Vendida por un Sueño de Lujo

Vendida por un Sueño de Lujo

Gavin

5.0
calificaciones
11
Vistas
11
Capítulo

El olor a aceite y metal era el único perfume que había conocido como hogar, mi taller, "El Engrane de Oro", el legado de mi familia. Llevaba ciento ochenta y tres días con un letrero de "Se Vende" colgado, una lápida para mi historia, por culpa de desarrolladores ambiciosos y la insistencia de Isabella, mi prometida. Sesenta y dos veces, hombres con trajes caros pisotearon el suelo manchado de grasa que tanto amó mi padre; sesenta y dos veces, Isabella me presionó para vender, usando la promesa de nuestra boda como un arma dulce y venenosa. "Miguel, piénsalo", me decía con esa voz suave. "¿Y nuestra boda, Isa?". "En cuanto vendas, mi amor", respondía. El día que firmé la venta, algo se rompió dentro de mí, más fuerte que cualquier motor V8, más fuerte que cualquier taladro neumático. Mi alma se hizo añicos. Esa noche, mientras ella celebraba nuestro "futuro" con el abogado de la constructora, yo cambié mi estado en Facebook de "En una relación con Isabella Reyes" a "Soltero", un clic silencioso pero definitivo. Al día siguiente, en la fiesta de celebración, vi a Isabella riendo junto al abogado de ojos de serpiente. Su mano estaba en su espalda, un gesto demasiado familiar, y ella no se apartó. Fue entonces. Ella ya no era la mujer que me cuidó cuando tuve gripa. Era una extraña que vendió mi alma. La venta del taller no era el principio de nuestro futuro, era el fin del mío con ella. Necesitaba escapar de esa mentira. Cuando me pregunté a dónde ir, una llamada de un número desconocido ofreció una chispa de vida: mi solicitud para el programa "Jóvenes Constructores" había sido pre-aprobada, el sueño comunitario de mi padre. "¿Estás seguro?", preguntó una voz al otro lado de la línea. "Más seguro que nunca", respondí, sin saber que era el disparo de salida de mi nueva vida.

Introducción

El olor a aceite y metal era el único perfume que había conocido como hogar, mi taller, "El Engrane de Oro", el legado de mi familia.

Llevaba ciento ochenta y tres días con un letrero de "Se Vende" colgado, una lápida para mi historia, por culpa de desarrolladores ambiciosos y la insistencia de Isabella, mi prometida.

Sesenta y dos veces, hombres con trajes caros pisotearon el suelo manchado de grasa que tanto amó mi padre; sesenta y dos veces, Isabella me presionó para vender, usando la promesa de nuestra boda como un arma dulce y venenosa.

"Miguel, piénsalo", me decía con esa voz suave. "¿Y nuestra boda, Isa?". "En cuanto vendas, mi amor", respondía.

El día que firmé la venta, algo se rompió dentro de mí, más fuerte que cualquier motor V8, más fuerte que cualquier taladro neumático. Mi alma se hizo añicos.

Esa noche, mientras ella celebraba nuestro "futuro" con el abogado de la constructora, yo cambié mi estado en Facebook de "En una relación con Isabella Reyes" a "Soltero", un clic silencioso pero definitivo.

Al día siguiente, en la fiesta de celebración, vi a Isabella riendo junto al abogado de ojos de serpiente. Su mano estaba en su espalda, un gesto demasiado familiar, y ella no se apartó.

Fue entonces. Ella ya no era la mujer que me cuidó cuando tuve gripa. Era una extraña que vendió mi alma.

La venta del taller no era el principio de nuestro futuro, era el fin del mío con ella. Necesitaba escapar de esa mentira.

Cuando me pregunté a dónde ir, una llamada de un número desconocido ofreció una chispa de vida: mi solicitud para el programa "Jóvenes Constructores" había sido pre-aprobada, el sueño comunitario de mi padre.

