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Un grupo de amigos heredan de sus padres un propósito de vida, una manera de usar el poder para el bien de quien lo necesite. Sin embargo, en el camino encuentran obstáculos. Cuatro historias enlazadas en una fiesta sin control. Donde no solo anclaron sus almas, sino que despertaron el pasado de sus padres quienes vivían en el anonimato... Ahora el nuevo equipo debe enfrentar a los enemigos y con ello conocerán el mundo oscuro de donde surgieron sus padres. ¿Será que el pasado en ocasiones vuelve o nunca se deja de ser quién eres? Cuatro hermanos. Un legado. Una doctrina que seguir. Una misión por cumplir. Llegó el momento de demostrar quienes son los hijos del Capo.

Capítulo 1 Entrega del control

Dante

No podía creerlo, ¿mi padre acababa de entregarme el control absoluto de Jaque mate? Salimos del cuartel para volver a la fiesta de celebración. Ingresamos de nuevo al ascensor con destino a la hacienda de la abuela. Era consciente de su mirada mientras sostenía en mi mano el reloj con el cual se controlaba el sistema de la organización.

Adicionalmente, a los sensores de nuestros signos vitales que le avisaban el lugar donde nos encontrábamos cada uno del núcleo familiar. Ahora era mi responsabilidad y debía de estar a la altura para lograrlo.

-¿Te sucede algo? -miré a papá.

-¿Se puede sentir miedo? -sonrió-. Porque tengo miedo.

-Serías una puta gonorrea egocéntrica si no lo sintieras. Que tu madre jamás me escuche hablarte de esta manera. -Me dio un par de palmadas en la espalda-. Dante, todos los días sentí miedo, pero no se lo confesé a nadie en este plano terrenal, y ahora te lo digo a ti, trágate el miedo, sé vulnerable para el único que puede ofrecerte tranquilidad. -señaló hacia arriba.

» La responsabilidad sobre mis hombros pudo volverme loco, se puede uno volver ciego ante el poder de hacer lo que se te dé la gana. Espero que con mi ejemplo y la crianza dada te sean suficientes para mantenerte en el camino correcto. Tendrás poder casi ilimitado en la tierra, pero jamás te olvides que no eres el señor Dios.

-Nada de tus palabras disipan los nervios, papá.

-Ya me conoces, no soy religioso, no me sé un puto versículo. Pero no hay un solo día desde el pacto con el señor Dios, donde no le dedique un espacio de tiempo para agradecer, y, sobre todo, para pedirle tomar buenas decisiones ante una misión. La vida de mis hermanos la tenía en mis manos. Puede que no saliera del cuartel, pero debía proveerles lo que necesitaran.

Llegamos a la hacienda, la fiesta se había iniciado. La música salsa del tío Aníbal se escuchaba desde el interior de la casa.

» Siempre ten presentes las vidas a tu cargo. A partir de hoy nosotros nos retiramos. Ustedes ya pueden encargarse desde mañana. Dirige a ese grupo consolidado en las montañas lo mejor que puedas. -Fue increíble ese entrenamiento, a pesar de lo vivido.

-Gracias, papá. ¿Cuándo viajan?

-En tres días los diez exmiembros de jaque mates nos vamos de crucero con nuestras esposas. No tengo que decírtelo, pero cuida a Liam, vigila a la pacotilla de novio que tiene Victoria ahora; a esa gonorrea, cada vez que lo veo me dan ganas de partirle la cara, también protege a mi pequeño nieto.

-Sí, señor.

Le di un beso en la frente, nos separamos, llegué donde se encontraban mis hermanos. Victoria cargaba a su hijo; nuestro bello sobrino, que cumplió hace una semana su primer año de vida, era la adoración de nuestros padres y de sus tíos. Enrique se veía deseoso; supongo que Melisa estaba de por medio.

Esa gonorrea chorreaba la baba desde hace dos años por la hija mayor del tío Daniel. Cree que no me he dado cuenta, ese par anda en un sí, pero mejor no y no importa que ella sea mayor: ese ha sido su gusto, mujeres un poco mayores que él. Y Liam... Ese genio le hacía caritas a Rafael Vargas Sandoval.

Enrique, grande desde hace varios años, llevaba el apellido del tío Gustavo. Entre mis hermanos, Liam será el más fácil de cuidar. Volví a mirar el reloj, me lo puse, ahora me sentaré en el puesto de mi padre. Antes de tomar asiento en la mesa de los graduados, miré a la mesa de los Delgado, ahí se encontraba Dayana...

Enfócate en lo que ahora será importante, no la veía desde aquella discusión. Ella siempre se veía muy bien. -Enfócate, Dante, ahora la seguridad de todos ellos pasa a mis manos. Sé que no soy mi padre, pero haré mi mejor trabajo-. Me senté. Victoria miraba a los recién llegados.

-¿Hablaste con papá? -afirmé.

