El Sabor Amargo del Amor

El Sabor Amargo del Amor

Gavin

5.0
calificaciones
11
Vistas
11
Capítulo

El aroma del mole de olla de la abuela, que para mí siempre fue sinónimo de hogar y de amor, llenaba cada rincón de nuestra casa. Desde niña, mis manos habían aprendido el arte de la cocina, y todos en la familia me llamaban Sofía, la heredera del don de la "Maestra de la Tortilla". Pero mi hermana menor, Isabella, siempre evitó los fogones, prefiriendo la moda y las conversaciones ligeras. Por eso, nadie dudó que yo representaría a la familia en el Día del Concurso Nacional de Cocina Mexicana. Hasta que todo cambió. Una tarde, justo antes del concurso, Isabella se acercó a la cocina con una sonrisa extraña. "Hermanita, ¿puedo intentar?", preguntó con una voz inusual. La miré extrañada; a ella nunca le había interesado la cocina. Algo en sus ojos me inquietó, pero le cedí mi lugar. Sus manos torpes se movieron con una gracia y precisión que nunca le había visto, moliendo especias con un ritmo perfecto. Un escalofrío recorrió mi espalda. Era imposible. El día del concurso, la tensión era palpable. Yo era la favorita, la promesa culinaria. Pero Isabella estaba a mi lado, con una calma que me aterrorizaba. El primer reto fue anunciado: tortillas ceremoniales, la especialidad de la abuela, ¡mi especialidad! "¡Ay, qué nervios!", exclamó Isabella para que todos la escucharan. "Sofía lleva meses practicando para esto. Yo apenas sé cómo empezar. Ojalá mi don natural sea suficiente." Sus palabras, llenas de falsa modestia, me golpearon. Miré a mi abuela, que sonreía con confianza desde el jurado. La prueba comenzó. Tomé la masa, pero estaba fría, sin vida. Intenté palmear la primera tortilla y se deshizo entre mis dedos. Mis manos temblaban sin control. Ya no eran las manos de una chef. Mientras tanto, Isabella era un espectáculo. Sus manos volaban. Cada tortilla que salía de su comal era perfecta, redonda, inflada, con un aroma a maíz criollo. El jurado y mi familia la aclamaban. "¡Increíble! ¡Es un genio!", exclamó un juez. Isabella, con lágrimas en los ojos, se dirigió al jurado. "No es mi culpa. Este don... simplemente apareció. Mi hermana Sofía es la que ha estudiado, la que ha tenido a la mejor maestra. Pero creo... creo que se ha vuelto perezosa. Ha confiado demasiado en su técnica y ha olvidado el corazón." La gente murmuraba. Las miradas de admiración se volvieron de decepción, todas dirigidas a mí. Me sentí vacía, débil, como si mi talento me hubiera sido arrancado de golpe. Intenté hablar, pero las palabras no salían. Solo vi a mi abuela levantarse, con el rostro endurecido por la decepción. "Me has avergonzado, Sofía", susurró con voz mortal. "Has manchado el nombre de esta familia. El lugar en la escuela culinaria de élite es para quien lo merece. Es para Isabella." Cada palabra fue un golpe. Mi mundo se derrumbó. No solo perdí el concurso, perdí mis recetas, mi futuro, y lo que más me dolía, perdí a mi abuela. Isabella se acercó, me abrazó y me susurró al oído con voz llena de veneno y triunfo. "Gracias por el regalo, hermanita. El sistema funciona a la perfección." Caí al suelo, mi cuerpo convulsionando, un dolor insoportable me desgarraba por dentro. En la oscuridad de mi inconsciencia, tuve una visión. Me vi a mí misma, radiante, cocinando, y de mi cuerpo salían hilos de luz dorada, de energía, de conocimiento. Al otro extremo de esos hilos estaba Isabella, absorbiéndolo todo, como un parásito. Vi cómo el "sistema" era una red invisible que me drenaba la vida. Comprendí: ¡me lo habían robado! Cuando desperté, sola y débil, en una clínica de pueblo, mis puños se apretaron. No podía dejar que Isabella ganara. Recordé las historias de la abuela, sobre un antiguo mercado en Oaxaca, "El Corazón de la Tierra", un lugar ancestral lleno de poder. Me subí a un autobús, temblando de fiebre, mientras veía la cara sonriente de Isabella anunciada como "La nueva reina de la cocina mexicana". Iba a recuperar lo que era mío, aunque me costara la vida.