"¿Estás seguro?", preguntó una voz al otro lado de la línea. "Más seguro que nunca", respondí, sin saber que era el disparo de salida de mi nueva vida.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
El Castigo de Amor

El Castigo de Amor

Cuentos

5.0

El aroma a cilantro y la risa de Javier llenaban "El Sazón del Alma", nuestro sueño, nuestra vida. Éramos los chefs del momento en la Ciudad de México, nuestro amor, el ingrediente secreto. Pero una noche, una llamada helada lo cambió todo: Javier, accidente grave, Hospital Central. Corrí, cada semáforo en rojo era una tortura, cada minuto una eternidad. Al llegar, mi corazón se detuvo: Javier en la cama y, a su lado, Valentina Díaz, mi eterna rival, aferrada a su mano con asquerosa familiaridad. "Cuidando a mi prometido, ¿tú qué crees?". Ella sonrió, viperina. "Javier, ella es Sofía, una empleada obsesionada. Sácala, me duele la cabeza". Javier me miró con fastidio: "No sé quién eres, ¡lárgate!". Fui arrastrada del hospital, humillada, rota. Valentina, susurró: "Él es mío, y el restaurante también. Te quedarás sin nada". Los días siguientes fueron un infierno: me quitaron todo, me dejaron en la calle. Pero en la oscuridad, una pequeña luz: estaba embarazada. Un pedacito de Javier y mío. Con la prueba en mano, lo busqué para compartirle la noticia, pero él, aún bajo el hechizo de Valentina, me empujó, negando a nuestro hijo. Días después, un coche me atropelló. Desperté en el hospital, y el doctor me dio la noticia: "Perdiste al bebé". El mundo se desmoronó. Esa noche, el destino me reveló la cruel verdad: Valentina, en una llamada telefónica, confesó que todo era un plan, que la amnesia de Javier era temporal, que me había robado a mi esposo, mi restaurante y, ahora, a mi hijo. No había lágrimas, solo una calma helada. Dejé una nota a mi madre y me fui, sin mirar atrás. En la soledad de un pueblo costero, sanaba, o eso creía, hasta que Javier apareció, buscando llevarme de vuelta a una macabra farsa para "salvar" a Valentina. No entendía cuándo se había convertido en su títere. Cuando se fue, el doctor Ricardo me reveló la verdad: Valentina planeaba extirparme el corazón, literalmente. Fui secuestrada, atada a una silla, mientras mi sangre fluía en lo que creí era un trasplante para ella, y Javier... Javier la miraba con amor, ajeno a mi tormento. Al salir, Javier me ofreció dinero, humillándome. Rechacé sus sucias monedas y le juré que no me pisotearían más. Su boda era inminente. Intenté luchar, pero él, ciego, se puso de lado de Valentina, enviándome al "Pozo de las Lamentaciones", una prisión de torturas. Allí, padecí el silencio, la vanidad, el frío, la soledad y el arrepentimiento. Luego, él apareció de nuevo, llevándome a su mansión, una jaula dorada. Y escuché la verdad: Valentina necesitaba un trasplante, ¡y querían mi corazón! Me desmayé. Al despertar, era el día de su boda. Destrocé cada foto de nuestro pasado y arrojé nuestro dije del sol. Sofía Rojas, la enamorada, moriría ese día. No dormiría. A medianoche, Javier entró, susurró promesas vacías, un beso de Judas en mi frente. Me fui, dejándolos en el altar, caminé hacia el Puente del Olvido, bebí el Agua del Leteo. Me arrojé al río, un paso hacia la libertad. El mundo se desvaneció. Para él, yo ya no existía. En su desesperación, Javier corrió al río, pero era tarde. La guardiana le reveló: "La mujer que buscas ya no existe, te ha olvidado para siempre". El golpe lo destrozó. Quiso seguirme, pero no lo dejaron. Valentina llegó, furiosa por ser abandonada en el altar, y la guardiana, revelada como una deidad, la desenmascaró: era una traidora cósmica. El odio de Javier explotó al ver las visiones de su engaño, cada cruel manipulación. La justicia divina actuó: Valentina fue borrada de la existencia. Javier, sentenciado a cien vidas de sufrimiento, a perder su amor una y otra vez. Y yo, la Señora de los Soles, renacida y sin recuerdos, fui designada para supervisar su castigo.

