Elvira se mordió la lengua con una amargura que conocía bien, las picaduras de alacrán devorando su carne, un final traicionado para una vida de servicio. De repente, un estruendo la sacudió, el olor a polvo y ganado asustado llenó sus pulmones. No estaba muerta, estaba de pie, la sangre aún no corría por su boca, su rancho estaba en caos, y una estampida de toros, igual que la última vez, se dirigía a los invitados de la familia Del Valle. Recordó con escalofríos cómo, en su vida pasada, por salvarlos, la "dulce" Sofía Del Valle la drogó, secuestró y arrojó a un pozo de alacranes. Escuchó su risa y las horribles palabras: "¡Quiero que lo acompañes en la muerte!". Sintió cada picadura, cada gramo de su piel siendo devorado en la agonía, mientras la gente que había salvado se asomaba para ver el espectáculo, riendo. ¿Por qué esa bondad se pagó con una muerte tan horrible? ¿Por qué la traicionaron de esa manera? Esta vez, al despertar en el mismo instante preciso de la estampida, Elvira sintió una calma helada, su corazón transformado en piedra. Si su bondad se pagaba así, que se las arreglaran solos.
Elvira se mordió la lengua con una amargura que conocía bien, las picaduras de alacrán devorando su carne, un final traicionado para una vida de servicio.
De repente, un estruendo la sacudió, el olor a polvo y ganado asustado llenó sus pulmones. No estaba muerta, estaba de pie, la sangre aún no corría por su boca, su rancho estaba en caos, y una estampida de toros, igual que la última vez, se dirigía a los invitados de la familia Del Valle.
Recordó con escalofríos cómo, en su vida pasada, por salvarlos, la "dulce" Sofía Del Valle la drogó, secuestró y arrojó a un pozo de alacranes. Escuchó su risa y las horribles palabras: "¡Quiero que lo acompañes en la muerte!".
Sintió cada picadura, cada gramo de su piel siendo devorado en la agonía, mientras la gente que había salvado se asomaba para ver el espectáculo, riendo.
¿Por qué esa bondad se pagó con una muerte tan horrible? ¿Por qué la traicionaron de esa manera?
Esta vez, al despertar en el mismo instante preciso de la estampida, Elvira sintió una calma helada, su corazón transformado en piedra. Si su bondad se pagaba así, que se las arreglaran solos.
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