Renacer de salto de puente

Renacer de salto de puente

Gavin

5.0
calificaciones
23.3K
Vistas
26
Capítulo

Mi médico suspiró, confirmando lo inevitable: mi leucemia estaba en etapa terminal, y yo solo anhelaba la paz de la muerte. Para mí, morir no era una pena, sino la única liberación de una culpa que nadie, excepto él, entendía. Luego, mi teléfono sonó, y la voz fría de Mateo Ferrari, mi jefe y antiguo amor, me arrastró de nuevo a un purgatorio autoimpuesto. Cinco años atrás, en los viñedos de Mendoza, su hermana y mi mejor amiga, Valeria, me empujó por la ventana para salvarme de unos asaltantes. Su grito y el sonidFmao de un disparo resonaron mientras huía, y cuando la policía me encontró, Mateo me sentenció con un odio helado: "Tú la dejaste morir. Es tu culpa." Desde entonces, cada día ha sido una expiación, una condena silenciosa bajo la crueldad de Mateo. Él me humillaba, me obligaba a beber hasta que mi cuerpo dolía, disfrutando mi sufrimiento como parte de esa penitencia interminable. Mi existencia se consumía bajo su sombra, una lenta autodestrucción en busca del final. La leucemia era solo el último acto de esta tragedia personal, la forma final de un pago que creía deber. ¿Por qué yo había sobrevivido para cargar con esta culpa insoportable y el odio de quienes una vez amé? Solo ansiaba el final, la paz que la vida me había negado, el perdón de Valeria. Una noche, tras una humillación brutal, una hemorragia masiva me llevó al borde de la muerte. Sin embargo, el rostro angustiado de mi amigo Andrés, y la inocencia de una niña que lo acompañaba, Luna, me abrieron una grieta de luz inesperada. ¿Podría haber una promesa más allá de la muerte, una oportunidad para el perdón y una nueva vida que no fuera de expiación?

Introducción

Mi médico suspiró, confirmando lo inevitable: mi leucemia estaba en etapa terminal, y yo solo anhelaba la paz de la muerte.

Para mí, morir no era una pena, sino la única liberación de una culpa que nadie, excepto él, entendía.

Luego, mi teléfono sonó, y la voz fría de Mateo Ferrari, mi jefe y antiguo amor, me arrastró de nuevo a un purgatorio autoimpuesto.

Cinco años atrás, en los viñedos de Mendoza, su hermana y mi mejor amiga, Valeria, me empujó por la ventana para salvarme de unos asaltantes.

Su grito y el sonidFmao de un disparo resonaron mientras huía, y cuando la policía me encontró, Mateo me sentenció con un odio helado: "Tú la dejaste morir. Es tu culpa."

Desde entonces, cada día ha sido una expiación, una condena silenciosa bajo la crueldad de Mateo.

Él me humillaba, me obligaba a beber hasta que mi cuerpo dolía, disfrutando mi sufrimiento como parte de esa penitencia interminable.

Mi existencia se consumía bajo su sombra, una lenta autodestrucción en busca del final.

La leucemia era solo el último acto de esta tragedia personal, la forma final de un pago que creía deber.

¿Por qué yo había sobrevivido para cargar con esta culpa insoportable y el odio de quienes una vez amé?

Solo ansiaba el final, la paz que la vida me había negado, el perdón de Valeria.

Una noche, tras una humillación brutal, una hemorragia masiva me llevó al borde de la muerte.

Sin embargo, el rostro angustiado de mi amigo Andrés, y la inocencia de una niña que lo acompañaba, Luna, me abrieron una grieta de luz inesperada.

¿Podría haber una promesa más allá de la muerte, una oportunidad para el perdón y una nueva vida que no fuera de expiación?

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Mi Muerte Falsa

Mi Muerte Falsa

Romance

5.0

Mi esposa me dijo: "Si pudiera volver atrás... lo esperaría a él." Esas palabras me las susurró la Isabella del futuro, mientras yo agonizaba y ella me creía moribundo, justo después de descubrir que mi mujer, supuestamente fallecida en un accidente aéreo, estaba viva y en brazos de otro hombre. Desperté en el primer año de nuestro matrimonio, veinte años más joven, con esa premonición cruel grabada en mi alma. La amada Isabella de mi presente, con su sonrisa perfecta, comenzó a tejer una red de mentiras. La seguí a escondidas y la vi con Ricardo, el músico, confirmando mi peor pesadilla. Luego vinieron las grabaciones de sus gemidos, las burlas de él, y la verdad: ella planeaba su propia "muerte" para huir conmigo. Me humilló públicamente, me culpó de sus problemas y, cuando me negué a ceder a sus manipulaciones, me difamó sin piedad. El dolor era insoportable, una traición que me desgarraba el alma. ¿Cómo la mujer que juró amarme incondicionalmente podía ser tan calculadora y cruel? Consumido por la farsa, decidí que no podía seguir así. Si ella tramó una falsa muerte para escapar, yo haría lo mismo. Orquesté mi propia desaparición en la Patagonia, un plan limpio y definitivo. Con la ayuda incondicional de mi madre y el apoyo inesperado de Sofía, una mujer noble y sincera, forjé un nuevo destino. Juntos, no solo reconstruiré mi vida, sino que desmantelaré el imperio de corrupción de su familia, mientras Isabella aprende el verdadero significado de la pérdida.