La Venganza de La Ingenua

La Venganza de La Ingenua

Cuentos

5.0

El olor a metal y la sangre llenaban mis pulmones. En mi vida pasada, morí sola en la carretera, abandonada por mi hermano Mateo y nuestra prima Isabella, quienes se negaron a llevarme al hospital. Dijeron que exageraba un dolor de estómago para arruinar la fiesta de cumpleaños de Isabella. Era apendicitis, que se volvió peritonitis. Vi mi propio funeral, a mi abuela Elena destrozada por el dolor, y a Mateo e Isabella celebrando, destruyendo el legado familiar que tanto amaba. La traición me consumió, y mi abuela, con el corazón roto, me siguió poco después. Hasta ahora. Un chirrido de neumáticos y un golpe seco. El mismo accidente, el mismo día fatídico que me llevó a la tumba. Pero esta vez, estaba aquí, y mi abuela yacía inconsciente a mi lado. En mi vida anterior, la llamé a ellos primero, lo que nos costó todo. Esta vez no. Mi cerebro trabajó a una velocidad vertiginosa. No podía depender de Mateo, ni de Isabella. Saqué mi teléfono, llamando a emergencias, asegurándome de que esta vez, mi abuela viviría. Pero la supervivencia de mi abuela dependía de una transfusión de sangre O negativo, un tipo de sangre casi imposible de encontrar. Contacté a Mateo e Isabella, quienes compartían el mismo tipo de sangre, y les rogué ayuda. Ellos, ciegos por la codicia y la manipulación de Isabella, se burlaron, acusándome de arruinar su fiesta de cumpleaños. El médico corroboró la urgencia de sangre, pero respondieron con crueldad, colgándome. Me sentí completamente sola, con el pánico invadiéndome mientras buscaba desesperadamente donadores. Cuando encontré un donador, Ricardo, Mateo e Isabella lo contactaron, mintiéndole y persuadiéndolo de no venir. La vida de mi abuela pendía de un hilo, y ellos estaban dispuestos a dejarla morir por un capricho. Pero no esta vez. No iba a suplicarles. Iba a luchar. Ya no era la nieta ingenua que confiaba ciegamente en su familia. La muerte me había enseñado la lección más dura de todas. El dolor insoportable se transformó en una furia helada. Conseguí contactar a una red privada de donación de sangre y pagué una fortuna, era nuestra última esperanza. Cuando el Dr. Ramos, influenciado por Mateo, intentó evitar la donación, el infierno se desató. ¡No dejaría que la historia se repitiera! Mi abuela viviría, y ellos pagarían por todo el daño causado.

Justicia para un Amor Roto

Justicia para un Amor Roto

Cuentos

5.0

El rugido del motor de mi esposo, Mateo De La Vega, era la banda sonora de mi vida. Hoy, mientras celebraba otra victoria perfecta en las pantallas gigantes, sentí un hielo amargo en las venas. "Ximena, mi amor, mi luz, todo lo que hago es por ti," proclamó ante las cámaras. Mi teléfono vibró con un mensaje cruel: "Vendrá a celebrar su victoria conmigo." Era ella de nuevo, la sombra anónima que meses atrás me envió una foto de Mateo con otra mujer, Isabella. Creí que era un malentendido, pero los mensajes íntimos y las burlas se sucedieron, destrozándome. Y luego, el golpe final en la gala familiar: Mateo, en público, me obsequió un deslumbrante collar de sol, único en el mundo. Solo para que Isabella se presentara, minutos después, con unos aretes de sol idénticos. "Me pregunto dónde tendrá los gemelos ahora," decía su siguiente mensaje, revelando la farsa. Mi mundo se desmoronó, la traición era física, asfixiante. Esa noche, mientras yacía enferma y sedada, la grabadora bajo mi cama registró sus susurros con Isabella: "Ella nunca me dejaría. Me necesita." Y la peor mentira: "Te amo, Ximena. Siempre te amaré…" mientras él la tomaba en mi propia casa. La ironía de Mateo planeando un hijo conmigo mientras Isabella me enviaba la prueba de su embarazo fue el último clavo en el ataúd. Mis lágrimas, una vez de dolor, se transformaron en rabia, en una resolución fría y clara. Me despojé del collar, de su nombre, de su farsa. Dejé la jaula de oro y las pruebas de su traición para volar libre. Ahora, la mujer que fui ha muerto. Y la que renace está lista para encontrar su propia justicia.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro