Libre del Monstruo que Amé

Libre del Monstruo que Amé

Gavin

5.0
calificaciones
119
Vistas
11
Capítulo

Murió mi noveno hijo. Yo también morí, desangrada en el frío y húmedo sótano de la bodega, mientras mi esposo, Mateo, me arrebataba al bebé. "Isabela, este es el último. Con la sangre de este niño, Catalina se recuperará por completo. Nuestra deuda estará saldada", dijo, con una frialdad que me rompía el alma. Entonces, renací, encontrándome de pie ante los padres de Mateo, que me suplicaban que salvara a su hijo, afligido por una enfermedad degenerativa. Recordé los nueve partos forzados, la imagen de mis hijos sacrificados, la obsesión de Mateo por Catalina. ¿Cómo había sido tan ingenua, creyendo que su corazón era mío? En lugar de sanarlo, predije su funeral, revelando que su amada Catalina, a quien él creía pura, estaba enferma y corrompida. Mateo, que también había renacido, estalló en furia, creyendo que lo humillaba por dinero, y me acusó de ser una bruja charlatana. "No te atrevas a darme la espalda", gritó, "¡Tú me perteneces! ¡Tu poder es para mí!" Me di cuenta de la trampa. Su "amor" era una fachada, y mi supuesto "don" solo una herramienta para sus oscuros fines. Pero esta vez, yo no era la misma Isabela. Esta vez, el destino se reescribiría.

Introducción

Murió mi noveno hijo.

Yo también morí, desangrada en el frío y húmedo sótano de la bodega, mientras mi esposo, Mateo, me arrebataba al bebé.

"Isabela, este es el último. Con la sangre de este niño, Catalina se recuperará por completo. Nuestra deuda estará saldada", dijo, con una frialdad que me rompía el alma.

Entonces, renací, encontrándome de pie ante los padres de Mateo, que me suplicaban que salvara a su hijo, afligido por una enfermedad degenerativa.

Recordé los nueve partos forzados, la imagen de mis hijos sacrificados, la obsesión de Mateo por Catalina.

¿Cómo había sido tan ingenua, creyendo que su corazón era mío?

En lugar de sanarlo, predije su funeral, revelando que su amada Catalina, a quien él creía pura, estaba enferma y corrompida.

Mateo, que también había renacido, estalló en furia, creyendo que lo humillaba por dinero, y me acusó de ser una bruja charlatana.

"No te atrevas a darme la espalda", gritó, "¡Tú me perteneces! ¡Tu poder es para mí!"

Me di cuenta de la trampa. Su "amor" era una fachada, y mi supuesto "don" solo una herramienta para sus oscuros fines.

Pero esta vez, yo no era la misma Isabela.

Esta vez, el destino se reescribiría.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Mi Venganza, Mi Boda

Mi Venganza, Mi Boda

Cuentos

5.0

La puerta de mi vieja casa de campo se abrió de golpe, revelando la imagen que había intentado borrar por tres años. Allí estaba Ricardo Vargas, con su sonrisa arrogante y a su lado, Camila, su "prima", aferrada a él como una garrapata, mirándome con una mezcla tóxica de lástima y triunfo. Tres años. Tres infernales años desde que Ricardo me exilió aquí, al campo, para "aprender modales". "Sofía, mi amor", dijo con una falsa calidez que me revolvió el estómago. "Hemos venido a buscarte. Ya es hora de que vuelvas a casa". ¿Volver a casa? ¿Con ellos? La antigua Sofía, la huérfana "afortunada" que se arrastraba por las migajas de su atención, quizá lo hubiera hecho. Pero esa Sofía murió el día en que Ricardo me humilló frente a todos, ignoró mis súplicas y me calificó de desagradecida. Murió el día en que su indiferencia destrozó el único recuerdo de mi madre, un simple brazalete de plata que para mí valía más que toda su fortuna. Murió el día en que las palabras de Ricardo resonaron en mi cabeza: "Eres una huérfana, Sofía. Sin la familia Vargas, no eres nada". Esa Sofía ya no existía. "Lo siento, Ricardo", respondí, mi voz serena y clara, saboreando el momento. "Pero creo que hay un malentendido". Levanté mi mano izquierda, dejando que la luz del atardecer se reflejara en el sencillo pero elegante anillo de bodas que adornaba mi dedo. "Ya estoy casada". El silencio fue absoluto. Sus sonrisas se congelaron, la arrogancia de Ricardo se desvaneció, y Camila se quedó con la boca abierta. El juego había terminado. Y yo no era la que había perdido.

Quizás también le guste

Mi Venganza, Mi Boda

Mi Venganza, Mi Boda

Gavin
5.0

La puerta de mi vieja casa de campo se abrió de golpe, revelando la imagen que había intentado borrar por tres años. Allí estaba Ricardo Vargas, con su sonrisa arrogante y a su lado, Camila, su "prima", aferrada a él como una garrapata, mirándome con una mezcla tóxica de lástima y triunfo. Tres años. Tres infernales años desde que Ricardo me exilió aquí, al campo, para "aprender modales". "Sofía, mi amor", dijo con una falsa calidez que me revolvió el estómago. "Hemos venido a buscarte. Ya es hora de que vuelvas a casa". ¿Volver a casa? ¿Con ellos? La antigua Sofía, la huérfana "afortunada" que se arrastraba por las migajas de su atención, quizá lo hubiera hecho. Pero esa Sofía murió el día en que Ricardo me humilló frente a todos, ignoró mis súplicas y me calificó de desagradecida. Murió el día en que su indiferencia destrozó el único recuerdo de mi madre, un simple brazalete de plata que para mí valía más que toda su fortuna. Murió el día en que las palabras de Ricardo resonaron en mi cabeza: "Eres una huérfana, Sofía. Sin la familia Vargas, no eres nada". Esa Sofía ya no existía. "Lo siento, Ricardo", respondí, mi voz serena y clara, saboreando el momento. "Pero creo que hay un malentendido". Levanté mi mano izquierda, dejando que la luz del atardecer se reflejara en el sencillo pero elegante anillo de bodas que adornaba mi dedo. "Ya estoy casada". El silencio fue absoluto. Sus sonrisas se congelaron, la arrogancia de Ricardo se desvaneció, y Camila se quedó con la boca abierta. El juego había terminado. Y yo no era la que había perdido.

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro