— Muy bien muñequita mía, ya estás completa mente sanita. Y estas son las indicaciones y las fórmulas que tiene que darle. esta princesa ya está muy bien.
Dijo la doctora a la mamá de su paciente.
— Muchas gracias doctora, es usted muy linda.
La paciente salió del consultorio junto a su madre. Era el último turno que tenía por hoy.
Amaranta Cristea suspiró profundo, masajeo su cien, quitó su bata blanca, arregló su cabello, tomó sus cosas y decidió salir del hospital.
Su celular suena, lo mira y es Adara Raphaella, su gemela.
— Turno terminado nos vemos en el departamento iré a preparar mis cosas.
— AmiCris, tengo una emergencia, auxiliarme por favor.
— ¿De que se trata?
— Una cirugía, de apendicitis el paciente tiene diez años.
Amaranta volvió a su consultorio para nuevamente estar en la sala de operaciones.
— Esta vez seré yo quien no llegue a tiempo al aeropuerto. — Se cuestionaba mientras caminaba en dirección a la sala de quirófano.
Llegó y pasó por el área de desinfección, usó la vestimenta y procedió a la intervención quirúrgica.
Tres horas después ya estaban en el área de recuperación viendo al paciente.
— Fue algo muy difícil con este paciente.
— Esperemos que salga bien en la recuperación
— Bien vamos tenemos un vuelo que tomar.
— ¿Xander aún está en el hospital? tenemos que llamarlo.
— Xander ya está en el aeropuerto solo faltamos nosotras.
— Pues vamos ya no hay tiempo de preparar cosas, allá compramos, deben estar muy impacientes.
Subieron a un auto las dos y salieron rumbo al aeropuerto.
Llegaron dejaron el auto y corrieron al hangar donde estaban todos esperando.
En el aeropuerto de Roma aterrizó un avión que traía a bordo un alma envenenada por el resentimiento de ver a su madre sufrir por muchos años.
Salvatore De la Rosa, iba con toda la intensión de cobrar una amarga venganza sin importar a quién se llevara por delante.
El destino dejaría que Salvatore, se cobrara su amarga venganza con un ser más puro y lleno de amor.
Salvatore, Amaranta Cristea y Adara Raphaella, como sincronizados por el destino caminaban por hangares diferentes para llegar a los pasillos, caminaron y de pronto Adara Raphaella decidió alejarse.
— AmiCris, regreso, voy al baño un momento. Espérame.
En ese momento en que Amaranta Cristea recibe la llamada de su hermana Gianna, sale corriendo y pum. Cayó de bruces al suelo, el joven con su agilidad logró detener el golpe que recibiría, quedando el, bajo ella.
Las palabras del desconocido la sacó de sus cavilaciones.
— Te tengo. — Le susurró entre sus labios.
Por que en el momento de caer, fue casi un roce de labios, sus ojos azules y profundos se perdieron en la oscuridad de esos ojos negros.
— Lo siento, no me fijé. De verdad lo siento.
Se disculpó Amaranta Cristea, al momento de ponerse de pie.
— Si estás pegada al celular, y no ves por donde vas. — Vocifero Salvatore.
— Te estoy pidiendo disculpas.— Respondió una enojada Amaranta.
— Ya cuando me tiraste al suelo y haciendo manchar mi traje.
Amaranta Cristea lo fulminó con la mirada.
— Eres un imbécil. ¿Sabías?
— Y tú una distraída. ¿Sabías?.
— Idiota.
Salvatore la miró irse furiosa, y una sonrisa se dibujó en su rostro.
" Hermosa." Pensó.
Salvatore salió del aeropuerto, subió en su Audi A3 Sportback negro, y fue al departamento.
— Llegamos familia. Listas para nuestras vacaciones en Hawáii.
— ¿Por qué ya nunca cambiamos nuestro destino de vacaciones?
Siempre estamos yendo al mismo lugar todos los años.
Reprochó Giannina.
—Te prometo que este será el último a Hawái, el próximo será donde ustedes quieran.
Todos abordaron al jet, y nuevamente estaban con destino a las islas hawaianas.
Todos hablaban, y reían.
— Yo descansaré un poco, me disculpo por no estar en tan animada charla. Dijo Amaranta Cristea caminando a una de las habitaciones.
— Tranquila hija, ve a descansar, debes estar muy cansada después de unas horas de cirugía.
— Gracias papá. — Dio besos volados y entró a la habitación se bañó y se dispuso a descansar.
Cerró los ojos y poco a poco Morfeo la arrulló entre sus brazos y se apoderó de ella.
" A paso lento caminó y se acercó a ella en el momento que de sus manos se caían algunos caracoles. El recogió uno muy hermoso que estaba a sus pies, era de color dorado casi brillante, y se acercó.
— ¡Hola! Pequeña sirena. — Saludó con una voz ronca, magnética pero dulce.
— Hola, hermoso Tritón. — Respondió Amaranta mirándolo fijamente a los ojos.
— ¿Tritón?
— ¡Si! Tú me llamaste sirena, yo te llamaré Tritón. — Respondió la hermosa sirena.
— ¿Coleccionas caracoles? — Preguntó ese apuesto tritón como lo llamaba ella.
— Si, me gustan los caracoles. ¿Y a ti?
— También, también me gustan. ¿Buscamos juntos? — Hizo una inocente invitación. — ese guapo desconocido.