Traición Familiar, Amor Roto

Traición Familiar, Amor Roto

Gavin

5.0
calificaciones
53
Vistas
11
Capítulo

La voz del doctor sonó como un eco lejano, aunque estábamos en su pulcro consultorio. "Lo siento mucho, señora Rojas, señor Vargas. Los resultados de los estudios de Camila no son buenos." El doctor nos habló de una cirugía a corazón abierto, de una cifra de dos millones de pesos. Justo lo que teníamos ahorrado, ¿verdad? Al llegar a casa, un olor extraño nos golpeó. Mi suegra, Doña Sofía, irradiaba alegría junto a una estructura metálica y cristales: "¡Es la Torre de Energía Milagrosa! ¡Ximena me los trajo!" Mi corazón se hundió. "El dinero", dijo ella, "bueno, sobre eso..." El saldo de nuestra cuenta era de $1,254.30 pesos. Dos millones y medio de pesos transferidos a "Bienestar Eterno S.A. de C.V.". Ricardo estaba a punto de explotar, pero lo detuve. "No te preocupes, Ricardo. Yo me encargaré. El dinero aparecerá. Confía en mí." Vendí mi departamento de Polanco, mi último refugio. Conseguí cinco millones de pesos. Cuando Ricardo me preguntó "Dios mío, ¿cómo? ¿De dónde sacaste tanto dinero?", yo solo respondí con una sonrisa. "Tenía algunas inversiones de las que no te había hablado." La falsa paz duró tres días. Luego, al volver a casa, encontré la sala llena de cajas de "Bienestar Eterno". Cientos de miles de pesos gastados. "Mamá, le pedí a Elena la tarjeta... y ella me la dio..." Ricardo me gritó: "¿Le diste la tarjeta? ¿Después de lo que pasó? ¿Estás loca?" Respondí serena: "Vendí mi departamento. El dinero que tu madre acaba de gastar... era el último activo que me quedaba en el mundo." Él se derrumbó. Pero yo no le permití culpar a su madre. "Ella te dio la vida. Todo lo que tenemos se lo debemos a ella." Lo dejé paralizado por la confusión. Yo ya tenía un plan. Uno que los acorralaría sin salida.

Introducción

La voz del doctor sonó como un eco lejano, aunque estábamos en su pulcro consultorio.

"Lo siento mucho, señora Rojas, señor Vargas. Los resultados de los estudios de Camila no son buenos."

El doctor nos habló de una cirugía a corazón abierto, de una cifra de dos millones de pesos.

Justo lo que teníamos ahorrado, ¿verdad?

Al llegar a casa, un olor extraño nos golpeó. Mi suegra, Doña Sofía, irradiaba alegría junto a una estructura metálica y cristales: "¡Es la Torre de Energía Milagrosa! ¡Ximena me los trajo!"

Mi corazón se hundió.

"El dinero", dijo ella, "bueno, sobre eso..."

El saldo de nuestra cuenta era de $1,254.30 pesos. Dos millones y medio de pesos transferidos a "Bienestar Eterno S.A. de C.V.".

Ricardo estaba a punto de explotar, pero lo detuve.

"No te preocupes, Ricardo. Yo me encargaré. El dinero aparecerá. Confía en mí."

Vendí mi departamento de Polanco, mi último refugio. Conseguí cinco millones de pesos.

Cuando Ricardo me preguntó "Dios mío, ¿cómo? ¿De dónde sacaste tanto dinero?", yo solo respondí con una sonrisa.

"Tenía algunas inversiones de las que no te había hablado."

La falsa paz duró tres días. Luego, al volver a casa, encontré la sala llena de cajas de "Bienestar Eterno".

Cientos de miles de pesos gastados.

"Mamá, le pedí a Elena la tarjeta... y ella me la dio..."

Ricardo me gritó: "¿Le diste la tarjeta? ¿Después de lo que pasó? ¿Estás loca?"

Respondí serena: "Vendí mi departamento. El dinero que tu madre acaba de gastar... era el último activo que me quedaba en el mundo."

Él se derrumbó. Pero yo no le permití culpar a su madre.

"Ella te dio la vida. Todo lo que tenemos se lo debemos a ella."

Lo dejé paralizado por la confusión. Yo ya tenía un plan. Uno que los acorralaría sin salida.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Esposa Olvidada En La Frigorífica