La Mujer Despreciada Por Su Familia

La Mujer Despreciada Por Su Familia

Cuentos

5.0

El olor metálico de la sangre llenaba mis fosas nasales, espeso y mareador. Estaba tirada en el frío suelo de mármol de mi propio recibidor, con un dolor agudo que me partía el abdomen. Desde el suelo, vi sus pies: los carísimos zapatos italianos de Ricardo, mi prometido, y los tacones de aguja de Elena, mi propia hermana, posicionándose a centímetros de mi cara. "Ricardo, ¿está bien? Se golpeó muy fuerte" , susurró Elena, con una falsa preocupación que me revolvió el estómago, mientras la boca de Ricardo devoraba la suya, ignorando mi cuerpo casi inerte. El dolor de la traición era mil veces peor que el golpe. Dos días después, en el hospital, la enfermera me confirmó lo inevitable: "Lamento informarle que perdió el embarazo" . Regresé a casa, la escena de mi dolor, para encontrarlos en la cocina, riéndose, Elena con una de mis batas de seda, Ricardo dándole fresas con una ternura que nunca me había mostrado. Ellos me vieron, Elena puso su máscara de actriz y Ricardo, ni se molestó en fingir. Abrí Instagram en mi nuevo teléfono y vi la prueba de su traición documentada para todo el mundo, mientras yo yacía en un hospital: "Encontrando la felicidad en los lugares más inesperados. A veces, el amor verdadero tarda en revelarse" , decía una de las fotos. La náusea subió por mi garganta, y con ella, una pregunta que me quemaba la garganta: "¿Dónde está mi vestido? ¿El que robaron?". Ricardo se rio, cruel: "¿Bebé? No seas dramática, Sofía. Fue un accidente. Además, ¿cómo sabes que era mío?" . Esa fue la última gota. Mientras empacaba mis cosas, Ricardo bloqueó la puerta, exigiendo que me quedara, acusándome de estar "histérica" . Le di una bofetada. En ese momento, su teléfono sonó, era Elena, fingiendo un malestar para arrastrarlo de vuelta a su lado. Cuando él volvió a subir, mi hijo, Leo, apareció en la puerta, manipulado, repitiendo lo que Elena le había dicho: "¡Mi mamá está llorando! Dice que eres mala. Que la quieres lastimar. ¿Por qué eres tan mala, tía Sofía?" . Mirando a Ricardo, dije con una calma que lo desarmó: "No tenemos nada de qué hablar. Quiero el divorcio" . Él se burló: "¿Divorcio? Ni siquiera estamos casados. Y si te vas, te vas sin nada. Todo está a mi nombre, ¿recuerdas?" . "No quiero tu dinero. Quiero mi libertad" . Mi madre me llamó, furiosa, confirmando mi desvío como peón defectuoso: "¡Inútil! ¡Siempre has sido una inútil! ¡Tu hermana, ella sí sabe cómo conseguir lo que quiere! ¡Tú solo sabes dibujar tus garabatos estúpidos!" . Colgué. "Tú dejaste de ser mi madre hace mucho tiempo" . Con la maleta en la mano, me juré que no volvería a mirar atrás.

El Precio De Tu Desprecio

El Precio De Tu Desprecio

Cuentos

5.0

Luciana Castillo, la bailaora de flamenco más aclamada de Sevilla, creía haber construido un mundo de pasión y arte junto a su amado Máximo Lawrence, el hombre que le prometió sueños en cada nota de su guitarra. Pensaba que su futuro, el nuestro, era tan brillante como el sol andaluz que nos bañaba. Pero esa ilusión estalló en mil pedazos la noche que regresé a nuestro apartamento y lo encontré celebrando con sus amigos, esos cachorros de la alta sociedad, no nuestra vida, sino una cruel apuesta que lo cambió todo. Máximo había ganado un Hispano-Suiza clásico, ¿el precio? Mi amor, mi herencia, mi familia, mi vida entera. Había sido el premio de un juego diseñado para humillarme. En segundos, fui repudiada por mi propia gente, calumniada por la sociedad que antes me idolatraba y despojada de todo. De estrella a limpiadora, fregando suelos pegajosos para ganarme la vida, solo para que Máximo y sus amigos me encontraran y se rieran de mi miseria. Me ofrecieron ser su "querida", su amante, su juguete. ¿Cómo era posible que el hombre que juró amarme, pudiera ser tan cruel? ¿Qué clase de monstruo era este, que se deleitaba en mi caída? La humillación era insoportable, pero encendió una chispa de fuego helado en mi corazón. En ese instante de dolor y furia, ya no había vuelta atrás. La jugada de Máximo no me rompió, me reconfiguró. Cogí el teléfono, mis últimas monedas, y marqué un número, el de Catalina Salazar, su prometida. Una guerra acababa de comenzar, con mis nuevas reglas.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro