La Heredera Disfrazada: Seis Años de Sombra

La Heredera Disfrazada: Seis Años de Sombra

Gavin

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Capítulo

Durante seis años, sacrifiqué mi identidad y mi fortuna por Javier, la heredera Montenegro disfrazada de humilde restauradora. Secretamente, usé los recursos de mi familia para impulsarlo a la cima del mundo del arte. En mi cumpleaños, encontré una caja de terciopelo en su saco, una de anillo, y la ilusión me cegó. Esa noche, con la cena fría y mi corazón lleno de esperanza, Javier me prometió una sorpresa. Pero al abrir mis redes, lo vi: en el bar más exclusivo de Polanco, Javier se arrodillaba ante Valeria, con esa misma caja de terciopelo. Él, el hombre al que di todo, le proponía matrimonio a otra. Sin gritar, sin llorar, llamé a mi padre: "Acepto la alianza con la familia Vega. Empiecen los preparativos de la boda". Javier llegó a casa y me dijo que la proposición a Valeria era solo por caridad, por su "enfermedad terminal". Al día siguiente, en la galería, anunció a Valeria como la nueva jefa de restauración, mi puesto, y su prometida. Luego, me incriminaron por un robo: ¡Valeria misma sacó el camafeo de mi bolso, me quemó la mano con café y Javier me abofeteó! Mi pequeño alebrije de colibrí, regalo de nuestro primer aniversario, se hizo añicos. Mi mejilla ardía, mi mano pulsaba, pero el dolor de la humillación era insoportable. ¿Cómo había sido tan ciega? ¿Cómo pude amar a un hombre capaz de tal traición? El vacío en mi corazón era absoluto. Recogí mi bolso y me fui, arrojando mi teléfono en un barranco. Llegué a mi hacienda familiar, donde Mateo Vega, mi prometido concertado y un hombre que me había buscado por años, vio mis heridas. "Nadie vuelve a tocarte. Yo me encargo", me juró. Y así lo hizo, limpiando mi nombre y revelando mi talento al mundo. Mi historia de justicia apenas comenzaba.

Introducción

Durante seis años, sacrifiqué mi identidad y mi fortuna por Javier, la heredera Montenegro disfrazada de humilde restauradora. Secretamente, usé los recursos de mi familia para impulsarlo a la cima del mundo del arte. En mi cumpleaños, encontré una caja de terciopelo en su saco, una de anillo, y la ilusión me cegó.

Esa noche, con la cena fría y mi corazón lleno de esperanza, Javier me prometió una sorpresa. Pero al abrir mis redes, lo vi: en el bar más exclusivo de Polanco, Javier se arrodillaba ante Valeria, con esa misma caja de terciopelo.

Él, el hombre al que di todo, le proponía matrimonio a otra. Sin gritar, sin llorar, llamé a mi padre: "Acepto la alianza con la familia Vega. Empiecen los preparativos de la boda". Javier llegó a casa y me dijo que la proposición a Valeria era solo por caridad, por su "enfermedad terminal". Al día siguiente, en la galería, anunció a Valeria como la nueva jefa de restauración, mi puesto, y su prometida. Luego, me incriminaron por un robo: ¡Valeria misma sacó el camafeo de mi bolso, me quemó la mano con café y Javier me abofeteó! Mi pequeño alebrije de colibrí, regalo de nuestro primer aniversario, se hizo añicos.

Mi mejilla ardía, mi mano pulsaba, pero el dolor de la humillación era insoportable. ¿Cómo había sido tan ciega? ¿Cómo pude amar a un hombre capaz de tal traición? El vacío en mi corazón era absoluto.

Recogí mi bolso y me fui, arrojando mi teléfono en un barranco. Llegué a mi hacienda familiar, donde Mateo Vega, mi prometido concertado y un hombre que me había buscado por años, vio mis heridas. "Nadie vuelve a tocarte. Yo me encargo", me juró. Y así lo hizo, limpiando mi nombre y revelando mi talento al mundo. Mi historia de justicia apenas comenzaba.

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