Ya no te Amaba: El Heredero

Ya no te Amaba: El Heredero

Gavin

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Capítulo

La segunda raya en la prueba de embarazo, por tenue que fuera, inyectó una frágil esperanza en mi entumecido corazón. Años de limpiar casas ajenas y pagar las "deudas" de mi pareja, Mateo, me habían costado nuestro primer bebé. Pero esta vez, creí, todo sería diferente. Él juró cambiar, y yo le entregué mis últimos ahorros. La verdad me golpeó poco después. Seguí a Mateo y lo encontré con su "amiga" Isabel, riéndose. Mi vida entera, mis sacrificios, incluso la pérdida de nuestro hijo, todo había sido una "prueba" cruel, una farsa orquestada para ver si una "inmigrante pobre" lo amaba desinteresadamente. Y planeaban continuar la mentira un año más. No derramé una lágrima. Solo pedí cita para abortar. Él siguió fingiendo pobreza, mientras yo descubría que era el heredero de un imperio, Mateo Ríos. Me vio, vestida de limpiadora, con glacial indiferencia. Al llegar a casa, Isabel usaba los patucos de mi bebé como posavasos. Mateo me humilló. Colapsé. ¿Todo, cada dolor, cada sacrificio, había sido una manipulación despiadada? ¿Mi hijo solo una herramienta en su juego de vanidad? La traición me dejó un vacío abrumador, pero también una furia helada. Desperté en el hospital, escuchando a Mateo rogar por "este también". Me confesó su riqueza, suplicando. Con una calma escalofriante, le dije que nuestra relación terminaba, que era por dinero. Dejé que me despreciara. Lo bloqueé de mi vida, destrocé su mansión y me marché con su fortuna, para ser por fin libre.

Introducción

La segunda raya en la prueba de embarazo, por tenue que fuera, inyectó una frágil esperanza en mi entumecido corazón. Años de limpiar casas ajenas y pagar las "deudas" de mi pareja, Mateo, me habían costado nuestro primer bebé. Pero esta vez, creí, todo sería diferente. Él juró cambiar, y yo le entregué mis últimos ahorros.

La verdad me golpeó poco después. Seguí a Mateo y lo encontré con su "amiga" Isabel, riéndose. Mi vida entera, mis sacrificios, incluso la pérdida de nuestro hijo, todo había sido una "prueba" cruel, una farsa orquestada para ver si una "inmigrante pobre" lo amaba desinteresadamente. Y planeaban continuar la mentira un año más.

No derramé una lágrima. Solo pedí cita para abortar. Él siguió fingiendo pobreza, mientras yo descubría que era el heredero de un imperio, Mateo Ríos. Me vio, vestida de limpiadora, con glacial indiferencia. Al llegar a casa, Isabel usaba los patucos de mi bebé como posavasos. Mateo me humilló. Colapsé.

¿Todo, cada dolor, cada sacrificio, había sido una manipulación despiadada? ¿Mi hijo solo una herramienta en su juego de vanidad? La traición me dejó un vacío abrumador, pero también una furia helada.

Desperté en el hospital, escuchando a Mateo rogar por "este también". Me confesó su riqueza, suplicando. Con una calma escalofriante, le dije que nuestra relación terminaba, que era por dinero. Dejé que me despreciara. Lo bloqueé de mi vida, destrocé su mansión y me marché con su fortuna, para ser por fin libre.

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