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Capítulo uno.
Un aroma familiar y dulce.
Sus adjetivos de tal maravilla son fino, sutil, fragante, armonizador, delicioso y crocante.
Nada mejor que presenciar el perfume de unas galletas recién salidas por la mañana y que al bajar por las blancas escaleras, te encuentres la mesa servida y proceder a sentarte para abrazar a tu pulpo violeta de peluche. «Buenos días» escuchas una voz masculina al fondo del pasillo que parece alejarse, pero no le das importancia porque estas a punto de gozar tal festín mañanero con un buen vaso de chocolate con leche, pero una mano te detiene, tu expresión es frustrante y a la vez graciosa.
Esa delicada mano te obstaculiza tal movimiento triunfal, no sin antes dedicarte una sonrisa para que luego se la devolvieras con más ternura. Su palma acaricia tu infantil mejilla y se acerca a ella para dedicarte con sus delgados labios un beso con las palabras «buenos días, mi niña».
Mi reacción a su voz era tan cálida, de algún otro modo esa mujer y yo éramos cercanas, pero su imagen era tan vaga en mi visión que no recuerdo su aspecto, su tibio cariño era muy inolvidable. De pronto, esa escena es interrumpida por otra menos agradable; las melodiosas palabras de la fémina se volvieron gritos de terror. La mesa que estaba adelante, era ahora un auto recién impactado; litros de sangre escurrían por todos lados del vehículo, las refacciones se encontraban destrozadas en suelo, otras habían perforado y traspasado el cuerpo de un hombre que, ya sin vida, aun sujetaba la mano de su mujer. Esta, sollozaba y sufría el peso que su propio asiento provocaba en su espalda, su desesperación por salvarse era inútil así que solo sus lastimadas manos buscaban las de la pequeña asustada.
La infante por otro lado, miraba con horror tal tragedia que acababa de suceder '¿Cómo sucedió?' Fue una pérdida de pregunta para la niña a su madre, la mujer se quedó callada para con su último aliento calmar a su hija que tendría que abandonar lastimosamente.
—Dana... —entrecerraba los ojos, ya era tarde—. No olvides quien eres hija, te amo.
Se apagó.
Ni calidez, ni dulzura.
Al menos la frialdad podía ser perfecta en aquel momento, no hubo nada.
Sus últimas palabras fueron innecesarias para aquella niña pequeña; ¿Cómo esperaba olvidar quien era, cuándo sus padres mueren en su presencia?
Recuerden que este mundo es cruel, malo y egoísta. Cuando todo está pintando rosas y mariposas alrededor, llega la falsa realidad para golpear sin avisar, a veces podrá ser suave como por ejemplo, cuando se te cae tu cono de helado favorito; pero otras serán lastimosas, esas que te carcomen por dentro, destruyen tu alegría totalmente.
Por ejemplo:
Tú eres un bello roble en medio del llano bosque de emociones positivas, todo muy hermoso y tranquilo ¿no?, bueno, aquí viene la peor catástrofe. Una flama luminosa se enciende al fondo pareciendo inofensivo, como se va acercando va consumiendo los retoños del bosque. Eso aún no es lo mínimo de lo que se aproxima, porque ahora van los demás robles de tu alrededor. Al fuego no le parece bastar con eso, por lo que sigue creciendo y llevándose consigo mismo más árboles para complacerse con tu pérdida. Las cenizas ahora se hacen presentes, el pacífico ambiente se torna gris, el aire es toxico para vivir. Tu bosque desapareció de un momento a otro, es terrible ahora. Lo que había se quemó y fusionó con el fuego, te toca a ti; tu última paz arde sin oposición... así es como es y se siente. Arde, quema, te lastima sin perdón de nada, te mata y asfixia sin piedad. Solo quieres que pare pero es imposible.
No olvides quien eres...
Claro, no debo olvidar el dolor. El sufrimiento. La soledad y la falta. No puedo borrar esos sentires, porque mamá me lo pidió y me ama. Por supuesto...
