Lía Salazar se encontraba de pie frente al edificio imponente de Navarro & Cía, el lugar que representaba tanto una nueva oportunidad como una puerta hacia lo desconocido. El sol de la mañana reflejaba los cristales del edificio, creando destellos dorados que parecían invitarla a entrar. Con una respiración profunda, se enderezó y ajustó la blusa blanca que llevaba, buscando un equilibrio entre la confianza y la ansiedad que la acompañaban desde que recibió la oferta de trabajo.
Había trabajado toda su vida para llegar hasta aquí. Desde pequeña, había soñado con estar en un lugar como este, rodeada de profesionales exitosos, de mentes brillantes, de hombres y mujeres que marcaban la diferencia en el mundo de los negocios. Pero ahora, al estar frente a este gigante empresarial, el peso de la realidad era más pesado de lo que había imaginado. Navarro & Cía era uno de los conglomerados más poderosos del país, y el CEO, Felipe Navarro, no era solo un hombre de negocios exitoso, sino una leyenda en el mundo corporativo. En sus manos descansaba el destino de miles de empleados y empresas aliadas.
-Espero que no sea tan intimidante como parece -pensó, mientras cruzaba las puertas automáticas y entraba al vestíbulo.
El interior del edificio era aún más impresionante de lo que había imaginado. Todo estaba perfectamente ordenado, desde los pisos de mármol hasta las obras de arte que decoraban las paredes. Todo en el espacio, desde los elegantes escritorios hasta las luces suaves que iluminaban el ambiente, reflejaba el lujo que caracterizaba a la familia Navarro.
Lía se acercó al recepcionista, quien le pidió su nombre y rápidamente la dirigió al piso 22, donde se encontraría con su jefe inmediato. "Recuerda ser profesional, Lía", se repitió a sí misma, a medida que el ascensor ascendía. Era la primera vez que trabajaría en una empresa tan grande y no podía permitirse cometer errores.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, fue recibida por un pasillo largo, con puertas de vidrio que dejaban entrever oficinas privadas. Lía caminó con paso firme hasta la última puerta, la que tenía un cartel en dorado que le hizo detenerse por un momento: Departamento de Estrategias Comerciales. Al otro lado de esa puerta, estaba él. Tomás Navarro. El hijo de Felipe Navarro, uno de los hombres más poderosos del país.
No sabía mucho de él, solo rumores. Era conocido por ser atractivo, inteligente y, sobre todo, una de las personas más codiciadas por las mujeres en el mundo empresarial. Pero Lía no estaba allí para dejarse llevar por los rumores ni por la fascinación de la familia Navarro. Su objetivo era claro: trabajar, aprender y escalar dentro de la empresa. Nada de distracciones.
Con un leve toque en la puerta, Lía la abrió y entró.
Tomás se encontraba de pie frente a una ventana, mirando pensativo hacia la ciudad. Su figura alta y esbelta, con su traje perfectamente ajustado, parecía sacada de una portada de revista. Pero no era solo su apariencia lo que lo hacía destacar. La forma en que se movía, cómo analizaba cada detalle, la manera en que dominaba cualquier habitación simplemente con su presencia, lo convertían en un hombre casi inalcanzable.
-¿Lía Salazar? -su voz profunda la hizo saltar, sacándola de sus pensamientos.
Ella asintió, con una ligera sonrisa en los labios, tratando de mantener la calma. -Sí, soy yo. Es un placer finalmente conocerte, señor Navarro.
Él la observó un momento, sus ojos grises brillando con una mezcla de curiosidad y evaluación. Tomás extendió su mano hacia ella, un gesto formal, pero a la vez cargado de una energía que no pasaba desapercibida.
-Bienvenida al equipo. -Tomás habló con tono serio, pero su mirada seguía fija en ella, como si analizara cada movimiento que hacía. Lía se sorprendió un poco por su intensidad, pero mantuvo la compostura y le estrechó la mano.
-Gracias. Estoy muy emocionada por estar aquí.