La Falsa Heredera: El Precio de la Verdad

La Falsa Heredera: El Precio de la Verdad

Gavin

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En el remoto pueblo cafetalero, mi vida era una cadena de días que olían a tierra húmeda y a trabajo forzado. Me llamaban Lina, aunque ese no era mi verdadero nombre, y había soportado trece años de abusos bajo el látigo de mi madre adoptiva, una capataz cruel que me usaba sin piedad. Un día, la plantación se llenó de un aire diferente, de una oportunidad largamente esperada: la llegada de los poderosos Castillo, quienes venían en busca de su hija perdida. Pero la capataz, con una sonrisa falsa y planes maquiavélicos, preparaba a su propia hija, Scarlett, para usurpar la identidad de Annabel, la verdadera heredera. Yo observaba desde las sombras, con las manos sucias y un dolor profundo en el corazón, porque la capataz no sabía que la verdadera Annabel era mi amiga. Annabel, a quien conocí hace trece años, no había sido secuestrada como yo; ella le había pagado a los traficantes para escapar de sus propios padres. Sus padres, los ricos Castillo, la habían concebido y criado solo como un "banco de sangre" para su hermana enferma, Luciana, y la habían vaciado de médula y sangre hasta dejarla débil. Corrimos juntas por las montañas, intentando huir, pero Annabel, exhausta y herida, murió en mis brazos, dejándome un amuleto de jade y una promesa inquebrantable de venganza, susurrando la contraseña de su caja fuerte. Fui encontrada y entregada a la capataz, convertida en una sirvienta anónima, mientras los Castillo fingían buscar a su hija, cuando en realidad solo necesitaban un cuerpo para salvar a Luciana. Ahora, los Castillo se acercan, y mi sed de justicia, contenida durante años, está a punto de desatarse. No soy Annabel, pero haré que paguen por cada gota de sangre y cada lágrima. Mi venganza por Annabel, por las verdades ocultas y la crueldad desmedida, está a punto de comenzar.

Introducción

En el remoto pueblo cafetalero, mi vida era una cadena de días que olían a tierra húmeda y a trabajo forzado.

Me llamaban Lina, aunque ese no era mi verdadero nombre, y había soportado trece años de abusos bajo el látigo de mi madre adoptiva, una capataz cruel que me usaba sin piedad.

Un día, la plantación se llenó de un aire diferente, de una oportunidad largamente esperada: la llegada de los poderosos Castillo, quienes venían en busca de su hija perdida.

Pero la capataz, con una sonrisa falsa y planes maquiavélicos, preparaba a su propia hija, Scarlett, para usurpar la identidad de Annabel, la verdadera heredera.

Yo observaba desde las sombras, con las manos sucias y un dolor profundo en el corazón, porque la capataz no sabía que la verdadera Annabel era mi amiga.

Annabel, a quien conocí hace trece años, no había sido secuestrada como yo; ella le había pagado a los traficantes para escapar de sus propios padres.

Sus padres, los ricos Castillo, la habían concebido y criado solo como un "banco de sangre" para su hermana enferma, Luciana, y la habían vaciado de médula y sangre hasta dejarla débil.

Corrimos juntas por las montañas, intentando huir, pero Annabel, exhausta y herida, murió en mis brazos, dejándome un amuleto de jade y una promesa inquebrantable de venganza, susurrando la contraseña de su caja fuerte.

Fui encontrada y entregada a la capataz, convertida en una sirvienta anónima, mientras los Castillo fingían buscar a su hija, cuando en realidad solo necesitaban un cuerpo para salvar a Luciana.

Ahora, los Castillo se acercan, y mi sed de justicia, contenida durante años, está a punto de desatarse.

No soy Annabel, pero haré que paguen por cada gota de sangre y cada lágrima.

Mi venganza por Annabel, por las verdades ocultas y la crueldad desmedida, está a punto de comenzar.

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El Festival Anual de la Vendimia de Mendoza era el evento más importante del año, pero mi esposo, Máximo, canceló nuestros planes familiares a último minuto, alegando una reunión crucial. Sin embargo, al llegar al festival, lo encontré en el escenario, actuando como anfitrión principal junto a su exnovia, Scarlett Salazar, y un niño que él presentaba como su hijo, la imagen misma de la "familia perfecta". Mientras Máximo hablaba de "vida familiar armoniosa", mi propia hija, Ellie, me miró confundida, preguntando por qué papá estaba con "esa señora y ese niño", mientras la multitud aplaudía y yo moría de humillación. La farsa se desmoronó cuando confronté a Máximo, quien no solo me negó públicamente, sino que empujó a nuestra propia hija hasta hacerla caer, mientras la audiencia se reía y aplaudía su "valentía". Mi corazón se heló cuando el hijo de Scarlett, Ivan, le rompió el tobillo a Ellie intencionalmente, y Scarlett arrojó billetes a mis pies, llamándome "florero" y "ama de casa". "¿Por qué papá no nos quiere, Mamá?", susurró Ellie, con los ojos llenos de dolor y traición, mientras la multitud se burlaba y mis "amigos" de negocios se sumaban a las carcajadas. La situación era insostenible, la humillación insoportable, pero yo, Luciana Castillo, la aparentemente "loca fan celosa", no era solo una esposa traicionada; era la dueña anónima y presidenta del Grupo Gust, el conglomerado vitivinícola más grande de Argentina. Y en ese instante, en medio del abucheo, decidí que esta pantomima había terminado. Con una calma aterradora, comencé a pronunciar los nombres de los que me habían humillado, anunciando el fin de sus contratos con mi imperio. Las sonrisas se congelaron, el pánico apareció en sus ojos, porque la verdadera pesadilla estaba a punto de comenzar para ellos.

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