Enrique se bebió un sorbo del vaso con licor, luego nuestra hermana le arrebató el vaso para beberse el resto. Alzamos la ceja ante su acto.

-¡Ya eres, mamá! No debes de beber, Rafita se alimenta de ti. -Le reclamó Liam.

-¡Ya lo sé!, y no me molesten, soy consciente de que solo tenemos un hijo en común.

-Además, te recuerdo que tienes a un imbécil por novio. -comentó el arquitecto.

-No empieces, tengo derecho a rehacer mi vida, no deberían de estar tan molestos. Tú eres un puto refinado. -Liam se echó a reír-. ¿Crees que no supe la cantidad de profesoras que buscaban de tus favores sexuales?

-No voy a hablar de sexo contigo.

-Tengo un hijo, sé cómo se hacen. Estamos en el siglo XXI, trogloditas.

-Eres nuestra hermanita. -apoyé a Enrique-. Lo de esa vez...

-Tampoco hablaremos de ese día. -refutó.

Desde hace dos años, los cuatro la jodimos, bueno, Liam fue el único invicto de sexo en esa celebración, pero fue incómodo para él lo ocurrido con... No quiero recordar. -Desde nuestro lugar de recepción, por ser los homenajeados cerca a la terraza de la casona, volví a mirar a la mesa de los Delgado

Dayana regresó hace unos tres meses y no tenía la más puta idea de la mierda que esa mujer me hacía sentir. Me fastidiaba y al mismo tiempo parecía un radar buscándola. No debería importarme, no quedamos en los mejores términos de ese viaje a Las Vegas, adicionalmente, los meses posteriores fueron peor y por ende se fue a San Antonio.

Vino para las fiestas de Navidad y regresaba, solo hasta ahora supe que se regresó de un todo. Enrique, grande como solemos decirle al hijo mayor de Gladis, se acercó a nosotros y mi hermana se ponía muy nerviosa. Era tan evidente que ella no lo superaba, y para colmo tuvieron un hijo.

-Hola, muchachos. -Extendió los brazos hacia el niño, quien los abrió ante su padre.

-¡Papá!

No se casó con mi hermana, dejaron en evidencia que el niño fue el resultado de los tragos. El mierdero al enterarnos fue grande, pero ni Enrique, ni yo, teníamos la moral para recriminarle. No cuando esa misma noche yo lo jodí con Dayana; fui el primero en su vida y ni me acuerdo de esa noche.

Por otro lado, mi hermano terminó enredado con Melisa. Una vez papá se enteró de su estado, se formó el revuelo y el abuelo Fausto fue quien intervino, desde ahí los adultos decidieron mantenerse al margen para no afectar su amistad. Lo cierto fue que todo se jodió... Y ahora debíamos de trabajar. Porque todos heredamos el legado de ellos.

Lo vimos cargar y besar a su hijo. No se casaron, pero adoraba a su primogénito y los fines de semana, cuando se encontraba en Blanco, pasaba todo el tiempo con su hijo. -A su lado llegó la mujer que él amaba, se comprometieron hace unos tres meses. Por el actuar de Victoria confirmamos lo mucho que lo seguía amando, aunque tuviera otro novio.

Pero no se puede obligar a nadie, -volví a mirar a Dayana-. El amor no se impone. Y juro que Victoria estaba con ese pendejo que tenía por novio solo por despecho y para poder soportar el compromiso de Enrique grande con Alice.

-Me llevo al niño por un rato.

-Claro. -comentó.

-Vic, no me gusta esa tecla dañada.

Los tres nos reímos a carcajadas por el comentario de Liam y la vieja se dio cuenta. Nuestro pequeño hermano era como mamá, no decía malas palabras. Pero desde que la conoció, así la llamaba. Cuando una tecla en su piano se le desafinaba, le decía tecla dañada; su mente lo relaciona como discordante. De la misma manera, le dice al novio de Victoria.

» Y acaba de llegar la doble tecla dañada.

Nadie en la familia aceptaba a Matt. Papá menos, lo había dejado muy claro y ni lo saludaba, pero ganas de desintegrarlo no le faltan. Ese hombre rondaba la casa esporádicamente, para evitarse un problema con papá. Para él era una escoria humana, por eso nadie lo obliga a tratarlo.

-Te dejamos con tu pegote.

Comentó Enrique, los tres nos alejamos para no saludarlo. Mientras caminábamos, le pregunté al arquitecto.

-¿Cuándo te vas para Colombia? -Se tomó su tiempo para responder. Nos sentamos en otra mesa.

-La otra semana. Pero me asusta, hermano, es cierto que tengo dos años trabajando en la compañía, solo que ahora papá ya me entregó el control de todo, soy el presidente de las empresas. Eso me tiene con culillo.

-Tienes dos carreras, podrás dirigir las empresas. Nuestros padres viajan en unos tres días.

-Quisiera ser como tú, heredaste esa capacidad de no tener miedo como papá. -Y en ese instante entendí el consejo de mi padre.

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