El Circo de la Infidelidad

El Circo de la Infidelidad

Gavin

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Capítulo

El plan era perfecto: un escape soñado a la Riviera Maya para celebrar nuestro primer aniversario. Preparaba mis maletas en nuestra enorme casa de Las Lomas, flotando en una nube de felicidad, hasta que una llamada de Mateo, mi esposo, lo destrozó todo. "Mi amor, no vas a creerlo, surgió una emergencia terrible", dijo, con la voz llena de preocupación, inventando una grotesca mentira sobre la madre muerta que tenía un año de haber fallecido. Revisé Instagram y la verdad me golpeó como un balde de agua fría: una foto de Elena, la joven y guapa niñera, sonriendo con Mateo, él abrazándola por la cintura. La imagen no solo mostraba su traición, sino que revelaba su descaro: estaban en el salón de mi propia casa, celebrando el cumpleaños de ella. Regresé a mi casa y entré en lo que se había convertido en un circo de traición. La música atronaba, risas y brindis de "¡Feliz cumpleaños, Elena!" y "¡Que vivan los novios!" llenaban el aire. Mateo y Elena se besaban apasionadamente en mi sala, mientras la gente vitoreaba. El asco y la furia se apoderaron de mí. Cuando Mateo me vio, su sonrisa se congeló, sus ojos se abrieron desorbitados y su rostro perdió todo el color, soltando a Elena de golpe. Sin decir una palabra, mi mano se estrelló contra su mejilla, el "¡PLAP!" resonó en el silencio que se hizo en la habitación. Elena, que se había escondido detrás de él, soltó un chillido agudo. "¿Qué te pasa, Sofía? ¿Estás loca?", me espetó Mateo, ignorando la niñera que se aferraba a él. Una de las amigas de Elena me dijo: "Es la asistente de Sofía, la diseñadora. Seguro está obsesionada con Mateo y no soporta que él esté con Elena. ¡Qué patética!". Elena, con lágrimas falsas y una maestría en la manipulación, me acusó de acosarla, diciendo ante todos que Mateo y ella llevaban un año juntos. Un año. Hice los cálculos una y otra y otra vez: él me había estado engañando prácticamente desde nuestra luna de miel. Fui humillada, insultada frente a todos, incluso me arrojaron una bebida en la cabeza, empapándome totalmente mi blusa de seda, mientras Mateo se quedaba inmóvil, mudo... cómplice. La rabia se apoderó de mí, lo ignoré y me lancé sobre Elena, jalándole el cabello, golpeándola, gritándole: "¡Esto es por mentirosa y por roba-maridos!". Mateo me empujó con una violencia brutal, caí al suelo, mi mano derecha se estrelló contra una copa de champán y la sangre comenzó a brotar de un corte profundo. Lo miré, con la mano ensangrentada, y le dije: "Yo soy Sofía Rivera. La dueña de esta casa. Legalmente, soy tu esposa. Vas a arrepentirte de esto". Elena se burló, "Mateo me dijo que se estaba divorciando de una vieja loca. No te preocupes, el dinero no puede comprar el amor. Mateo me ama a mí". Caminé por la sala, mi mano herida, y vi a Elena usando uno de mis collares de diseño que me regaló mi madre. El asco me invadió de nuevo. La madre de Elena entró en la casa. Elena corrió hacia ella: "¡Esta mujer loca se metió a la casa! Dice que es la esposa de Mateo". Pero la madre de Elena me miró y balbuceó: "Se... Señora Sofía...", su rostro completamente pálido. Mientras todos estaban distraídos, saqué mi celular y activé la cámara de video. La verdad, como la sangre que brotaba de mi mano, era innegable, y pronto lo sería para todos.

Introducción

El plan era perfecto: un escape soñado a la Riviera Maya para celebrar nuestro primer aniversario.

Preparaba mis maletas en nuestra enorme casa de Las Lomas, flotando en una nube de felicidad, hasta que una llamada de Mateo, mi esposo, lo destrozó todo.

"Mi amor, no vas a creerlo, surgió una emergencia terrible", dijo, con la voz llena de preocupación, inventando una grotesca mentira sobre la madre muerta que tenía un año de haber fallecido.

Revisé Instagram y la verdad me golpeó como un balde de agua fría: una foto de Elena, la joven y guapa niñera, sonriendo con Mateo, él abrazándola por la cintura.

La imagen no solo mostraba su traición, sino que revelaba su descaro: estaban en el salón de mi propia casa, celebrando el cumpleaños de ella.

Regresé a mi casa y entré en lo que se había convertido en un circo de traición.

La música atronaba, risas y brindis de "¡Feliz cumpleaños, Elena!" y "¡Que vivan los novios!" llenaban el aire.

Mateo y Elena se besaban apasionadamente en mi sala, mientras la gente vitoreaba.

El asco y la furia se apoderaron de mí.

Cuando Mateo me vio, su sonrisa se congeló, sus ojos se abrieron desorbitados y su rostro perdió todo el color, soltando a Elena de golpe.

Sin decir una palabra, mi mano se estrelló contra su mejilla, el "¡PLAP!" resonó en el silencio que se hizo en la habitación.

Elena, que se había escondido detrás de él, soltó un chillido agudo.

"¿Qué te pasa, Sofía? ¿Estás loca?", me espetó Mateo, ignorando la niñera que se aferraba a él.

Una de las amigas de Elena me dijo: "Es la asistente de Sofía, la diseñadora. Seguro está obsesionada con Mateo y no soporta que él esté con Elena. ¡Qué patética!".

Elena, con lágrimas falsas y una maestría en la manipulación, me acusó de acosarla, diciendo ante todos que Mateo y ella llevaban un año juntos.

Un año. Hice los cálculos una y otra y otra vez: él me había estado engañando prácticamente desde nuestra luna de miel.

Fui humillada, insultada frente a todos, incluso me arrojaron una bebida en la cabeza, empapándome totalmente mi blusa de seda, mientras Mateo se quedaba inmóvil, mudo... cómplice.

La rabia se apoderó de mí, lo ignoré y me lancé sobre Elena, jalándole el cabello, golpeándola, gritándole: "¡Esto es por mentirosa y por roba-maridos!".

Mateo me empujó con una violencia brutal, caí al suelo, mi mano derecha se estrelló contra una copa de champán y la sangre comenzó a brotar de un corte profundo.

Lo miré, con la mano ensangrentada, y le dije: "Yo soy Sofía Rivera. La dueña de esta casa. Legalmente, soy tu esposa. Vas a arrepentirte de esto".

Elena se burló, "Mateo me dijo que se estaba divorciando de una vieja loca. No te preocupes, el dinero no puede comprar el amor. Mateo me ama a mí".

Caminé por la sala, mi mano herida, y vi a Elena usando uno de mis collares de diseño que me regaló mi madre.

El asco me invadió de nuevo.

La madre de Elena entró en la casa. Elena corrió hacia ella: "¡Esta mujer loca se metió a la casa! Dice que es la esposa de Mateo".

Pero la madre de Elena me miró y balbuceó: "Se... Señora Sofía...", su rostro completamente pálido.

Mientras todos estaban distraídos, saqué mi celular y activé la cámara de video.

La verdad, como la sangre que brotaba de mi mano, era innegable, y pronto lo sería para todos.

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