El trauma era una sombra, un recordatorio constante de que hombres exitosos podían destruir todo a su paso. Por eso, Sofía Romero se convirtió en abogada, jurándose jamás permitir que un hombre la lastimara. Levantó muros altos y gruesos alrededor de su corazón. Hasta que Ricardo Vargas apareció. Después de siete años de promesas de amor incondicional y un futuro juntos, Sofía lo encontró besando apasionadamente a su joven clienta, Valeria Soto, en una gala. Al llegar a su apartamento, sus pertenencias estaban empacadas en una caja, y Ricardo entraba con Valeria, quien despectivamente criticaba su hogar. Ricardo, sin mirarla, le exigió la llave de su caja fuerte, conteniendo documentos cruciales y el preciado collar de su abuela. Ante su negativa, él le arrebató el bolso, la despojó de la llave y tiró el collar con desprecio. Minutos después, recibió una llamada de su colega Daniel Ortiz, informándole que su caso más importante, el de las trabajadoras de la maquiladora, se desmoronaba por una filtración y acusaciones de mala praxis. Su santuario profesional se hacía añicos. Cuando intentó ir a la oficina, Ricardo la detuvo, revelando que él mismo había filtrado la información para que Sofía, rota y vulnerable, accediera a usar sus contactos en beneficio de Valeria. "¡Fui yo, Sofía. Yo filtré la información. Necesitaba que estuvieras rota para poder pedirte este favor por Valeria!" El mundo se detuvo, y la abogada fuerte e impenetrable, se desmoronó. ¿Cómo pudo ser tan ciega? ¿Cómo pudo un hombre destruir todo lo que ella había construido? Era una trampa cruel, un acto calculado de maldad, que convertía su historia de amor en una grotesca farsa. Ricardo la había engañado, destruyendo no solo su relación, sino también su carrera y la reputación de su mentor, el señor Méndez. La sed de justicia de Sofía, una abogada en defensa de mujeres como su madre, ahora estaba encendida por una furia tan grande que amenazaba con quemar todo su mundo.
El trauma era una sombra, un recordatorio constante de que hombres exitosos podían destruir todo a su paso. Por eso, Sofía Romero se convirtió en abogada, jurándose jamás permitir que un hombre la lastimara. Levantó muros altos y gruesos alrededor de su corazón.
Hasta que Ricardo Vargas apareció. Después de siete años de promesas de amor incondicional y un futuro juntos, Sofía lo encontró besando apasionadamente a su joven clienta, Valeria Soto, en una gala. Al llegar a su apartamento, sus pertenencias estaban empacadas en una caja, y Ricardo entraba con Valeria, quien despectivamente criticaba su hogar.
Ricardo, sin mirarla, le exigió la llave de su caja fuerte, conteniendo documentos cruciales y el preciado collar de su abuela. Ante su negativa, él le arrebató el bolso, la despojó de la llave y tiró el collar con desprecio. Minutos después, recibió una llamada de su colega Daniel Ortiz, informándole que su caso más importante, el de las trabajadoras de la maquiladora, se desmoronaba por una filtración y acusaciones de mala praxis.
Su santuario profesional se hacía añicos. Cuando intentó ir a la oficina, Ricardo la detuvo, revelando que él mismo había filtrado la información para que Sofía, rota y vulnerable, accediera a usar sus contactos en beneficio de Valeria.
"¡Fui yo, Sofía. Yo filtré la información. Necesitaba que estuvieras rota para poder pedirte este favor por Valeria!"
El mundo se detuvo, y la abogada fuerte e impenetrable, se desmoronó. ¿Cómo pudo ser tan ciega? ¿Cómo pudo un hombre destruir todo lo que ella había construido? Era una trampa cruel, un acto calculado de maldad, que convertía su historia de amor en una grotesca farsa.
Ricardo la había engañado, destruyendo no solo su relación, sino también su carrera y la reputación de su mentor, el señor Méndez. La sed de justicia de Sofía, una abogada en defensa de mujeres como su madre, ahora estaba encendida por una furia tan grande que amenazaba con quemar todo su mundo.
Otros libros de Gavin
Ver más