La Justicia de Un Jugador

La Justicia de Un Jugador

Gavin

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Capítulo

La Nochebuena en la mansión de mi tío Carlos era una ostentación anual de su riqueza frente a mi humilde familia. Cada año, mi padre, un albañil jubilado, y yo, un simple repartidor, soportábamos sus vejaciones, pero esta vez, algo cambió. Tras una cena llena de desprecios, mi tío propuso una partida de Truco con miles de euros en juego, humillando a mi padre al llamarlo "un fracasado" . En ese instante, la rabia acumulada por años de vejaciones estalló en mi interior. Perdí mi aguinaldo y ahorros iniciales en las primeras manos, pero la avaricia de mi tío lo cegó, apostando su coche de lujo, su apartamento y las joyas de su esposa. Él creía ganar, sin saber que mi novia Lucía, una maestra del Truco callejero, me había preparado para este enfrentamiento. La indignación por la humillación de mi padre y el descubrimiento de sus planes grabados para "desplumarnos" me dieron la fuerza para actuar. ¿Podría el dinero comprar toda la dignidad o el pasado dictar nuestro futuro? La partida de Truco apenas comenzaba, y con cada carta, estaba listo para desenmascarar su codicia, recuperar el honor de mi familia y convertir su cruel juego en el inicio de su merecida ruina.

Introducción

La Nochebuena en la mansión de mi tío Carlos era una ostentación anual de su riqueza frente a mi humilde familia.

Cada año, mi padre, un albañil jubilado, y yo, un simple repartidor, soportábamos sus vejaciones, pero esta vez, algo cambió.

Tras una cena llena de desprecios, mi tío propuso una partida de Truco con miles de euros en juego, humillando a mi padre al llamarlo "un fracasado" .

En ese instante, la rabia acumulada por años de vejaciones estalló en mi interior.

Perdí mi aguinaldo y ahorros iniciales en las primeras manos, pero la avaricia de mi tío lo cegó, apostando su coche de lujo, su apartamento y las joyas de su esposa.

Él creía ganar, sin saber que mi novia Lucía, una maestra del Truco callejero, me había preparado para este enfrentamiento.

La indignación por la humillación de mi padre y el descubrimiento de sus planes grabados para "desplumarnos" me dieron la fuerza para actuar.

¿Podría el dinero comprar toda la dignidad o el pasado dictar nuestro futuro?

La partida de Truco apenas comenzaba, y con cada carta, estaba listo para desenmascarar su codicia, recuperar el honor de mi familia y convertir su cruel juego en el inicio de su merecida ruina.

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5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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