/0/16911/coverorgin.jpg?v=020c98f5b718eba7466c08805660feb3&imageMogr2/format/webp)
Mientras yo luchaba por mi vida en la sala de partos, mi esposo acaparaba las portadas de todos los tabloides, atrapado en un amorío escandaloso.
Nunca vino a verme, ni a mí ni a nuestro hijo recién nacido. En su lugar, se llevó a su amante, una actriz de moda, a un resort de lujo en Los Cabos, justificando su traición como un simple "acuerdo de negocios".
Cuando su amante apareció con un descaro monumental en mi propia casa, se burló de mí, asegurando que mi esposo deseaba que yo hubiera muerto en el parto. Luego, me restregó en la cara una prueba de paternidad que, según ella, demostraba que mi hijo no era suyo.
Y mi esposo le creyó. Le creyó las mentiras a la mujer que se metía a escondidas en el cuarto de nuestro bebé para pellizcar y dejarle moretones a mi hijo indefenso mientras dormía.
Él se puso de su lado, la protegió de mí e incluso intentó quitarme a mi hijo para criarlo con ella.
Había perdido a mis padres y a mi hermano, y ahora estaba perdiéndolo todo. Era huérfana, una esposa traicionada, y estaban tratando de arrebatarme lo único que me quedaba: mi hijo.
Pero me subestimaron. Creyeron que Alejandro Vargas era la persona más poderosa que conocía. Se equivocaron.
Capítulo 1
Mi cuerpo era un campo de batalla, destrozado y adolorido, remendado con suturas en una habitación de hospital blanca y estéril. El doctor había susurrado palabras como "complicaciones" y "milagro". Aferrarme a la vida se sintió como una guerra que apenas gané. Pero la verdadera batalla, la que de verdad me desgarró por dentro, comenzó con las palabras de una enfermera en voz baja: "El amorío del señor Vargas está en todos lados. Es la noticia del día".
La ironía era un sabor amargo y metálico en mi boca, mucho peor que el dolor fantasma del parto. Mientras yo casi moría trayendo a su hijo al mundo, Alejandro, mi poderoso esposo y CEO de una tecnológica, era noticia por su traición. Mi vista se nubló, el zumbido del respirador marcaba un ritmo cruel para mi realidad hecha pedazos.
Mi familia, lo poco que quedaba de ella, intentó protegerme de la brutal verdad. Mi padre, se fue demasiado pronto. Mi madre, perdida en la oscuridad de la depresión. Mi único hermano, un trágico recuerdo. Era huérfana, ahora una esposa traicionada, y apenas una madre. Murmuraban sobre "rumores inventados" y "amarillismo de los medios", pero la fría y dura realidad se me metió hasta los huesos, una certeza escalofriante.
Alejandro había actuado rápido. No para venir a mi lado, no para consolarme o conocer a su hijo recién nacido. No, estaba protegiéndola a ella. Cristy Romero, la joven actriz con su vulnerabilidad cuidadosamente calculada y sus ojos grandes e inocentes. Se la llevó a un exclusivo resort de lujo en Los Cabos, una fortaleza construida para proteger a su amante del escrutinio público. Incluso tuvo el descaro de calificar su infidelidad como un "acuerdo de negocios", una frase que resonaba con el sonido hueco de sus promesas vacías.
Cuando finalmente se dignó a aparecer en mi habitación del hospital, su rostro mostraba una extraña mezcla de agotamiento e irritación. No había remordimiento en sus ojos, ni un profundo alivio de que yo estuviera viva. Parecía un hombre al que le habían arruinado los planes.
—Anastasia —dijo, su voz plana, desprovista de la calidez que alguna vez anhelé. —Tenemos que hablar.
Tenía la garganta en carne viva, pero mi voz, aunque débil, fue firme.
—¿Sobre qué, Alejandro? ¿Tu... "acuerdo de negocios"?
Se estremeció, un destello de algo en sus ojos; no era culpa, sino fastidio.
—No es lo que crees. Es complicado. —Siempre decía eso cuando mentía.
—¿Complicado? —Forcé una risa seca, un raspido doloroso. —Se veía bastante claro en las revistas de chismes.
Se enderezó, su máscara de CEO encajando en su lugar.
—¿Me has estado investigando? —Su tono era acusador, como si mi búsqueda de la verdad fuera el verdadero crimen.
—No, Alejandro —dije, mi mirada inquebrantable. —El mundo lo ha hecho. Y encontró esto. —Mi mano, temblando ligeramente, alcanzó la tablet en la mesita de noche. Toqué la pantalla y la giré hacia él. Mostraba una foto filtrada, clara e innegable: Alejandro, con el brazo alrededor de Cristy, sus rostros juntos, riendo. No había nada de negocios en esa risa, ninguna distancia profesional en ese contacto. Solo una intimidad cruda, innegable.
Apretó la mandíbula.
—No es nada. Una trampa.
—¿Una trampa que implica llevarla en avión a Los Cabos en el momento en que estalla la noticia? —repliqué, mi voz ganando fuerza. —¿Una trampa en la que has pasado más tiempo con ella que con tu esposa, que acaba de casi morir dando a luz a tu hijo?
Me fulminó con la mirada, luego suspiró, pasándose una mano por su peinado perfecto.
—Ha tenido una vida difícil, Anastasia. Problemas económicos. Necesitaba orientación, protección.
/0/21023/coverorgin.jpg?v=48e41362c8761cb23857ae708206e44f&imageMogr2/format/webp)
/0/12766/coverorgin.jpg?v=577f3c30b5c194d3127a7068a5bf8a09&imageMogr2/format/webp)
/0/18423/coverorgin.jpg?v=741abd6b4c38a06963eb19107dd12a72&imageMogr2/format/webp)
/0/5520/coverorgin.jpg?v=db7cee2ef6d7443ac097ab2009c48d40&imageMogr2/format/webp)
/0/19116/coverorgin.jpg?v=b798c73960a84cf3f0e5ee0a0b758074&imageMogr2/format/webp)
/0/21332/coverorgin.jpg?v=5a57636141f2655ef3d8222e674b71cf&imageMogr2/format/webp)
/0/6449/coverorgin.jpg?v=9a6e554bcaa7a45079ce24a6f2a592d4&imageMogr2/format/webp)
/0/455/coverorgin.jpg?v=0743616d39a94e13e5e21cd4b3d00179&imageMogr2/format/webp)
/0/19176/coverorgin.jpg?v=6471d1042e242b0ceb9f7b09470aa0a6&imageMogr2/format/webp)
/0/20618/coverorgin.jpg?v=2b87d6e1b42c902c4695f20f610def1a&imageMogr2/format/webp)
/0/258/coverorgin.jpg?v=9255a501386389508194465c7ee530c3&imageMogr2/format/webp)
/0/18077/coverorgin.jpg?v=8f82fee3e3d14c5932684d8d9961c7a9&imageMogr2/format/webp)
/0/393/coverorgin.jpg?v=234d2371ec6726f49c42f0ed36f66539&imageMogr2/format/webp)
/0/18098/coverorgin.jpg?v=ec1b03171a191428e889d6e7e26695c8&imageMogr2/format/webp)
/0/18084/coverorgin.jpg?v=e003b2411e2e41b5721468bbde9b0e29&imageMogr2/format/webp)
/0/19855/coverorgin.jpg?v=ac1d1b0063c9b3a109bad6950f1e2488&imageMogr2/format/webp)
/0/17746/coverorgin.jpg?v=35ede33aa874694a80ab2dd85f8b408d&imageMogr2/format/webp)
/0/18248/coverorgin.jpg?v=737fff5d5f24c44b075e41f48dbd57e3&imageMogr2/format/webp)
/0/6464/coverorgin.jpg?v=52e1787c24c92c61e979f2a973523fbe&imageMogr2/format/webp)