Mi Boda, Su Muerte Falsa

Mi Boda, Su Muerte Falsa

Gavin

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Faltaba solo un mes para mi boda, y la vida parecía una canción perfecta. Pero una llamada de Doña Elena, la abuela de Ricardo, lo cambió todo: "Ricardo... Tuvo un accidente, Sofía. No lo logró." El mundo se volvió un borrón de dolor; mi corazón, un agujero negro que me devoraba. Intenté quitarme la vida dos veces, sintiéndome una sombra errante en un mundo sin color. ¿Cómo podría la vida ser tan cruel, quitándome al hombre que amaba justo antes de nuestro "para siempre"? Doña Elena, extrañamente, me decía: "Las cosas no siempre son lo que parecen. El destino tiene caminos extraños." Sus palabras eran huecas, extrañas, como si me ocultara algo. Hasta que un día, en un café anónimo, lo vi: un hombre con la altura y complexión de Ricardo, ¡pero con el rostro de Mateo, su mejor amigo, quien supuestamente había muerto con él! Estaba con Camila, la exnovia de Ricardo, ¡y ella estaba embarazada! Los oí reír, y él le dijo: "Hice todo esto por ustedes. Nadie sospecha nada. Ahora puedo ser Mateo para siempre y cuidar de ti y de nuestro hijo." Mi taza se estrelló. No era Mateo. ¡Era Ricardo! ¡Mi Ricardo, con la cara de su mejor amigo muerto! El duelo, los intentos de suicidio, la humillación... todo se transformó en una furia helada. Soy Sofía, profesora universitaria, mi trabajo es investigar. Y ahora, mi vida dependía de desenterrar la verdad de esta traición monstruosa.

Introducción

Faltaba solo un mes para mi boda, y la vida parecía una canción perfecta.

Pero una llamada de Doña Elena, la abuela de Ricardo, lo cambió todo: "Ricardo... Tuvo un accidente, Sofía. No lo logró."

El mundo se volvió un borrón de dolor; mi corazón, un agujero negro que me devoraba.

Intenté quitarme la vida dos veces, sintiéndome una sombra errante en un mundo sin color.

¿Cómo podría la vida ser tan cruel, quitándome al hombre que amaba justo antes de nuestro "para siempre"?

Doña Elena, extrañamente, me decía: "Las cosas no siempre son lo que parecen. El destino tiene caminos extraños."

Sus palabras eran huecas, extrañas, como si me ocultara algo.

Hasta que un día, en un café anónimo, lo vi: un hombre con la altura y complexión de Ricardo, ¡pero con el rostro de Mateo, su mejor amigo, quien supuestamente había muerto con él!

Estaba con Camila, la exnovia de Ricardo, ¡y ella estaba embarazada!

Los oí reír, y él le dijo: "Hice todo esto por ustedes. Nadie sospecha nada. Ahora puedo ser Mateo para siempre y cuidar de ti y de nuestro hijo."

Mi taza se estrelló. No era Mateo. ¡Era Ricardo! ¡Mi Ricardo, con la cara de su mejor amigo muerto!

El duelo, los intentos de suicidio, la humillación... todo se transformó en una furia helada.

Soy Sofía, profesora universitaria, mi trabajo es investigar.

Y ahora, mi vida dependía de desenterrar la verdad de esta traición monstruosa.

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Me llamo Isabella Montoya y mi vida estaba destinada a un matrimonio arreglado. Para salvar a mi familia, me casé con Alejandro Torres, el heredero del imperio vinícola rival. Lo que nadie sabía, ni siquiera él, era que, desde niña, yo lo amaba en secreto. Pero Alejandro me detestaba. Desde el primer día, me humilló frente a los demás. En nuestra boda, me entregó una jaula vacía, diciendo que era para que recordara lo que era la libertad. Los años que siguieron fueron un infierno silencioso. Él no se molestaba en ocultar sus infidelidades, riéndose de mi dolor. Incluso, encontré a su amante usando un valioso collar de diamantes de mi abuela, que él me había quitado "para protegerlo". Luego, cuando la enfermedad me consumía, y mi rostro apenas podía ocultar el dolor, su maldad se tornó indescriptible. Acepté el divorcio, pidiendo solo mi "libertad", pero antes le pedí que me acompañara a cumplir cinco últimas "promesas". Cada una fue una nueva humillación, un nuevo tormento. La última, una cena preparada por él, terminó en una tortura pública. Su amante, Lucía, me arrancó la peluca, revelando mi cabeza calva por la quimioterapia. Y mi propio esposo, sin dudarlo, destrozó los restos de mi peluca, jurando con desprecio: "¡Te odio, Isabella!". ¿Cómo podía alguien caer tan bajo, destruyendo el último vestigio de dignidad de una mujer moribunda? Esa noche, morí en vida. Poco después, mi cuerpo me abandonó. Él pensó que se había librado de mí y de todos mis secretos. Pero lo que ignoraba era que "La Cuentera del Valle"-mi seudónimo secreto como escritora-había dejado un diario. Un diario lleno de verdades que transformarían su vida en una pesadilla de arrepentimiento y locura. Mi venganza silenciosa apenas comenzaba.

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