachoncito–ríe
–Si vos lo decís—ríe.
Se reían juntos de pronto hubo un acercamiento, quedaron a centímetros. Ambos vuelven a reír.
–Ma’ siiii quien te quiere besar a vos gordo panzón.
–Y a vos gorda… gorda—ríe.
Riéndose se fueron los dos cada cual a su casa, Amanda pensaba que se llevaban tan bien así como amigos que no era necesario destruir eso con sus sentimientos erróneos.
Facundo al cabo de un tiempo comenzó una relación con una joven llamada Florencia, bonita pero demasiado celosa, y no comprendía la amistad entre ambos, los alejó cuanto pudo, Amanda lo tuvo que aceptar y como siempre se desahogo escribiendo:
“Fue por vos que me volví a enamorar
Fue por vos aprendí el dolor de lo no correspondido
Fue por vos que aprendí a hablar de mis sentimientos
Fue por vos que supe callar a tiempo, a enfrenar el dolor
A tal punto de hacerlo mi amigo
Por vos, por vos acaricié una ilusión
Recordé lo que era despertar con esa sensación nueva
De que el amor llega
Lástima que también sea por vos
Tener que olvidar sabiendo que es imposible.”
Siempre creyó que si alguna vez él leía lo que escribía la tildaría de patética, guardaba todo eso en una caja que tenía escrito en la tapa “Facundo”. Nunca sospechó que la vida la alejaría tanto de él.
Hubo un día en que su vida se oscureció de tal forma que nunca pensó que el sol saldría de nuevo, sería una fecha que no olvidaría. Fue así que esa noche del 11 de octubre de 2009 cuando sus padres no estaban, “él ” fue a su casa, estaban solos charlando. Amanda se fue a su habitación y “él ” la siguió, ella preguntó:
—¿Qué haces aquí?
Pero él no respondió, se le lanzó encima, ella quiso sacarlo, pero no pudo, ese malviviente que alguna vez llamó “tío”, abusó de ella matando para siempre su inocencia, apagando ese hermoso destello de luz que solía brillar en sus ojos. No salía de su habitación sólo lloraba, su padre quería matar al culpable, al desquiciado que había hecho eso con su hija, le dolía, quería consolarla pero ella no quería estar con nadie. Facundo se enteraría de esto mucho tiempo después.
Amanda decidió irse lejos donde nadie supiera de su dolor, escribió una carta para Facundo, una carta que jamás entregaría y que guardó en esa cajita, en su cajita.
Facundo no la vió mas en el colegio, ni por la ciudad, la extrañaba pero su noviazgo no le daba tiempo para aceptarlo.
Tuvo que pasar mucha agua bajo el puente para que Amanda lograra superar lo que le ocurrió. Después de cuatro años volvió a la ciudad, y el destino quiso que lo primero que encontrara fuera aquel chico, aquel hombre a quien había querido de adolescente.
–¡Mamá! Estoy manejando, si lo sé voy con cuidado, nos vemos–dijo Amanda mientras se disponía a avanzar.
De repente, un señor se le atraviesa, frena de golpe.