La Traición de Mis amados

La Traición de Mis amados

Gavin

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Capítulo

Hoy era el día de mi boda, el día más feliz de mi vida, o al menos eso creía. Mi teléfono vibró y la voz de mi prometido, Ricardo, al otro lado de la línea, heló mi corazón. "No voy a ir, Sofía. Se acabó. Estoy con alguien a quien realmente amo, alguien que no es una diseñadora fracasada como tú." Y entonces, escuché su voz. "Ricardo, mi amor, cuelga ya, tenemos cosas más importantes que hacer." Era Valeria, mi propia hermana. El mundo se derrumbó a mis pies, y después, la oscuridad. Desperté en un hospital, el dolor en mi cabeza y en mi alma era insoportable. Laura, mi dama de honor, me mostró la pantalla de su teléfono. Ricardo y Valeria, besándose apasionadamente en Instagram, rumbo a París. "Empezando la verdadera aventura con el amor de mi vida, mi Valeria. Te compré el taller de tus sueños." Y la foto de mi sueño, el local de mi taller, con un letrero de "Vendido". Corrí al baño, vaciando mi estómago mientras la humillación me consumía. Ricardo nunca me amó. Fui solo un escalón para él. Mi hermana, mi cómplice. La verdad me golpeó con la fuerza de un rayo cuando el médico confirmó la pérdida de mi bebé. No lloré. Ya no quedaban lágrimas. Regresé al departamento para recoger mis cosas, encontrando a Valeria ya instalada, riéndose de mí mientras Ricardo la arropaba con mi bata. Mis diseños. Ricardo se negó. "Valeria los va a usar, ella sí sabrá cómo sacarles provecho." La rabia me cegó, pero él me empujó, me encerró en el armario, en mi peor pesadilla, mientras se entregaban al placer al otro lado de la puerta. "Te arrepentirás de esto, Sofía." Sus palabras resonaron. Pero al día siguiente, cuando Ricardo abrió la puerta, ya no encontró a la Sofía rota y sumisa. Una fría determinación nació en mí. Le tendí los papeles del divorcio, disfrazados de seguro. Él firmó, ajeno a mi jugada. Mientras Ricardo celebraba el triunfo de Valeria en televisión, mostrando mi vestido como suyo, supe que era el momento. "Gracias por la lección", escribí en la nota que dejó en su cama, junto al informe de mi aborto. Con Laura, me escapé por una puerta trasera. El aeropuerto me esperaba. Adiós, Ricardo. El juego acaba de empezar.

Introducción

Hoy era el día de mi boda, el día más feliz de mi vida, o al menos eso creía.

Mi teléfono vibró y la voz de mi prometido, Ricardo, al otro lado de la línea, heló mi corazón.

"No voy a ir, Sofía. Se acabó. Estoy con alguien a quien realmente amo, alguien que no es una diseñadora fracasada como tú."

Y entonces, escuché su voz.

"Ricardo, mi amor, cuelga ya, tenemos cosas más importantes que hacer."

Era Valeria, mi propia hermana.

El mundo se derrumbó a mis pies, y después, la oscuridad.

Desperté en un hospital, el dolor en mi cabeza y en mi alma era insoportable.

Laura, mi dama de honor, me mostró la pantalla de su teléfono.

Ricardo y Valeria, besándose apasionadamente en Instagram, rumbo a París.

"Empezando la verdadera aventura con el amor de mi vida, mi Valeria. Te compré el taller de tus sueños."

Y la foto de mi sueño, el local de mi taller, con un letrero de "Vendido".

Corrí al baño, vaciando mi estómago mientras la humillación me consumía.

Ricardo nunca me amó. Fui solo un escalón para él. Mi hermana, mi cómplice.

La verdad me golpeó con la fuerza de un rayo cuando el médico confirmó la pérdida de mi bebé.

No lloré. Ya no quedaban lágrimas.

Regresé al departamento para recoger mis cosas, encontrando a Valeria ya instalada, riéndose de mí mientras Ricardo la arropaba con mi bata.

Mis diseños. Ricardo se negó. "Valeria los va a usar, ella sí sabrá cómo sacarles provecho."

La rabia me cegó, pero él me empujó, me encerró en el armario, en mi peor pesadilla, mientras se entregaban al placer al otro lado de la puerta.

"Te arrepentirás de esto, Sofía." Sus palabras resonaron.

Pero al día siguiente, cuando Ricardo abrió la puerta, ya no encontró a la Sofía rota y sumisa.

Una fría determinación nació en mí.

Le tendí los papeles del divorcio, disfrazados de seguro. Él firmó, ajeno a mi jugada.

Mientras Ricardo celebraba el triunfo de Valeria en televisión, mostrando mi vestido como suyo, supe que era el momento.

"Gracias por la lección", escribí en la nota que dejó en su cama, junto al informe de mi aborto.

Con Laura, me escapé por una puerta trasera. El aeropuerto me esperaba.

Adiós, Ricardo. El juego acaba de empezar.

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"¿Sofía? ¿Has sabido algo de Jorge?" El teléfono no paraba de sonar, una y otra vez, con la misma pregunta, el mismo tono de urgencia de mis suegros y mi padre. Acababa de dar a luz sola, mi pequeña Luna dormía a mi lado, ajena al mundo y al hombre que nos abandonó. Nadie preguntó cómo estaba yo. Solo por Jorge, mi esposo. La noche que todo se rompió, él miraba la televisión, hipnotizado por la noticia: "LAURA VEGA, DESAPARECIDA EN ZONA DE COMBATE". Laura Vega, su ex, su obsesión. Aquella cuya sombra siempre sentí. Sus ojos no me veían, solo a ella. Su decisión fue instantánea, loca: "Tengo que encontrarla", me dijo mientras yo sentía las primeras contracciones. "¿Qué estás diciendo, Jorge? Soy tu esposa, vamos a tener una hija", le supliqué, pero él ya empacaba, ciego, sordo. El dolor se hizo insoportable, la fuente se rompió, el líquido manchó el suelo. "Jorge, estoy de parto", le dije con la voz rota. Me miró, vio el charco. Una fracción de segundo de duda, luego la maleza de su obsesión le cubrió el rostro. "Llama a una ambulancia, Sofía. Estarás bien", dijo, y siguió empacando. Me apoyé en el umbral, el dolor cada vez más fuerte. "Si cruzas esa puerta ahora", mi voz sonó como hielo, "no vuelvas. Para nosotras, estarás muerto." "Cuando vuelva con Laura, lo entenderás", respondió. Y se fue. Se llevó todo: mi paz, mi confianza, y hasta el último centavo de nuestra cuenta conjunta. Me dejó aquí, sola, a punto de parir, para ir tras una fantasía. "¿Cómo pudiste?", chillaron. "¡Es tu esposo! ¡El padre de tu hija!" "Corazón es lo que a él le faltó", les respondí. El circo mediático, las llamadas, el acoso de su familia, la humillación pública... Era demasiado. Me llamaron fría, sin corazón. ¿Yo? ¿Sin corazón? La traición, el desamparo, el miedo me habían endurecido. Pero mi hija, mi Luna, era mi ancla. Y por ella, no iba a sucumbir. No me iba a derrumbar. No iba a suplicar. Iba a pelear. Iba a desmantelar cada parte de la vida que compartíamos. Iba a recuperar lo que era mío. Y él, Jorge, el "héroe", pagaría las consecuencias.

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