El Sabor Amargo del Amor
e cámaras y reporteros. Pero el "sistema" que la alimentaba tenía un defecto: le daba la habilidad, pero no el conocimiento, ni el alma. Podía r
no podía darle algo que yo nunca había creado. Presentó una versión torpe de uno de mis platillos, y
o, pero el alma de una copista
la presión. La gente, encantada con su historia de "ni
ra un lugar turístico. Era un laberinto de puestos improvisados, olores a tierra mojada, a co
molino de piedra al fondo del mercado. Allí, un anciano de piel curtida y ojos profundo
bajaba, cómo hablaba con el maíz, cómo el nixtamal se transfor
i cuerpo no pudo
a dado un atole caliente y unas tortillas recién hechas. Eran las torti
azaste primero", dijo el anciano, sin
todo", susurré
orazón", respondió. "Solo pueden robar la aparienci
nto, a la tierra, al maíz. Me puso a trabajar desde el amanecer hasta el anochecer. Cargar los sacos de maíz, pre
Pero con cada herida, con cada gota de sudor, sentía que algo cambiaba dentro de mí. Ya no pensaba en las receta
que no venía de un "sistema" artificial, sino de la tierra misma, subiendo por mis pies, recorr
n el comal, perfecta, dorada. Olía a hogar. Per
ía regresado, se había transformado. Era
le. Pero me detuve. Recordé la arrogancia de Isabella. La arrogancia que la llevaría a su caída. No,
n la portada, una foto de Isabella llorando en la semifinal del concurso. El titular decía: "El pro
inero me mir
funda confusión y... ¿nostalgia? "Su técnica es impecable", dijo
ue mi
ana, cuando los finalistas estaban a punto de ser pres
tr
y gastada del mercado. Mis manos no eran suaves y cuid
se giraron hacia mí. Isabella palideció. Mi abuela se pu
la pero que resonó en todo el lugar. "