El sol comenzaba a ponerse sobre la ciudad, tiñendo el horizonte de un dorado cálido que se reflejaba en las paredes de vidrio de los rascacielos. Desde su oficina en el piso 45, Alejandro Rodríguez observaba la escena con la serenidad de alguien acostumbrado a contemplar la ciudad desde arriba. Su imperio, la cadena de hoteles de lujo Rodríguez & Co., se extendía por todo el mundo, y su nombre era sinónimo de éxito. La noche comenzaba a caer, y con ella, el ritmo frenético de la ciudad se intensificaba.
Sin embargo, Alejandro solo pensaba en el siguiente paso: expandir aún más su red de influencia.
Alejandro siempre había sido un hombre de control. Cada decisión, cada movimiento, había sido meticulosamente calculado. Su habilidad para leer a las personas, sus deseos, sus debilidades, lo había convertido en uno de los empresarios más astutos y respetados del sector. Nadie se atrevía a desafiarlo abiertamente, no solo por su poder económico, sino por la forma en que se había ganado la lealtad, a menudo forzada, de aquellos que lo rodeaban.
Sin embargo, esa tarde, algo se sentía diferente. El ambiente en su oficina estaba cargado de una tensión difícil de identificar, como si una nube oscura se hubiera asentado sobre él. Miró su teléfono móvil cuando sonó, interrumpiendo sus pensamientos. El nombre en la pantalla era el de Laura Fernández, su asistente personal, alguien en quien confiaba plenamente. Había trabajado con ella durante años, y aunque siempre mantenía una actitud profesional, la conocía lo suficiente como para detectar cualquier cambio en su tono de voz.
-¿Alejandro? Tengo malas noticias -dijo Laura, con una voz inusualmente grave.
Él frunció el ceño, sintiendo un nudo en el estómago.
-¿Qué ha pasado?
-Rodrigo Martínez, el gerente de operaciones, se ha suicidado.
Un golpe seco resonó en su cabeza.
-¿Suicidio? -repitió, como si las palabras no pudieran tener sentido juntas-. ¿Cómo es posible?
-No tenemos todos los detalles, pero la policía ha confirmado la causa. Parece que saltó desde su apartamento. Estaba solo cuando ocurrió.
Alejandro permaneció en silencio, mirando el horizonte sin verlo realmente. Rodrigo había sido uno de sus empleados más cercanos, un hombre leal, eficiente y discreto. Nunca, en sus peores pesadillas, habría imaginado que algo así le pudiera pasar.
-¿Qué más sabes? -preguntó, su voz tomando un tono más firme.
-Los detalles son escasos, pero lo que sí sabemos es que dejó una nota... muy extraña, Alejandro. Había referencias a algo que no comprendemos. La policía no la ha hecho pública aún, pero parece que alguien más estaba involucrado.
-¿Alguien más? ¿Cómo? Esto no tiene sentido.
-Te lo enviaré cuando tenga más información, pero parece que la situación es más complicada de lo que parece. De todas formas, quiero que lo sepas cuanto antes.