Introducción

El aroma del mole de olla de la abuela, que para mí siempre fue sinónimo de hogar y de amor, llenaba cada rincón de nuestra casa.

Desde niña, mis manos habían aprendido el arte de la cocina, y todos en la familia me llamaban Sofía, la heredera del don de la "Maestra de la Tortilla".

Pero mi hermana menor, Isabella, siempre evitó los fogones, prefiriendo la moda y las conversaciones ligeras.

Por eso, nadie dudó que yo representaría a la familia en el Día del Concurso Nacional de Cocina Mexicana.

Hasta que todo cambió.

Una tarde, justo antes del concurso, Isabella se acercó a la cocina con una sonrisa extraña.

"Hermanita, ¿puedo intentar?", preguntó con una voz inusual.

La miré extrañada; a ella nunca le había interesado la cocina.

Algo en sus ojos me inquietó, pero le cedí mi lugar.

Sus manos torpes se movieron con una gracia y precisión que nunca le había visto, moliendo especias con un ritmo perfecto.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Era imposible.

El día del concurso, la tensión era palpable. Yo era la favorita, la promesa culinaria.

Pero Isabella estaba a mi lado, con una calma que me aterrorizaba.

El primer reto fue anunciado: tortillas ceremoniales, la especialidad de la abuela, ¡mi especialidad!

"¡Ay, qué nervios!", exclamó Isabella para que todos la escucharan. "Sofía lleva meses practicando para esto. Yo apenas sé cómo empezar. Ojalá mi don natural sea suficiente."

Sus palabras, llenas de falsa modestia, me golpearon. Miré a mi abuela, que sonreía con confianza desde el jurado.

La prueba comenzó.

Tomé la masa, pero estaba fría, sin vida. Intenté palmear la primera tortilla y se deshizo entre mis dedos.

Mis manos temblaban sin control. Ya no eran las manos de una chef.

Mientras tanto, Isabella era un espectáculo. Sus manos volaban.

Cada tortilla que salía de su comal era perfecta, redonda, inflada, con un aroma a maíz criollo.

El jurado y mi familia la aclamaban.

"¡Increíble! ¡Es un genio!", exclamó un juez.

Isabella, con lágrimas en los ojos, se dirigió al jurado.

"No es mi culpa. Este don... simplemente apareció. Mi hermana Sofía es la que ha estudiado, la que ha tenido a la mejor maestra. Pero creo... creo que se ha vuelto perezosa. Ha confiado demasiado en su técnica y ha olvidado el corazón."

La gente murmuraba. Las miradas de admiración se volvieron de decepción, todas dirigidas a mí.

Me sentí vacía, débil, como si mi talento me hubiera sido arrancado de golpe.

Intenté hablar, pero las palabras no salían.

Solo vi a mi abuela levantarse, con el rostro endurecido por la decepción.

"Me has avergonzado, Sofía", susurró con voz mortal. "Has manchado el nombre de esta familia. El lugar en la escuela culinaria de élite es para quien lo merece. Es para Isabella."

Cada palabra fue un golpe. Mi mundo se derrumbó.

No solo perdí el concurso, perdí mis recetas, mi futuro, y lo que más me dolía, perdí a mi abuela.

Isabella se acercó, me abrazó y me susurró al oído con voz llena de veneno y triunfo.

"Gracias por el regalo, hermanita. El sistema funciona a la perfección."

Caí al suelo, mi cuerpo convulsionando, un dolor insoportable me desgarraba por dentro.

En la oscuridad de mi inconsciencia, tuve una visión.

Me vi a mí misma, radiante, cocinando, y de mi cuerpo salían hilos de luz dorada, de energía, de conocimiento.

Al otro extremo de esos hilos estaba Isabella, absorbiéndolo todo, como un parásito.

Vi cómo el "sistema" era una red invisible que me drenaba la vida.

Comprendí: ¡me lo habían robado!

Cuando desperté, sola y débil, en una clínica de pueblo, mis puños se apretaron.

No podía dejar que Isabella ganara.

Recordé las historias de la abuela, sobre un antiguo mercado en Oaxaca, "El Corazón de la Tierra", un lugar ancestral lleno de poder.

Me subí a un autobús, temblando de fiebre, mientras veía la cara sonriente de Isabella anunciada como "La nueva reina de la cocina mexicana".

Iba a recuperar lo que era mío, aunque me costara la vida.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Después de que me dejó, me convertí en su madrastra

Después de que me dejó, me convertí en su madrastra

Urban romance

5.0

La tarde en que Ricardo regresó, el sol implacable bañaba los impecables jardines de la mansión Vargas, casi tan cegador como el traje de lino blanco que él vestía. Un deportivo, escandaloso y ostentoso como su dueño, derrapó sobre la grava, soltando a una mujer pálida y frágil, aferrada a él como si su vida dependiera de ello: Camila Soto, la influencer desaparecida. Los vi entrar por el ventanal, sin invitación, como si la casa aún les perteneciera, ignorando a una Lupe que intentaba detenerlos. "Vengo a verla a ella," dijo él, su sonrisa torcida, esa misma sonrisa de hace tres años cuando me dejó plantada en el altar, diciendo que buscaba su «espíritu» en un rancho. "Sofía," espetó, su voz cargada de una autoridad inexistente, "veo que sigues aquí, como una buena perra fiel esperando a su amo." Luego, Ricardo se desplomó en el sofá de cuero de Alejandro, su padre, y dijo: "Hemos vuelto para quedarnos." Mi corazón no tembló, solo una fría calma, la calma de quien espera una tormenta anunciada, porque sabía que él no era el rey, y yo ya no era la ingenua que él había abandonado. Él no sabía que, con Alejandro, había encontrado dignidad, un hogar y un amor profundo que sanó las heridas de su traición. Me di la vuelta para ir a la cocina, con sus miradas clavadas en mi espalda, pensando que yo seguía siendo la misma Sofía. Pero justo en ese momento, una pequeña figura se lanzó hacia mí, riendo a carcajadas. "¡Mami, te encontré!" Un niño de dos años, con el cabello oscuro y los ojos brillantes de Alejandro, se abrazó a mi pierna, ajeno a la gélida tensión que se cernió sobre el salón. "Mami," preguntó con su vocecita clara, "¿Quiénes son?"

Cariño, Te di 7 Oportunidades

Cariño, Te di 7 Oportunidades

Romance

5.0

Mi esposo, Mateo Vargas, me ha pedido el divorcio siete veces. Cada vez, la misma excusa: "Valentina ha regresado a México y la necesito" . Y cada vez, yo, Sofía Romero, su "esposa" que él desechaba como un pañuelo usado, firmaba los papeles. Siete humillaciones públicas, siete rondas de susurros a mis espaldas, siete colecciones de actas de divorcio que ya parecían cromos. Sacrifiqué mi carrera como diseñadora, mis sueños, mi dignidad, todo por ser la esposa perfecta que él nunca valoró. Pero esta octava vez, mientras él me sonreía perezosamente y prometía regresar en tres meses para volver a casarse, algo cambió dentro de mí. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Tan desesperada por una migaja de su amor que no veía la toxicidad? La risa que solté fue amarga, sin alegría, como la historia de mi vida con él. "No te preocupes", le dije, mi voz con un filo helado que nunca antes había usado. "Esta vez, haré las cosas diferente yo también." No hubo lágrimas, no hubo gritos, solo una calma aterradora que lo descolocó por completo. "Cuando vuelvas, ya no estaré." Se que se siente aliviado, pensando que no habrá drama esta vez. Pero lo que no sabe es que esta vez, el juego ha cambiado. Porque en mi mente, un plan completamente diferente ya estaba en marcha, uno que no incluía ninguna boda, ninguna reconciliación. Uno que no lo incluía a él. Y esta vez, Sofía Romero no solo se irá, se levantará, se transformará. La venganza es un plato que se sirve frío, y yo sé esperar.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro