La Monjita Que Desafió Al Destino

La Monjita Que Desafió Al Destino

Gavin

5.0
calificaciones
Vistas
11
Capítulo

Cuando mi padre, Don Ricardo, me ordenó volver a casa para la fastuosa fiesta de cumpleaños número dieciocho de mi hermanastro, Mateo, sentí un escalofrío. Diez años habían pasado desde que me desterró cruelmente a un convento en Oaxaca. Tenía solo ocho años cuando, accidentalmente, rompí un juguete de Mateo; su reacción fue desproporcionada, su desprecio insoportable. Me llamó "descuidada" y me envió a "reflexionar" en ese lugar remoto, sin una sola llamada o carta en toda una década. En aquella mansión de opulencia, rodeada de risas vacías y lujos, me sentí como un fantasma, una sirvienta ignorada. Mi padre apenas me reconoció con un seco asentimiento, y Mateo, el "rey de la fiesta" , se abalanzó sobre mí como un depredador. "Vaya, vaya, miren lo que trajo el viento de la montaña" , se burló, "La monjita ha bajado a mezclarse con los mortales" . Sus amigos, Alejandro e Isabella, se unieron al coro de humillación, llamándome "campesina sin clase" y burlándose de mi vestido. La humillación me quemó por dentro, pero mi padre simplemente se dio la vuelta, dejándome sola frente a esa jauría de lobos. Me sentía rota, perdida, hasta que recordé la pequeña bolsa de tela de Doña Elena. Adentro había solo cuatro palabras escritas con su caligrafía firme, un mensaje que lo cambió todo. "¡Ponte chingona!" En ese instante, la niña asustada desapareció. La Sofía ingenua que buscaba reconciliación murió. Me levanté. Ahora, se acabó. Ya no más súplicas. Soy Sofía, y mi maestra me llamó "la niña bendita" . Ahora, la familia Sol está a punto de arrepentirse de haberme traído de vuelta.

Introducción

Cuando mi padre, Don Ricardo, me ordenó volver a casa para la fastuosa fiesta de cumpleaños número dieciocho de mi hermanastro, Mateo, sentí un escalofrío.

Diez años habían pasado desde que me desterró cruelmente a un convento en Oaxaca.

Tenía solo ocho años cuando, accidentalmente, rompí un juguete de Mateo; su reacción fue desproporcionada, su desprecio insoportable.

Me llamó "descuidada" y me envió a "reflexionar" en ese lugar remoto, sin una sola llamada o carta en toda una década.

En aquella mansión de opulencia, rodeada de risas vacías y lujos, me sentí como un fantasma, una sirvienta ignorada.

Mi padre apenas me reconoció con un seco asentimiento, y Mateo, el "rey de la fiesta" , se abalanzó sobre mí como un depredador.

"Vaya, vaya, miren lo que trajo el viento de la montaña" , se burló, "La monjita ha bajado a mezclarse con los mortales" .

Sus amigos, Alejandro e Isabella, se unieron al coro de humillación, llamándome "campesina sin clase" y burlándose de mi vestido.

La humillación me quemó por dentro, pero mi padre simplemente se dio la vuelta, dejándome sola frente a esa jauría de lobos.

Me sentía rota, perdida, hasta que recordé la pequeña bolsa de tela de Doña Elena.

Adentro había solo cuatro palabras escritas con su caligrafía firme, un mensaje que lo cambió todo.

"¡Ponte chingona!"

En ese instante, la niña asustada desapareció. La Sofía ingenua que buscaba reconciliación murió. Me levanté.

Ahora, se acabó. Ya no más súplicas.

Soy Sofía, y mi maestra me llamó "la niña bendita" .

Ahora, la familia Sol está a punto de arrepentirse de haberme traído de vuelta.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Entre Cenizas: Un Nuevo Pacto

Entre Cenizas: Un Nuevo Pacto

Cuentos

5.0

El aroma familiar del mole, promesa de un futuro brillante y una beca codiciada, llenaba la cocina de la escuela mientras Sofía Romero se preparaba para el examen final. Justo entonces, un empujón brutal de Daniela Vargas la lanzó contra la estufa, escaldándole el brazo y destrozando su plato. "¿Qué crees que haces, gata arrimada?", espetó Daniela, acusándola de ladrona y de robar la receta ancestral de su familia, la misma que había sido la tradición de los Romero por generaciones. Ignorando a Don Manuel, el viejo ayudante que conocía el pacto secreto, Daniela hundió el preciado cucharón familiar de Sofía en su mole, tirándolo al suelo con desprecio, mientras sus amigas se burlaban de Sofía por "coquetear" con Ricardo Vargas. La humillación culminó en una agresión salvaje: Daniela, con la ayuda de sus cómplices, la tiró al suelo, y con un crujido nauseabundo, le rompió la mano con el tacón. El dolor era insoportable, pero la traición de saber que Armando, el mayordomo que conocía la verdad del pacto que ligaba el destino de los Vargas a su familia, se puso de lado de Daniela, fue aún peor. La advertencia de Sofía, "Están acabando con su propia fortuna", se cernía sobre ellos, pero Daniela solo aumentó la humillación, cubriéndola de harina. En ese instante de abrumadora desesperación y abandono, un pensamiento le dio fuerza: Ricardo Vargas. Ricardo llegó, interponiéndose entre Sofía y su familia, llevándola al hospital y revelando que él conocía el pacto ancestral. "El pacto no está roto, Sofía", le dijo. "Solo está buscando un nuevo ancla. Un nuevo pacto. Entre tu familia y la mía. Mi rama de la familia." Con la decisión de Ricardo de protegerla y establecer un nuevo pacto, Sofía, la chica de origen humilde, se levantaría de las cenizas.

Adiós, Diego: Mi Nuevo Comienzo

Adiós, Diego: Mi Nuevo Comienzo

Cuentos

5.0

El sonido de mi guitarra, mi pasión, resonaba hueco en la hacienda que por diez años llamé hogar, un desafío silencioso a Diego, el hombre al que entregué mi alma y mi genio para construir su imperio de tequila. Pero su respuesta fue una traición helada: "Ximena, deja de hacer numeritos y sube a mi despacho. Ahora" . Y allí, sentado tras su imponente escritorio de caoba, me soltó la humillación más grande: "Quiero que tú y tu mariachi toquen en mi boda" . La boda que me había prometido a mí. No solo me descartaba por otra mujer, Sofía, sino que me exigía ponerle banda sonora a mi propia aniquilación, a mi propia traición. El golpe más cruel llegó en un susurro venenoso desde el pasillo, de boca de su lugarteniente, "El Chato", pero con las frías palabras de Diego resonando: "Ximena es buena para el negocio, para la guerra, para la calle. Pero para casarme, necesito algo… más puro. Una niña bien, educada, limpia. Ximena ya está muy corrida, muy vivida" . Cada palabra era un puñal que me desgarraba: "Sucia", "corrida", "vivida". Así me veía el hombre a quien le había dado todo, solo una herramienta para desechar cuando ya no le servía, valiendo menos que la inocencia fabricada de una desconocida. El dolor fue insoportable, pero en el fondo de ese abismo, algo se encendió: la rabia. La humillación se transformó en una determinación inquebrantable. Me levanté, la cabeza alta, y con una sonrisa forzada le dije: "Claro, Diego. Será un honor tocar en tu boda" . Pero esa no era Ximena, la víctima; era Ximena, la guerrera, a punto de desatar su venganza.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro