El Precio de la Traición: Un Nuevo Comienzo

El Precio de la Traición: Un Nuevo Comienzo

Gavin

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Capítulo

El zumbido de mi teléfono vibró sobre la pulida mesa de conferencias, interrumpiendo mi presentación de resultados trimestrales. Era Mónica, mi mejor amiga, enviando un mensaje inusual durante mis horas de trabajo, insistiendo una y otra vez. Ignoré la primera, pero una punzada de inquietud me recorrió con la tercera. Con una disculpa formal a mi equipo, tomé el teléfono y vi el mensaje: "Tienes que ver esto, Ximena. Lo siento mucho." Debajo, un video. Le di play, y mi corazón se detuvo. En la pantalla, el agave azul de mi abuelo, "Sol de mi Abuelo", el legado de mi familia y ganador de tres premios, estaba arrancado. Brutalmente cortado y goteando savia en un balde de plástico barato. Para colmo de la humillación, un perro callejero se acercó y orinó sobre él. Mi respiración se atoró. Entonces, la cámara giró, revelando a Sofía, la nueva becaria de mi prometido, Ricardo, sonriendo con suficiencia. "¡Ricardo es el mejor!" exclamó con voz chillona. "¡Mi agave \'Pequeño Sol\' será la envidia de todos con la esencia de esta planta campeona!" Sentí cómo la sangre me abandonaba el rostro, luego regresaba con una furia helada. Ricardo, pregunté con voz plana: "¿Qué le hiciste a mi agave?" Él respondió, con una ligereza que me abofeteó: "Sofía lo necesitaba para la universidad. Se lo presté. Solo es una planta, Ximena." "Ricardo", dije, mi voz ahora un susurro mortal: "Tienes cinco minutos para traerla de vuelta. Intacta." Colgué, bloqueé su número y llamé a mi jefe de seguridad, Raúl. "Raúl", mi voz firme como el acero, "Te acabo de enviar una ubicación y dos fotos. Quiero que dos personas y una planta desaparezcan de ese lugar en menos de cinco minutos. Sin dejar rastro. Los daños que sufran son irrelevantes." La guerra acababa de empezar.

Introducción

El zumbido de mi teléfono vibró sobre la pulida mesa de conferencias, interrumpiendo mi presentación de resultados trimestrales.

Era Mónica, mi mejor amiga, enviando un mensaje inusual durante mis horas de trabajo, insistiendo una y otra vez.

Ignoré la primera, pero una punzada de inquietud me recorrió con la tercera.

Con una disculpa formal a mi equipo, tomé el teléfono y vi el mensaje: "Tienes que ver esto, Ximena. Lo siento mucho."

Debajo, un video. Le di play, y mi corazón se detuvo.

En la pantalla, el agave azul de mi abuelo, "Sol de mi Abuelo", el legado de mi familia y ganador de tres premios, estaba arrancado.

Brutalmente cortado y goteando savia en un balde de plástico barato.

Para colmo de la humillación, un perro callejero se acercó y orinó sobre él.

Mi respiración se atoró.

Entonces, la cámara giró, revelando a Sofía, la nueva becaria de mi prometido, Ricardo, sonriendo con suficiencia.

"¡Ricardo es el mejor!" exclamó con voz chillona. "¡Mi agave \'Pequeño Sol\' será la envidia de todos con la esencia de esta planta campeona!"

Sentí cómo la sangre me abandonaba el rostro, luego regresaba con una furia helada.

Ricardo, pregunté con voz plana: "¿Qué le hiciste a mi agave?"

Él respondió, con una ligereza que me abofeteó: "Sofía lo necesitaba para la universidad. Se lo presté. Solo es una planta, Ximena."

"Ricardo", dije, mi voz ahora un susurro mortal: "Tienes cinco minutos para traerla de vuelta. Intacta."

Colgué, bloqueé su número y llamé a mi jefe de seguridad, Raúl.

"Raúl", mi voz firme como el acero, "Te acabo de enviar una ubicación y dos fotos. Quiero que dos personas y una planta desaparezcan de ese lugar en menos de cinco minutos. Sin dejar rastro. Los daños que sufran son irrelevantes."

La guerra acababa de empezar.

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