Venganza para mi Amiga en Coma

Venganza para mi Amiga en Coma

Gavin

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Mi vida era arte y sol en un apartamento florentino, un lienzo de tranquilidad y promesas. Una llamada de México detonó la explosión de mi mundo. "Sofía, es Clara. Hubo un incidente. Está en el hospital. En coma." Abandoné mis estudios, mi vida artística, todo, y veinticuatro horas después estaba en Ciudad de México. Allí, mi Clara, la bailarina folclórica llena de vida y de talento, yacía pálida e inmóvil, prisionera de un laberinto de tubos. La versión oficial hablaba de un intento de suicidio, de una difamación que la destrozó. Pero yo sabía lo que todos ignoraban. Sabía la verdad. Detrás de esa tragedia, detrás de cada calumnia y cada lágrima de Clara, estaba Valeria. La misma víbora que juró destruir a mi mejor amiga, la que lo consiguió. Una furia fría se apoderó de mí, más intensa que el dolor. Ver a Clara así, la mujer que amaba la danza más que a su propia vida, era una injusticia que clamaba venganza. Mi corazón dejó de llorar por un instante para empezar a calcular. Sabía que la única forma de llegar a Valeria, de desmantelar su vida pieza por pieza como ella había hecho con Clara, era a través de Mateo, el peón. Él, el exnovio ignorante, la llave a su círculo. Así fue como, dos semanas después, en la bulliciosa estación del metro Balderas, Sofía la estudiante de arte se transformó en la inocente becaria que apenas llegaba a fin de mes. Mi plan de venganza había comenzado.

Introducción

Mi vida era arte y sol en un apartamento florentino, un lienzo de tranquilidad y promesas.

Una llamada de México detonó la explosión de mi mundo.

"Sofía, es Clara. Hubo un incidente. Está en el hospital. En coma."

Abandoné mis estudios, mi vida artística, todo, y veinticuatro horas después estaba en Ciudad de México.

Allí, mi Clara, la bailarina folclórica llena de vida y de talento, yacía pálida e inmóvil, prisionera de un laberinto de tubos.

La versión oficial hablaba de un intento de suicidio, de una difamación que la destrozó.

Pero yo sabía lo que todos ignoraban.

Sabía la verdad.

Detrás de esa tragedia, detrás de cada calumnia y cada lágrima de Clara, estaba Valeria.

La misma víbora que juró destruir a mi mejor amiga, la que lo consiguió.

Una furia fría se apoderó de mí, más intensa que el dolor.

Ver a Clara así, la mujer que amaba la danza más que a su propia vida, era una injusticia que clamaba venganza.

Mi corazón dejó de llorar por un instante para empezar a calcular.

Sabía que la única forma de llegar a Valeria, de desmantelar su vida pieza por pieza como ella había hecho con Clara, era a través de Mateo, el peón.

Él, el exnovio ignorante, la llave a su círculo.

Así fue como, dos semanas después, en la bulliciosa estación del metro Balderas, Sofía la estudiante de arte se transformó en la inocente becaria que apenas llegaba a fin de mes.

Mi plan de venganza había comenzado.

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5.0

El olor a metal y la sangre llenaban mis pulmones. En mi vida pasada, morí sola en la carretera, abandonada por mi hermano Mateo y nuestra prima Isabella, quienes se negaron a llevarme al hospital. Dijeron que exageraba un dolor de estómago para arruinar la fiesta de cumpleaños de Isabella. Era apendicitis, que se volvió peritonitis. Vi mi propio funeral, a mi abuela Elena destrozada por el dolor, y a Mateo e Isabella celebrando, destruyendo el legado familiar que tanto amaba. La traición me consumió, y mi abuela, con el corazón roto, me siguió poco después. Hasta ahora. Un chirrido de neumáticos y un golpe seco. El mismo accidente, el mismo día fatídico que me llevó a la tumba. Pero esta vez, estaba aquí, y mi abuela yacía inconsciente a mi lado. En mi vida anterior, la llamé a ellos primero, lo que nos costó todo. Esta vez no. Mi cerebro trabajó a una velocidad vertiginosa. No podía depender de Mateo, ni de Isabella. Saqué mi teléfono, llamando a emergencias, asegurándome de que esta vez, mi abuela viviría. Pero la supervivencia de mi abuela dependía de una transfusión de sangre O negativo, un tipo de sangre casi imposible de encontrar. Contacté a Mateo e Isabella, quienes compartían el mismo tipo de sangre, y les rogué ayuda. Ellos, ciegos por la codicia y la manipulación de Isabella, se burlaron, acusándome de arruinar su fiesta de cumpleaños. El médico corroboró la urgencia de sangre, pero respondieron con crueldad, colgándome. Me sentí completamente sola, con el pánico invadiéndome mientras buscaba desesperadamente donadores. Cuando encontré un donador, Ricardo, Mateo e Isabella lo contactaron, mintiéndole y persuadiéndolo de no venir. La vida de mi abuela pendía de un hilo, y ellos estaban dispuestos a dejarla morir por un capricho. Pero no esta vez. No iba a suplicarles. Iba a luchar. Ya no era la nieta ingenua que confiaba ciegamente en su familia. La muerte me había enseñado la lección más dura de todas. El dolor insoportable se transformó en una furia helada. Conseguí contactar a una red privada de donación de sangre y pagué una fortuna, era nuestra última esperanza. Cuando el Dr. Ramos, influenciado por Mateo, intentó evitar la donación, el infierno se desató. ¡No dejaría que la historia se repitiera! Mi abuela viviría, y ellos pagarían por todo el daño causado.

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