Mi Amor, Mi Verdugo

Mi Amor, Mi Verdugo

Gavin

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Capítulo

Me llamo Patrick. Amaba a Scarlett Salazar, la Reina del Tequila, una mujer que dejó todo, incluso a su adinerada familia, para estar con un humilde jimador como yo. Juntos, soñamos con un futuro lejos de su imperio. Pero su familia impuso una condición cruel: debía tener un hijo para asegurar su linaje, no conmigo, sino con Leon Hewitt, el heredero de la familia rival. Me pidió que esperara, una y otra vez, mientras ella compartía su cama y su vida con otro hombre, una tortura silenciosa que me consumía. Fui acusado falsamente de envenenar a su hija y sabotear una fiesta, sufriendo humillaciones públicas y brutales palizas, mientras Scarlett, la mujer que una vez lo arriesgó todo por mí, se mostraba indiferente o incluso me culpaba. En un momento de pura desesperación, fui empujado por ella y golpeé mi cabeza, viéndola correr a consolar al hombre que se burlaba de mí, mi rival. ¿Cómo era posible que el amor que me había prometido ser eterno se transformara en una indiferencia tan fría, en una traición constante que me dejaba en un abismo de dolor y desconfianza? ¿Por qué la mujer que una vez me salvó la vida ahora parecía mi verdugo? Mi corazón, que creía ya no sentir nada, tomó una decisión final. Huí de ese infierno, renunciando al amor que me había destrozado. Me refugié en un remoto pueblo, convirtiéndome en un maestro, buscando la paz en la simplicidad, lejos de intrigas y mentiras.

Introducción

Me llamo Patrick. Amaba a Scarlett Salazar, la Reina del Tequila, una mujer que dejó todo, incluso a su adinerada familia, para estar con un humilde jimador como yo. Juntos, soñamos con un futuro lejos de su imperio.

Pero su familia impuso una condición cruel: debía tener un hijo para asegurar su linaje, no conmigo, sino con Leon Hewitt, el heredero de la familia rival. Me pidió que esperara, una y otra vez, mientras ella compartía su cama y su vida con otro hombre, una tortura silenciosa que me consumía.

Fui acusado falsamente de envenenar a su hija y sabotear una fiesta, sufriendo humillaciones públicas y brutales palizas, mientras Scarlett, la mujer que una vez lo arriesgó todo por mí, se mostraba indiferente o incluso me culpaba. En un momento de pura desesperación, fui empujado por ella y golpeé mi cabeza, viéndola correr a consolar al hombre que se burlaba de mí, mi rival.

¿Cómo era posible que el amor que me había prometido ser eterno se transformara en una indiferencia tan fría, en una traición constante que me dejaba en un abismo de dolor y desconfianza? ¿Por qué la mujer que una vez me salvó la vida ahora parecía mi verdugo?

Mi corazón, que creía ya no sentir nada, tomó una decisión final. Huí de ese infierno, renunciando al amor que me había destrozado. Me refugié en un remoto pueblo, convirtiéndome en un maestro, buscando la paz en la simplicidad, lejos de intrigas y mentiras.

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Tres años, toda una vida entregada a él. Sofía, yo fui la tonta que usó hasta el último centavo para rescatar a mi Mateo de la ruina, creyendo en su amor, en sus promesas. Día y noche, mi cuerpo y mi alma cuidaron a sus padres enfermos, soportando humillaciones que nadie más vio. Sacrifiqué mi primer embarazo, mi salud, todo por su "carrera", para que él, el gran Mateo, pudiera levantarse de las cenizas. Pero hoy, mi mundo se hizo pedazos. Justo frente a mí, mi esposo Mateo sostenía a otra mujer, Camila, su "amor de la juventud", la misma que lo humilló cuando no tenía nada. "Camila está embarazada", dijo, sin rastro de culpa, "y tú la vas a cuidar". ¡A mí! ¿Que la cuidara? La burla en la cara de Camila, la sonrisa de las empleadas, la furia de Mateo... sentí que me ahogaba en una pesadilla. "Solo es cuidarla un poquito. No eres una princesa, pero actúas como tal. No seas mezquina". Mezquina. Él, el hombre al que rescaté del abismo, el que ahora volvía a tenerlo todo, ¿me llamaba mezquina? "Tú eres buena cuidando gente", sentenció con la mirada fría. Mi corazón se hizo añicos al recordar las palabras de su madre a Camila: "Cuídate por el bien de mi nieto. Eres la única esperanza de esta familia". ¡La única esperanza! Era obvio. Me habían engañado a mí. ¡A mí! ¡Ellos sabían que era su hijo! ¡Todos me estaban engañando! Sentí el frío del mármol bajo mis rodillas, el dolor agudo de la caída. Quise huir, pero no sin él. No sin mi bebé. Pero, ¿realmente quería que mi hijo naciera en esta podredumbre? "¡Mateo, no quiero ir a la cámara frigorífica! ¡No! ¿Por qué me haces esto?", grité, sintiendo el pánico helado que se apoderaba de mí cuando sus empleados me arrastraban. "¡Estoy embarazada! ¡Mateo, estoy embarazada!" Me miró con desprecio, y la puerta se cerró. Estuve allí tres días y tres noches. Cuando abrieron la puerta, mis ojos ya estaban vacíos. "¿Qué otra cosa te vas a inventar ahora?". Esas palabras… Pero al salir de allí, mis ojos por fin se abrieron. Así que esto es todo lo que soy para ti, Mateo. Un mueble más en tu casa. "Estoy completamente podrido por dentro", susurré al aire. Una semana después, salí del hospital. Mateo me llamó, furioso, como siempre, pero esta vez, yo era diferente. "¿Qué soy para ti, Mateo?", pregunté, mi voz firme, "¿La tonta que te rescató de la miseria? ¿O la enfermera gratuita que cuidó día y noche a tus padres?" "¿De verdad crees que todo lo que hice, fue por un estúpido título?" "Un hombre como tú... me da asco". Colgué. Bloqueé su número. Y nunca miré atrás.

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