*
¡Pam! El auto se detuvo de golpe, lastimando y estrellando mi cara con el asiento de adelante, me sobé la frente sintiendo ese leve ardor, dándome cuenta en el espejo retrovisor que en vez de un granito recién explotado tenía un moretón poco visible pero muy doloroso, «Al menos ese fue el precio para despertar de tal pesadilla» pensé, haciendo una mueca de alivio y disgusto a la vez.
Mi visión cambió a la ventana derecha para presenciar mi nuevo hogar; una gran casa construida de madera color azul cielo, sus ventanas blancas se encontraban cerradas, por lo que me fue imposible ver el reflejo interno de sus habitaciones. Las puertas de la vivienda eran del mismo modelo que las ventanas, agregando que en sus orillas había manchitas amarillas suponiendo que la humedad era responsable de tal detalle.
No sé cuánto tiempo me quedé en mi asiento analizando cada característica de la casa, pero sentí miradas de los asientos de adelante, obligándome apartar mis ojos de ella. Una pareja joven se quedó esperando algún comentario de mi parte, todo el camino escuchaba sus voces, pero mi atención estaba en mis propios asuntos como para dedicarle importancia a su conversación. Al final, la bella dama rompió el silencio sin antes darle una sonrisa a su esposo, el rojo de sus labios le sentaba muy bien en aquella risita amable.
—Pues, ¡bienvenida, querida! —juntó ambas palmas de las manos, complacida. La miré sonriéndole de boca cerrada y bajé del auto.
Un adulto cualquiera pudo decirme que fue una grosería o una acción de mala educación el no contestar con cortesía a las personas que te habían escogido para ser parte su familia. Familia. Formar parte.
Ellos eran muy jóvenes a decir verdad, no veo la necesidad de adoptar a una casi adolescente, cualquiera que me viera en la calle con esa mujer pensaría que somos hermanas o que ella era mi niñera. Pudo ser un bebé, es menos complicado ya que ellos aprenden a adaptarse creyendo que en verdad son sus padres biológicos, en cambio yo, sabía que nada nos unía, si quiera la apariencia.
—Vamos querida, entremos. Yo sé que la primera vez es sofocante, pero sé que te agradará. Además, alguien adentro nos espera; es como tú, mi dulce.
Le asentí a la dama elegante, mientras imitaba sus pasos a la puerta, le eché un vistazo a su apariencia; el caro vestido rosa pastel le quedaba bien, su escote y largo de este marcaban la sensual figura de esta mujer -y pensar que ahora es madre-, si yo un día deseara ser como ella estaba muy equivocada. Su blanca piel y cabello rubio no se comparaban con mi morena tez y oscuro cabello. Vaya autoestima que me cargo, lo sé.
La resolana en el interior era muy presente a esas horas y era asfixiante. Por algo siempre preferiré el tranquilo otoño-Invierno que la fatal primavera-verano, a parte, en los climas fríos pasas las mejores fechas del año.
***
Tal vez mis regalos siempre eran un par de calcetines nuevos o un libro de historia o biología pero, aquellas cenas que organizaba la señorita Amanda eran un verdadero banquete; pavo, res, cerdo y pollo, muy bien guisados y sazonados, acompañados con puré de papa, pasta o quizá vegetales al vapor. Podría decirse que las frutas caramelizadas o las gomitas y bombones con chocolate relleno que servían eran el mejor postre, después del helado y mis galletas favoritas, claro.
—Estas fechas son muy importantes en la vida de una persona —la señorita Amanda finalizaba su discurso de todos los años—, sobre todo en niños y jóvenes como ustedes —señaló con su copa todo el comedor— y es triste saber que está sea la última fecha que pasen conmigo. No por nada malo, sino que ahora sus Navidades y fines de año serán con una familia, que es mucho mejor que esto —alzó su copa de ponche y lo bebió, dando así, el cierre perfecto antes de comer.
Cada año decía lo mismo antes de cenar; 'Sus navidades y fines de año serán con una nueva familia, que es mucho mejor que esto'.
¿Qué tiene de mejor que está cena? Siempre pensé que serían regalos mejor elaborados, una comida mucho más grande y variada, quizás tenían la oportunidad de ver a Santa Claus, el real obviamente. No como el Papá Noel interpretado por el Sr. Bernard, el conserje; su natural, larga y sucia barba le daban la impresión de vagabundo, el traje rojo y viejo no aparentaba la chispa decembrina, y por favor, no hablemos del Ho, ho, ho. ¡Feliz navidad a todos! Parecía que jamás en su vida estuviera feliz, pero cuando era un partido de fútbol todos nosotros podíamos oírlo en el sótano emocionado. Qué ironía es este hombre.
En fin, después de las comparativas en ambas supuestas navidades, decidí que no importase si la pasas solo o no, ¿Quién quiere un aura familiar cuando se tiene suficiente comida deliciosa? Por supuesto que yo, no.
***
¡Estoy en el cielo celestial, por Dios!
Si conquistar a las personas con bocadillos fuese un delito, Gasha Peskov sería condenada a millones y millones de cadenas perpetuas.
Las galletas son mi debilidad, y justo el primer día alguien se aprovechó de ello, pero no lo voy a negar, me gustó que lo haya hecho. Estaban calientes y humeantes, el color marrón tostado era muy apetecible ante mis ojos, esas perfectas y muy bien colocadas chispas de chocolate me incitaban.
Un mordisco. El deleite en avellana invadió poco a poco; primero en mis labios con su textura crocante recorriendo mi boca en calor hasta llegar a mi lengua, inundando en éxtasis mis papilas gustativas. Este embeleso de comer galletas es único en mi vida.
— ¿Deliciosas? —interrumpe Gasha mi momento.
Con las mejillas llenas de migajas, asentí. Un leve rubor recorrió mi cara, el hecho de que me vieran disfrutar tanto un simple aperitivo era un poco vergonzoso, así que me limpie la cara, compuse mi postura relajada y di las gracias.
—No hay por qué agradecer, nena. Está es tu casa —habló ahora Nikolai, el perfecto esposo, como presume Gasha.
Es increíble la manera que me trataron hasta ahora, el hecho de que ya »estoy en mi casa« es abrumadora, pero tranquilizadora a la vez. En cierto punto no puedo aclarar que han ganado totalmente mi confianza. Es el primer día. Así que veremos que sucede, pero tengo la impresión de que no son malas personas y viviré bien con ellos.
— ¿Mamá...? —una voz me interrumpió antes de agradecer de nuevo. Su voz era un poco fría pero a la vez aguda y tierna, creo no esperaba mi llegada.
No podía ver su cara aún. La dueña de esa voz se encontraba al inicio de las escaleras en el piso de arriba, su mano se deslizaba sobre el barandal matizado. Sus pasos aunque eran suaves, el eco del pasillo las hacía ruidosas. Se acercaba aún más y la imagen de una niña de mi edad -menor, más bien- se aproximó a la puerta de la cocina. Sus características eran casi iguales a las mías, salvo las facciones de su rostro. Vestía casual, muy diferente al estilo de Gasha; con vestidos, zapatillas, joyas y esas cosas muy femeninas. Me agradó a simple vista.
—No te quedes ahí, hija. —le invitó—. Ven, saluda a tu nueva hermana —sentí una punzada con 'hermana'—, ella es Daiana —me indicó.
—Mucho gusto conocerte, Daiana —asentí con una sonrisa de boca cerrada—. Mi nombre es Dánae.
Hubo un breve silencio después de presentarme a la jovencita, estaba pensando en algo o en nada, tal vez, afirmo que esto era una sorpresa para ella. O no estaba a gusto...
—El gusto es mío —dijo finalmente.
Otro silencio.
El momento era incómodo, y la tensión se sentía ¿Qué más puedo decir?
—Daiana... —analicé—. Es lindo tu nombre, además —levanté mi dedo índice con entusiasmo—, empieza con D, como yo.
Inteligente e interesante, Dánae, inteligente e interesante.
—Sí.
Bien. ¿Qué más?
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