Esposa Olvidada En La Frigorífica

Cuentos

5.0

Tres años, toda una vida entregada a él. Sofía, yo fui la tonta que usó hasta el último centavo para rescatar a mi Mateo de la ruina, creyendo en su amor, en sus promesas. Día y noche, mi cuerpo y mi alma cuidaron a sus padres enfermos, soportando humillaciones que nadie más vio. Sacrifiqué mi primer embarazo, mi salud, todo por su "carrera", para que él, el gran Mateo, pudiera levantarse de las cenizas. Pero hoy, mi mundo se hizo pedazos. Justo frente a mí, mi esposo Mateo sostenía a otra mujer, Camila, su "amor de la juventud", la misma que lo humilló cuando no tenía nada. "Camila está embarazada", dijo, sin rastro de culpa, "y tú la vas a cuidar". ¡A mí! ¿Que la cuidara? La burla en la cara de Camila, la sonrisa de las empleadas, la furia de Mateo... sentí que me ahogaba en una pesadilla. "Solo es cuidarla un poquito. No eres una princesa, pero actúas como tal. No seas mezquina". Mezquina. Él, el hombre al que rescaté del abismo, el que ahora volvía a tenerlo todo, ¿me llamaba mezquina? "Tú eres buena cuidando gente", sentenció con la mirada fría. Mi corazón se hizo añicos al recordar las palabras de su madre a Camila: "Cuídate por el bien de mi nieto. Eres la única esperanza de esta familia". ¡La única esperanza! Era obvio. Me habían engañado a mí. ¡A mí! ¡Ellos sabían que era su hijo! ¡Todos me estaban engañando! Sentí el frío del mármol bajo mis rodillas, el dolor agudo de la caída. Quise huir, pero no sin él. No sin mi bebé. Pero, ¿realmente quería que mi hijo naciera en esta podredumbre? "¡Mateo, no quiero ir a la cámara frigorífica! ¡No! ¿Por qué me haces esto?", grité, sintiendo el pánico helado que se apoderaba de mí cuando sus empleados me arrastraban. "¡Estoy embarazada! ¡Mateo, estoy embarazada!" Me miró con desprecio, y la puerta se cerró. Estuve allí tres días y tres noches. Cuando abrieron la puerta, mis ojos ya estaban vacíos. "¿Qué otra cosa te vas a inventar ahora?". Esas palabras… Pero al salir de allí, mis ojos por fin se abrieron. Así que esto es todo lo que soy para ti, Mateo. Un mueble más en tu casa. "Estoy completamente podrido por dentro", susurré al aire. Una semana después, salí del hospital. Mateo me llamó, furioso, como siempre, pero esta vez, yo era diferente. "¿Qué soy para ti, Mateo?", pregunté, mi voz firme, "¿La tonta que te rescató de la miseria? ¿O la enfermera gratuita que cuidó día y noche a tus padres?" "¿De verdad crees que todo lo que hice, fue por un estúpido título?" "Un hombre como tú... me da asco". Colgué. Bloqueé su número. Y nunca miré atrás.

Amor Enterno Después de Todo

Amor Enterno Después de Todo

Cuentos

5.0

El video explotó en internet. Marc Solís, mi exnovio e influencer, publicó un video editado cruelmente, diseñando mi humillación pública. Fui retratada como una "trepadora" desesperada, rogando por fama. Los comentarios se desataron: "¡Qué arrastrada!", "Pobre Marc, se quitó un peso de encima". Miles de sus "leones" inundaron mis redes con insultos, memes y amenazas. Mi imagen, símbolo de mujer patética, estaba por todas partes. Mi teléfono no paraba de sonar, mis amigos, colegas, todos preocupados, pidiéndome que lo demandara, que lo desenmascarara, pero no contesté. Miraba la pantalla, una calma inquietante me invadía. Esto no era sorpresa, era una prueba. Después, Marc me llamó por videollamada, arrogante: "¿Disfrutando tus cinco minutos de fama? Tráeme un café de tu cafetería favorita, tienes una hora, transmítelo en vivo, para que mis leones vean tu 'arrepentimiento' ". Asentí, salí, y la transmisión comenzó, la gente se mofaba. Luego, Marc volvió a llamar: "Cambio de planes, quiero que camines descalza desde aquí a la fuente de la Cibeles, para que todos vean tu arrepentimiento". Sin dudar, me quité los zapatos. El dolor era intenso, pero lo soportaba no por Marc, sino por mi propia purificación. Llegué sangrando, exhausta, justo cuando Marc apareció con Ximena, su nueva conquista. Ximena me humilló; Marc la besó, declarándole su "reina". Me quedé sola, descalza, humillada. Pero en mis ojos brilló un triunfo. La prueba se intensificaba, y yo estaba lista. De repente, Ximena fingió un desmayo, y Marc, con una crueldad medieval, me ordenó: "Vas a caminar de rodillas hasta la Basílica de Guadalupe, rezando por la salud de Ximena, para expiar el daño que le has hecho". Mis amigos horrorizados me rogaron que no lo hiciera. "Lo haré" , le respondí con firmeza, "pero no lo haré por ti, ni por ella, lo haré porque es parte de mi propio camino, y cuando llegue, no rezaré por su salud, rezaré por mi propia liberación" . Marc, ignorando mi verdadero propósito, solo vio sumisión. Me arrodillé, el dolor insoportable, pero cada herida era una ofrenda a mi misión secreta. Horas después, al llegar a la Basílica, me desplomé inconsciente. En el hospital, Ximena me atacó, Marc me abofeteó, gritando: "¡Eres violenta y peligrosa! ¡Esto es justicia!". Mi mejilla ardía, pero una extraña alegría me invadió. Sonreí. "Gracias", susurré. Marc, aturdido, se fue. Meses después, Ximena enfermó, necesitando un riñón compatible. Marc apareció: "Quiero que le des tu riñón. Si lo haces, te casarás conmigo". Recordé que fui yo quien lo salvó en un accidente, no Ximena. "No", le dije. Él, creyendo que eran celos, me amenazó: "¡Entonces te haré la vida un infierno!". El acoso se intensificó, pero yo continuaba, esperando el siguiente paso. Entonces, mi destino se reveló en un sueño: la donación del riñón era la culminación de mi ascenso espiritual. Le di mi riñón a Ximena. Durante la cirugía, mi cuerpo se disolvió en luz, mi alma ascendió, y mi conciencia se convirtió en una entidad divina. Marc, sin saberlo, había sido un instrumento en mi liberación. ¿Cómo cambió la vida del arrogante influencer Marc Solís cuando finalmente descubrió la verdad de lo que había hecho? ¿Y qué significado tendría su "amor" cuando ya era demasiado tarde?

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro